jueves, 23 de marzo de 2017

Argentina: Cuando el horno no está para bollos.



        
        Hoy, en la Argentina, se cruzan expectativas con ansiedades, fundamentalmente, ante la economía.
        Hay, allí una rara confusión de sentimientos.
        La conflictividad no se entiende bien por qué vino ahora y no antes, cuando los problemas son estructurales y los generó el kirchnerismo.
        Mientras esto sucede a nivel social, los fondos de inversión ven una posible recuperación en muchos sectores y observan que hay crecimiento sin inflación.
        Argentina y Brasil ya empiezan a ser una zona caliente para los mercados.
        La región ahora políticamente plantea otro clima, en cambio en Argentina crece el pesimismo ante el futuro.
        Es difícil entender las razones de esta conflictividad. Gran parte es de carácter político de cara a las elecciones de octubre. Muchos están en la operación helicóptero, tratando de hacer oposición destituyente, como le hicieron a De la Rua después de Las Paso, esto es, las internas.
        El conflicto docente es más político que salarial, porque es llamativo que durante el período anterior no hayan dicho ésta boca es mía. Son malestares que anuncian una nueva agenda política.
        Todo esto se enmarca en una cultura del desprecio, como diría André Malraux en su libro “El tiempo del desprecio”. Esa mentalidad de mal trato hacia el otro parece haber hecho escuela y amenaza con la ingobernabilidad permanente, que como todos sabemos, es una clara señal de un posible endurecimiento autoritario. Se va de la anarquía al fascismo, porque en anarquía es imposible vivir. Por ahora Argentina es un sálvese quien pueda.
        Con una dirigencia política que hace oposición destituyente, basada en líderes oportunistas que quieren aprovecharse de las necesidades de la gente para medrar y comprar la impunidad.
        Por otro lado parecería existir un divorcio entre la clase dirigente y la ciudadanía. No ven lo que sí ve todo el mundo y asumen conductas que son políticamente suicidas.
        El gobierno comete errores por impericias que desnudan esa desconexión, pero la oposición enceguecida que tiene enfrente, lo único que busca es que al gobierno le vaya mal. Así el  secretario general de Conadu, Carlos De Feo en un discurso en la marcha federal docente que se celebró en Plaza de Mayo dijo: "Estamos aquí porque le venimos a decir a este gobierno, nosotros que nos caímos en la educación pública, que no queremos que le vaya bien, queremos que le vaya mal, pero no queremos que se caiga. Queremos construir en la calle, en la lucha, la alternativa para que en el año 2019 esta plaza de vuelva a llenar como lo estuvo en los últimos años, festejando un nuevo gobierno popular que dé respuesta a los reclamos, a las esperanzas, al futuro de los jóvenes", sostuvo y concluyó: "No hemos nacido para resignarnos, el pueblo argentino nació para luchar. Fuerza compañeros, hasta la victoria".
        Es evidente que es parte del club del helicóptero que sueña con ver a Macri huyendo de la casa de gobierno, como De la Rúa y como salta a la vista que es un putchista destituyente, se limita a explicitar su mala fe, en un discurso de barricada para incautos, tontos útiles y cretinos inútiles. “Fuerza compañeros, hasta la victoria", solamente le faltó decir “Hasta la victoria, siempre” y cerrar el puño izquierdo levantado en alto.
        Institucionalmente en este sentido tanto la obstinación autoritaria del kirchnerismo, como las actitudes sorprendidas y las marchas hacia atrás de éste gobierno, son básicamente dos caras de una misma situación dada en la Argentina.
        La oposición es ciega ante lo que hizo cuando era gobierno y sigue sin ver nada ante las consecuencias que tiene en lo que hoy se puso a hacer. Combatir a Macri como si fuera la dictadura, es no solamente una simple ausencia de visión política, sino una falta de respeto al votante que lo puso allí. Siguen siendo montoneros que la emprenden contra una democracia, pero ésta vez sin armas y sin necesidad de secuestrar para obtener fondos, porque se enriquecieron robando desde el poder.
        Si se lo mira a nivel sindical es más claro todavía. Los gordos de la CGT hace ya bastante tiempo que están desconectados con sus bases. La gente los escucha como quien oye llover y no entiende tampoco la metodología que plantean para actuar. Miran el mundo desde un cortoplacismo miope y proceden con impericia. Lo que demuestra que tras tanto tiempo de obsecuencia a los gobiernos peronistas, perdieron hasta la capacidad de tener un plan de acción sindical.  
        Frente a esta situación tanto el gobierno como la oposición están ante una disyuntiva de hierro. Si el gobierno cede algo, como suele hacerlo casi siempre, la oposición entonces lo visualiza como débil y redobla su actitud “combativa”, si no tranza nada, aparece como insensible, deshumanizada y con “ceguera de clase”. En cambio si la oposición le hace caso al kirchnerismo “enfurecido”, se aísla en una actitud suicida que la condena a terminar como un mísero grupito de ultra izquierda. Si por el contrario no hace caso de ese sector aparece como blanda, débil, entreguista, seguidista o traidora.
        Mientras tanto, el gobierno acusa al kirchnerismo de hacer entrismo en la CGT, que significa lisa y llanamente entrar allí para forzar posiciones que no le son propias a la central sindical. Lo mismo que hicieron con el peronismo, hasta que Perón los expulsa de Plaza de Mayo.
        La CGT se desmarca y los dirigentes están tan mal vistos que tienen que llevar a los actos boxeadores como guarda espalda. Lo mismo que hicieron en la década del ’70 contra la burocracia sindical.
        Estar en la oposición y dejarse llevar por los ultras siempre es fácil, aunque cuando eran gobierno, hayan defendido lo contrario. Basta decir hipócritamente que “la gente no aguanta más” y rasgarse la vestidura “por los pobres”, poniendo cara de “moderado” que quiere diálogo y no lo escuchan. Hoy están luchando no por el poder interno de una fuerza de masas como en los años ’70, sino por la sobrevivencia política, porque son parte de la banda para delinquir y se la ven venir.
        La República Perdida 1 y 2, aquel excelente documental argentino dirigido por Miguel Pérez, muestra justamente el proceso histórico en imágenes, por el cual Argentina siguió siendo un país, pero perdió la República. 
               Esperemos no estar delante de la República Perdida 3.



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lunes, 20 de marzo de 2017

La educación ante el cambio tecnológico



        Hoy estamos ante una inminente segunda generación de máquinas, pensada para después de 2020.
        Esto significa que muchas profesiones y trabajos que hasta ahora no se habían vistos afectados por el cambio tecnológico y más que eso, beneficiado, se van a ver en dificultades de diversa naturaleza.
        Se habla, por ejemplo, de que ahora el cambio tecnológico va a afectar no ya a las fábricas automatizadas como en otro tiempo, sino a los trabajos de carácter administrativo. Todo el proceso de tramitación ya comienza a ser digital.
        Sin embargo, hay aspectos que no se tienen en cuenta cuando se aborda el próximo salto cualitativo que la tecnología de hoy en día tiene planteado para dentro de unos años.
        Tomemos el caso del periodismo que todos sindican como el más afectado por éste cambio. Es verdad que el periodismo digital afecta a la prensa escrita y que a los diarios les costó mucho “competir digitalmente consigo mismos”, hasta el día que entendieron que internet potenciaba mejor la venta. Va a existir menos prensa escrita, pero la existente ya se está beneficiando con Internet que oficia de vocero propagandístico, en donde también hay avisadores.
        Tradicionalmente, la prensa no vivía del tiraje, sino de los avisadores y ese hecho es válido también para Internet.
        Hoy en día quien no está en la red, no existe.
        Lo mismo ocurre con los escritores. Las editoriales no quieren que el libro esté en la red hasta que hubo gente que entendió que un libro que se regala en Internet, aumenta sus ventas en las librerías.
        Recuerdo que una vez, cuando trabajaba como vendedor de libros, le pregunto al jefe de ventas: “Pero habiendo tantas documentales sobre la Segunda Guerra Mundial ¿Quién va a comprar una enciclopedia ilustrada sobre ese tema?” Y me contesta, “ese es tu error. No te hacés idea de la cantidad de gente que después de ver una documental quiere leer un libro”.
        Decir que en el futuro va a desaparecer la escritura y los lectores, porque el video vino a llenar esa necesidad es totalmente equivocado. El video vino a generar y renovar esa necesidad. Hoy se imprimen 20 mil libros por año.
        El tema más paradigmático de todos es la computación, que como bien sabemos fue pensada para optimizar la tasa de ganancia empresarial ahorrando mano de obra, en el preciso instante que los mercados sobresaturados de mercancía dejaban de comprar. Sin embargo, pese a esa intención, hoy no se concibe un puesto de trabajo sin un ordenador. Si el empresario quiere tomar a dos empleados más, tiene entonces que comprar dos computadoras más.
        Conocí vendedores de máquina de otra época que al computador le llamaban “puesto de trabajo” o “estación de trabajo”.
        Según Bill Gates en su interesante libro “El Comercio Electrónico” en el futuro sostiene, va a ser la principal fuente de ingresos en la balanza comercial; hecho que se puede constatar en la amplitud que va tomando el teletrabajo.
        El tema que nadie analiza cuando agita el cuco del fantasma tecnológico es que existe mercado de bienes y servicios porque existe mercado laboral. Que la mano de obra globalmente considerada tenga que ser flexible y que ya no se conciba una enseñanza taylorista del tipo “Zapatero a tus zapatos”, como era en otro tiempo, no significa que eso conlleve una disminución de puestos de trabajo sino antes bien una readecuación de la masa laboral.
        El tema de fondo en este gran desfasaje de la educación de cara al cambio tecnológico es el hecho de que uno viene de la época fordista en donde la enseñanza era taylorista. Fue importante en su tiempo. En aquella época se sostenía que quien hizo escuela solamente era el obrero manual. Quien llegó hasta liceo podía ser administrativo. Quien terminó bachillerato, podía aspirar hasta mando medio y quien concluyó la Universidad le correspondía ser directivo. Esa es la causa por la cual la escuela y la fábrica estaban juntas.
        La enseñanza primaria era una fábrica de obreros manuales, en un entorno en dónde el 25 por ciento de la masa laboral activa eran obreros fabriles.
        Esto implicó una enseñanza taylorista, según la cual las tareas más difíciles se dividen en otras más simples y se segmenta y compartimenta al trabajo. Se estandarizan los procesos industriales y se produce a escala como manera de acelerar la productividad. Los encargados y capataces debían vislumbrar la mejor forma de realizar una actividad. Se seleccionaba y entrenaba a los mejores trabajadores para cada cosa. Se medía el rendimiento y con técnicas de la psicología experimental se estudiaba al trabajador como si fuera una máquina alimentada por dinero. También se pagaba en función del rendimiento.
        Esto cambió dramáticamente en lo que va de los años 80’ en adelante y en los 90’ el trabajo se vuelve flexible, lo que significa que ya no es tan importante “el técnico”, sino el trabajador que domina toda la actividad, que era justamente lo que Frederick Taylor quería evitar a toda costa. No solamente él, también en Alemania Georg Simmel tenía ensayos sobre la importancia de la compartimentación del trabajo.
        En el Uruguay parecen no haberse dado cuenta de la verdadera naturaleza de lo que cambió y siguen educando para un mundo que ya no existe. Confunden la amplitud tecnológica y la flexibilidad en el manejo de las nuevas tecnologías, con la estrechez reduccionista del tecnicismo tecnocrático.
        Esta es la causa por la cual a nivel de la psicología laboral y de las organizaciones, hayan surgido otras visiones como la de Elton Mayo. Es indudable que para sostener, en otro momento del proceso productivo, que los factores emocionales influyen en el rendimiento del trabajador, que hay que entender los grupos informales internos y la presión que ejercen, que hay que prestarle atención a la gente para que trabaje mejor y priorizar la cohesión del grupo, no es porque los empleadores se hayan vuelto humanistas, sino porque la tecnología al resolver lo mecánico y repetitivo superó la mirada taylorista, no porque Frederick Taylor hubiera sido malo en su tiempo.
        Lo mismo se podría decir de la educación; que lo emocional es esencial en el proceso de aprendizaje, que los alumnos forman sub grupos de amigos y estos ejercen una presión sobre el educando, que una clase debe ser brindada haciéndoles sentir que son parte de un grupo cohesionado que trabajan y estudian en equipo y que el educador debe estar atento a las diferencias individuales del educando. Se llega a esta visión, no porque aquella enseñanza de otro tiempo fuera mala, sino porque la tecnología exige hoy nuevas destrezas en el relacionamiento de los equipos de trabajo, desde que lo rutinario, ya no tiene la importancia que tuvo.
        Más allá de esto es evidente que las profesiones humanísticas que hasta ahora eran la pariente pobre de la educación laboral se van a ver mejor posicionadas. Profesiones como psicólogo, político, historiador o predicador no van a tener ese problema. Aunque parezca una paradoja, ésta tecnología pone al humanismo en el centro de las cosas. También está el hecho de que ante una sociedad envejecida como lo que estamos viendo a nivel mundial, profesiones como acompañante de ancianos o de enfermos, van a tomar otra fuerza.
        Un capital que no tiene frente a sí al trabajo es un capital que no encuentra a quien venderle nada.
        El desafío por lo tanto pasa por la educación y no por echarle la culpa a los robots o a los inmigrantes, que son justamente quienes hacen los trabajos que a nadie le gusta realizar.
         El educador de hoy se da cuenta del desfasaje enorme que existe y tiene las mismas dudas que tenía aquella gran educacionista uruguaya que fue Reina Reyes, cuando se preguntaba angustiada “¿Hacia qué futuro educamos?” Famoso texto en su tiempo, que hizo época. El tema es que el pedagogo no sabe qué hacer ante el vértigo que genera el cambio tecnológico de nuestros días y más que eso, ante el bajo nivel cultural del educando actual.
        Como decía Alvin Toffler “Vivimos en un mundo en donde el que se automatiza pierde, porque cualquier tarea automática es perfectamente robotizable”. Enseñar hoy exige conceptos generales y no mamotretos memorísticos, como en otra época, porque no hay que perder de vista lo que decía Wilhelm Dilthey, uno de los padres de la pedagogía moderna: “Enseñar es educar para la vida”. Con un simple click en Google se obtiene la información que nos habíamos olvidado.
        Uno de los grandes errores que comete la pedagogía de la informática, que es un poco el buque insignia del cambio, como demuestra Bill Gates es el hecho, fácilmente constatable, de que en vez de enseñar a estudiar con la informática, quiere enseñar la informática y si bien los técnicos son importantes, el educando debe en su ciclo lectivo ser más que nada un usuario, pero no cualquier cibernauta, sino un usuario inteligente. Debe valerse de ella para aprender y no obsesionarse por como están hechos los programas.
        La tecnología resuelve lo mecánico, lo supera y trasciende, termina con el maquinismo tal como fue concebido desde 1850 en adelante y plantea el saber servirse de ella. Esa es la causa por la cual hoy en día, en nuestro país, constituya un área laboral de desempleo cero y sin embargo, es muy difícil encontrar empleados. A quien le gusta, la estudia, pero el resto debe saber aprovecharse de estas herramientas para estudiar y trabajar.
        Es un hecho que esto no lo puede brindar la enseñanza formal y para eso están las Academias particulares y allí son los padres quienes deben darles a sus hijos esos estudios complementarios.
        En otro tiempo al salir de Preparatorios, lo que hoy es 6º año de liceo, uno iba a las academias a estudiar máquina, inglés, contabilidad y taquigrafía, porque la enseñanza formal no brindaba esos conocimientos y el inglés que se impartía era muy rudimentario. Hoy en día ocurre lo mismo en otro nivel del desarrollo tecnológico. Lo que antes era máquina y saber escribir con los 10 dedos, hoy es el computador propiamente dicho y el dominio no ya del teclado, sino de Word, que además de ser un procesador de textos es la puerta de entrada al sistema operativo. Lo que en otra época era contabilidad hoy es el manejo de la planilla electrónica Excel que puede ser complementado con algún programa de contabilidad mecanizada. Lo que en su tiempo era taquigrafía hoy lo son los sintetizadores de voz y los selectores de palabra. Lo que fue inglés, si bien sigue siendo importante, puede paliarse esa insuficiencia con los traductores de Google. Es más, se puede poner un texto en inglés en el sintetizador de voz y escucharlo como forma de no perder los conocimientos adquiridos en otra época.
        Eso es lo que la enseñanza formal ni ayer, ni hoy, pudo brindar y solamente lo ofrecen las academias particulares. Lo que sí puede y debe dar la enseñanza pública o privada, pero obligatoria, es a valerse de la informática para aprender y enseñar.
        De cara al cambio tecnológico, que ya es una realidad cada vez más vertiginosa, evidentemente, son los educadores, quienes más precisan educación.





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