En
el tema Aratirí y minería a cielo abierto hay un hecho significativo que define
en gran parte lo que este gobierno está haciendo al respecto: El partido
socialista en pleno ocupa cargos gerenciales en dicha empresa. No tuvieron ni
siquiera el decoro de aparecer en un segundo plano. El partido de Eduardo
Galeano nos muestra aquí lo que realmente son: el partido de la devastación
abierta del suelo uruguayo. El partido de una rara alquimia en donde el hierro
se convierte en vertidos tóxicos y los cargos políticos en sinecuras
empresariales. El progreso es un nuevo puerto de aguas profundas, en donde los
uruguayos somos los náufragos y los afrancesados del partido socialista los
navegantes. Son como el Gran Jaurès para insultar a la oposición y como Clemençeau
para decirle todo que sí, al más crasso colonialismo.
Se
podría tener el beneficio de la duda en el tema minería, puesto que si el
Uruguay es rico en hierro, no se ve la razón por la cual deba quedar rezagado
al respecto. No es la minería lo que se cuestiona, sino la minería a cielo
abierto. Confundir los tantos es el gran artilugio retórico en el que se
manejan.
Todos
sabemos, lo dice cualquier ingeniero agrónomo de O.S.E que el Uruguay es el
país de los grandes ríos subterráneos, y que ocupa el 39 por ciento del Acuífero
Guaraní. La minería a cielo abierto lo que hace es contaminar el agua,
afectando severamente la vida acuática. El daño que se le hace a los cultivos
por la filtración de desechos químicos es incalculable.
De
lo que se trata no es que no exista industria minera, sino minería a cielo
abierto, que se sabe que es devastadora del medio ambiente. Lo que se está
planteando es prohibir la minería a gran
escala en cielo abierto y fundamentalmente, el uso de cianuro en la lixiviación
(proceso por el cual se extrae uno o varios solutos de un sólido, mediante
la utilización de un disolvente líquido). Estamos hablando de un fenómeno de
desplazamiento de nutrientes, siendo estos arrastrados por el agua, provocado éste
a su vez por la deforestación. A Daniel Carlos Martínez Villamil, el hombre que
está triunfando en la vida y que si alguien le recrimina que está robando a
cuatro manos, la emprende furioso contra “los envidiosos”, le importa muy poco
el daño que se le ha de hacer al suelo uruguayo. Le gusta “sacar pechera”
contra el partido nacional y a falta de argumentos sólidos hacer “camiseterismo”,
al mejor estilo socialista.
El
concesionario de la explotación minera debe dar garantías y asegurar el
resarcimiento de daños y perjuicios que puedan derivar de su actividad.
Se
entiende que el dinero que de allí deviene, producto de una explotación que
genera muy pocos puestos de trabajo calificados, debe ir a los sectores
sociales que se está afectando directa o indirectamente y no a los bolsillos de
una comandita socialista de vulgares y silvestres coimeros y bien mandados.