Hoy, en la Argentina, se cruzan expectativas con ansiedades,
fundamentalmente, ante la economía.
Hay, allí una rara confusión de sentimientos.
La conflictividad no se entiende bien por qué vino ahora y no
antes, cuando los problemas son estructurales y los generó el kirchnerismo.
Mientras esto sucede a nivel social, los fondos de inversión
ven una posible recuperación en muchos sectores y observan que hay crecimiento
sin inflación.
Argentina y Brasil ya empiezan a ser una zona caliente para
los mercados.
La región ahora políticamente plantea otro clima, en cambio
en Argentina crece el pesimismo ante el futuro.
Es difícil entender las razones de esta conflictividad. Gran
parte es de carácter político de cara a las elecciones de octubre. Muchos están
en la operación helicóptero, tratando de hacer oposición destituyente, como le
hicieron a De la Rua después de Las Paso, esto es, las internas.
El conflicto docente es más político que salarial, porque es
llamativo que durante el período anterior no hayan dicho ésta boca es mía. Son
malestares que anuncian una nueva agenda política.
Todo esto se enmarca en una cultura del desprecio, como diría
André Malraux en su libro “El tiempo del desprecio”. Esa mentalidad de mal
trato hacia el otro parece haber hecho escuela y amenaza con la
ingobernabilidad permanente, que como todos sabemos, es una clara señal de un
posible endurecimiento autoritario. Se va de la anarquía al fascismo, porque en
anarquía es imposible vivir. Por ahora Argentina es un sálvese quien pueda.
Con una dirigencia política que hace oposición destituyente,
basada en líderes oportunistas que quieren aprovecharse de las necesidades de
la gente para medrar y comprar la impunidad.
Por otro lado parecería existir un divorcio entre la clase
dirigente y la ciudadanía. No ven lo que sí ve todo el mundo y asumen conductas
que son políticamente suicidas.
El gobierno comete errores por impericias que desnudan esa
desconexión, pero la oposición enceguecida que tiene enfrente, lo único que
busca es que al gobierno le vaya mal. Así el secretario general de Conadu, Carlos De Feo en
un discurso en la marcha federal docente que se celebró en Plaza de Mayo dijo: "Estamos
aquí porque le venimos a decir a este gobierno, nosotros que nos caímos en la
educación pública, que no queremos que le vaya bien, queremos que le vaya mal,
pero no queremos que se caiga. Queremos construir en la calle, en la lucha, la
alternativa para que en el año 2019 esta plaza de vuelva a llenar como lo
estuvo en los últimos años, festejando un nuevo gobierno popular que dé
respuesta a los reclamos, a las esperanzas, al futuro de los jóvenes",
sostuvo y concluyó: "No hemos nacido para resignarnos, el pueblo argentino
nació para luchar. Fuerza compañeros, hasta la victoria".
Es evidente que es parte del club del helicóptero que sueña
con ver a Macri huyendo de la casa de gobierno, como De la Rúa y como salta a
la vista que es un putchista destituyente, se limita a explicitar su mala fe,
en un discurso de barricada para incautos, tontos útiles y cretinos inútiles. “Fuerza
compañeros, hasta la victoria", solamente le faltó decir “Hasta la
victoria, siempre” y cerrar el puño izquierdo levantado en alto.
Institucionalmente en este sentido tanto la obstinación
autoritaria del kirchnerismo, como las actitudes sorprendidas y las marchas
hacia atrás de éste gobierno, son básicamente dos caras de una misma situación
dada en la Argentina.
La oposición es ciega ante lo que hizo cuando era gobierno y
sigue sin ver nada ante las consecuencias que tiene en lo que hoy se puso a
hacer. Combatir a Macri como si fuera la dictadura, es no solamente una simple ausencia
de visión política, sino una falta de respeto al votante que lo puso allí. Siguen
siendo montoneros que la emprenden contra una democracia, pero ésta vez sin
armas y sin necesidad de secuestrar para obtener fondos, porque se
enriquecieron robando desde el poder.
Si se lo mira a nivel sindical es más claro todavía. Los
gordos de la CGT hace ya bastante tiempo que están desconectados con sus bases.
La gente los escucha como quien oye llover y no entiende tampoco la metodología
que plantean para actuar. Miran el mundo desde un cortoplacismo miope y
proceden con impericia. Lo que demuestra que tras tanto tiempo de obsecuencia a
los gobiernos peronistas, perdieron hasta la capacidad de tener un plan de
acción sindical.
Frente a esta situación tanto el gobierno como la oposición
están ante una disyuntiva de hierro. Si el gobierno cede algo, como suele
hacerlo casi siempre, la oposición entonces lo visualiza como débil y redobla
su actitud “combativa”, si no tranza nada, aparece como insensible, deshumanizada
y con “ceguera de clase”. En cambio si la oposición le hace caso al
kirchnerismo “enfurecido”, se aísla en una actitud suicida que la condena a
terminar como un mísero grupito de ultra izquierda. Si por el contrario no hace
caso de ese sector aparece como blanda, débil, entreguista, seguidista o traidora.
Mientras tanto, el gobierno acusa al kirchnerismo de hacer entrismo
en la CGT, que significa lisa y llanamente entrar allí para forzar posiciones
que no le son propias a la central sindical. Lo mismo que hicieron con el
peronismo, hasta que Perón los expulsa de Plaza de Mayo.
La CGT se desmarca y los dirigentes están tan mal vistos que
tienen que llevar a los actos boxeadores como guarda espalda. Lo mismo que
hicieron en la década del ’70 contra la burocracia sindical.
Estar en la oposición y dejarse llevar por los ultras siempre
es fácil, aunque cuando eran gobierno, hayan defendido lo contrario. Basta
decir hipócritamente que “la gente no aguanta más” y rasgarse la vestidura “por
los pobres”, poniendo cara de “moderado” que quiere diálogo y no lo escuchan. Hoy
están luchando no por el poder interno de una fuerza de masas como en los años ’70,
sino por la sobrevivencia política, porque son parte de la banda para delinquir
y se la ven venir.
La República Perdida 1 y 2, aquel excelente documental
argentino dirigido por Miguel Pérez, muestra justamente el proceso histórico en
imágenes, por el cual Argentina siguió siendo un país, pero perdió la República.
Esperemos no estar delante de la República Perdida 3.
Esperemos no estar delante de la República Perdida 3.