miércoles, 11 de diciembre de 2013

El Uruguay en la mira de los estúpidos internacionales.

       Cuando Vargas Llosa, Montaner, Plinio Apuleyo escriben el Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano y luego, mucho tiempo después El Regreso del Idiota, se olvidaron a mi entender del rol que en todo eso juega no un Eduardo Galeano, sino el mismísimo Uruguay.
       Si fuera por mí escribiría el Manual del Perfecto Vivo Latinoamericano, pero eso sería harina de otro costal.
       Porque si en la gente que hoy reivindica a Allende, Mariatigui, o la base social del peronismo vemos la figura de la que nos habla Vargas Llosa, en el Uruguay si bien existen y están presentes es otra cosa lo que está planteado.
       Aquí estamos delante de un Perfecto Vivo Latinoamericano, aquel que toma un tema que le da popularidad aunque ese asunto sea opuesto a las posiciones que anteriormente defendía, para vengarse de aquellos que son sus enemigos fundamentales. Hace de la marihuana, por ejemplo, un centro, para impulsar una ley mordaza a los medios de comunicación, con el fin de que no puedan averiguar nada.
       Tanto el Perfecto Idiota Latinoamericano, como el Rey de los Vivos viven del hecho de que a nivel internacional los medios de comunicación se manejan con lo que en sociología se llama estereotipias. “Uruguay Schiaffino” se decía durante mucho tiempo, son los mismos que hoy dicen “Uruguay Forlán”. No entienden nada de geografía, lo que está indicando el bajísimo nivel cultural de la enseñanza que se les imparte, en donde al parecer la geografía no es una materia curricular.
       Hay gente muy culta que no sabe dónde queda nuestro país y confunde Uruguay con Paraguay. Lo que está indicando que la geografía es una asignatura pendiente en esos lugares. Ni siquiera se toman la molestia hoy de entrar al Earth de Google y buscar el lugar en cuestión, lo que está indicando también, que tan cultos no son.
       Si la despenalización de la marihuana le da a nuestro país esa espectacularidad internacional y la ley de medios –verdadero golpe de Estado- no los inmuta, quiere decir varias cosas.
       Gente así es la que ha defendido a Fidel Castro por cuestiones que le dieron prestigio internacional mientras internamente destruía sectores enteros de la producción y el trabajo. Gente que quiere radicarse en el Uruguay para comprar marihuana es porque algo muy gordo se trae en ese raro experimento en donde los 3 millones y algo más de uruguayos venimos a resultar conejillos de indias, para solaz de Soros y Rockefeller.
       El periodista internacional tiene que saber que el Uruguay es el país más caro del mundo, como pudo comprobarlo no bien entra a un bar a tomar algo, porque la carga tributaria, con la que se condena a su gente, está al servicio de rascarle el lomo a estos verdaderos parásitos sociales.
       El periodista internacional además de mirar un poco el mapa y saber algo de geografía tiene que darse cuenta que el Uruguay es un país ubicado entre Argentina y Brasil y que por ende, un cambio aquí, ya es un desafío para ambos países. El Uruguay no es una isla como Cuba, aunque tenga playas por todos lados.
       El Uruguay no es la playa, Forlán, el matrimonio homosexual, la mujer que aborta tranquila, Benedetti, la marihuana, el tupamaro “humanista” y cosas así. El Uruguay es un país en donde para poder llegar a fin de mes hay que trabajar en dos lados porque el gobierno es una caja succionadora que solo sabe castigar a quien más trabaja. Es un país en donde el robo y la delincuencia están a la orden del día en cualquier lugar y la gente vive con miedo a que la asalten.
       Es un país que llama a la inversión extranjera para poder expropiarle mejor todo a través de gente especialmente preparada para ocupar fábricas.
       Es un país en donde no se puede producir un alfiler porque con el dólar planchado es irrentable trabajar y además, es casi imposible sobrevivir a la inflación de costos en una economía en donde la disparidad en los términos del intercambio vuelve imposible una industria liviana.
       El Uruguay es un país que va hasta donde Brasil se lo permite y que tiene topeado su desarrollo por los antojos y caprichos de Itamaraty y el Palacio de Planalto y que pese a ese hecho, vive con los ojos puestos en la Casa Rosada, creyendo que puede encontrar algo bueno de Argentina.
       Es un país que si no se abre al mundo muere, porque vive en una región en donde ambas potencias son extremadamente proteccionistas y expansionistas.
       El destino no está en abrirse al mundo fumando marihuana, sino priorizando la educación al servicio del trabajo y la generación de valor agregado. Temas que si el periodista internacional se pone a averiguar, verá que son precisamente los que el gobierno actual quiere tapar con la cortina de humo de la drogadicción.

       Solo a un estúpido internacional puede parecerle bien lo que está ocurriendo.