Estamos en las puertas de una muy larga desaceleración de la economía a nivel mundial, en donde a Europa le ha de costar mucho recuperar el nivel de vida que tenían y peor que eso, como lo muestra la España de hoy, están perdiendo la mano de obra calificada, lo que significa que de existir una recuperación en el futuro, el daño a la economía ha de ser irreversible por ausencia de capital humano.
Por el otro lado, Estados Unidos se está recuperando muy, pero muy lentamente y el primer impacto de dicha recuperación es el encarecimiento del crédito para todos los demás.
China que hoy vive una burbuja al igual que Brasil está en las puertas del desinfle de la economía y el tratar de orientarse hacia el mercado interno no solo ha de agravar la situación de desaceleración, sino que va a implicar un encarecimiento al exterior de su actual pujante parque industrial.
Chile ha sabido durante estos últimos 25 años mantener una política correcta que le permitió crecer imparablemente y hoy está llegando a una meseta en ese crecimiento. Estamos hablando de la octava economía del mundo; un país que recibe el 37 por ciento de las inversiones internacionales que llegan a América Latina y que está a la par de Brasil al respecto.
Hoy es, precisamente, el momento de campear el temporal siendo lo más austero posible con el ahorro alcanzado y fundamentalmente, bajando los impuestos para que sea atractiva la inversión, pese a la desaceleración global.
El triunfo de Michelle Bachelet con el 47 por ciento de la participación de los inscriptos para votar, además de reflejar el bajo nivel de cultura cívica en aquellos que no se tomaron la molestia en sufragar es el indicador más claro de una situación si se quiere trágica en el país trasandino.
Estamos hablando de alguien que ya ejerció la primera magistratura y que de pronto, inopinadamente le pica un bicho raro: resulta que la sociedad organizada en lo privado es lo malo y la ganancia del espacio para lo público lo bueno. No pensaba así cuando fue Presidenta, lo que está indicando que es portavoz de cierta gente.
Esta manera de pensar la conduce a verdaderos disparates: La enseñanza es un bien público, por ende no puede estar sujeta a lucro. No se da cuenta que si hoy la enseñanza chilena es de calidad lo es merced a que las cosas son como ella o su equipo no quiere que sean. Como se dice en buen romance, quieren la chancha y los cuatro reales. Con ese criterio el transporte debiera ser gratuito y con esa misma línea argumental el alimento, que es un bien público que se controla bromatológicamente, debiera ser gratuito para todo el mundo. Es la nueva retórica del viejo socialismo. No habla de colectivizar los medios de producción y las relaciones de producción, sino de un supuesto bien público para ser creíbles en países en donde el cristianismo tiene fuerza en la mayoría de la gente.
Más allá de la miopía con la que se suele ver a la Bachelet de ahora, hay cosas muy claras que huelen feo: Quiere recabar con impuestos el 3 por ciento del Producto Bruto Interno, le eleva a las empresas cinco puntos porcentuales para financiar la educación, quiere revertir las administradoras y ponerlas en manos del Estado, no quiere financiamiento entre privados y colegios y proyecta dos Universidades más, quiere una nueva Constitución con más cargos políticos, tiene en mente una reforma tributaria en donde el argumento de campaña es la reforma del sistema educativo. Cualquiera entiende que se convirtió en una persona que cree que el dinero llueve del cielo y estamos hablando de alguien que cuando dejó su anterior presidencia, el gobierno entrante heredó un déficit del 3, 5 por ciento y hoy encuentra una economía saneada después del terrible terremoto que sufrió Piñera no bien asumió.
Tengamos en cuenta que está apoyada por partidos que son una verdadera caja sorpresas; conservadores y comunistas, católicos y liberales, moderados y radicales, corporativistas y populistas -cocoa-, ninguno habla de política, sino de su lugar en la mesa, unificados únicamente por el manotazo que piensan dar a las arcas del Estado. Una piñata peor que la nicargüence. El horno no está para bollos.
El hecho de que los grandes capitales hayan apoyado sin ocultamiento a Bachelet está mostrando la capacidad gatopardista que se aguarda de ella al respecto. Lo que indica que la van a emprender contra la clase media y más nadie. No puede ser de otra forma. Al fin y al cabo, aunque se dañe el edificio jurídico chileno, cuatro años no son nada y la gente que es tan de centro, que ni siquiera ese día sufraga, tendrá que entender que cuando deja de meterse en política, es ésta quien se termina metiendo con ellos.
Hay razones por las cuales Chile -ese Chlle nuestro- es importante para los uruguayos.