Brasil, la novena economía mundial, con una ola de
privatizaciones que ahora tiene en mira los tesoros naturales del país, cadenas
de hoteles, las cataratas del Iguazú, en donde entran cientos de islas, riberas
marinas y parques naturales vírgenes para el turismo, se encuentra ante el
enorme desafío de reducir la presencia estatal en la economía, empezando por el
hecho simple de que en algunos distritos federales ya no tienen, ni siquiera
para pagar los sueldos.
Piensan privatizar virtualmente todo, rutas ‑fundamentalmente
en el área de Mato Grosso y de la Amazonia‑, terminales de cargas en los
puertos de Paranaguá y Belém, la principal empresa de electricidad –Electrobras‑,
una lotería y hasta la Casa de la Moneda, además de una inmensa reserva del
Amazonas que ahora será abierta a la explotación mineral de la Reserva Nacional
del Cobre y sus Asociados (Renca), entre los estados amazónicos de Pará y
Amapá. Se trata de un área de casi 47.000 kms2 (más grande que Suiza), rica en
cobre, oro y otros minerales, que había sido creada durante la última dictadura
militar por su valor estratégico. Además serán puestos en venta 13 aeropuertos,
incluidos el metropolitano de San Pablo, Congonhas, uno de los de mayor tráfico
del país, así como las terminales de Recife, Maceió, João Pessoa y Cuiabá.
También están incorporados al programa de ventas y de concesiones 57 activos
estatales.
"Brasil tiene centenares de áreas que son patrimonio del
Estado, que no tienen nada instalado y con un gran potencial turístico",
sostuvo el ministro de Turismo, Marx Beltrãao.
En un gran país de contrastes como es Brasil, mientras el
país aspira a potenciar el turismo, Río de Janeiro –la otrora capital nacional
y luego la capital del turismo‑, se sumerge cada día que pasa en una espiral de
violencia narco que le exigió al gobierno a sacar el ejército a la calle.
La deuda pública del gigante del Norte abarca el equivalente
al 80% de su Producto Bruto Interno, lo que significa que si quisieran pagarla
toda la sociedad tendría que estar casi un año sin comprar, ni comer nada.
Ante este panorama de crisis la reforma laboral aprobada en
Brasil en julio pasado, entre otros puntos aporta flexibilidad para
contratar y desvincular trabajadores. Es una reforma que deja atrás los
convenios colectivos por sector de actividad y hace primar los acuerdos
privados, amplía la posibilidad de tercerizar, faculta a las compañías a
contratar trabajadores en forma zafral, pagando por día o por hora y
flexibiliza las normas de despido.
A su vez se autoriza a jornadas de 12 horas diarias, con
descansos de hasta 36 horas.
De resultas a esta circunstancia el salario medio del sector
privado en 2016 fue de 1.365 dólares en Argentina, 570 dólares en Uruguay y 620
dólares en Brasil.
Según el economista Dante Sica, director de Abeceb, Brasil
orientó la reforma laboral con una mirada y un plan más alto dirigido a mejorar
la productividad. En este sentido, no hay que perder de vista, como decía Celso
Furtado, que “Brasil representa al parque industrial más grande del Tercer
Mundo”.
Para Dante Sica: “Se encaró una amplia reformulación de las
reglas de juego, enfocada en flexibilizar el mercado laboral, atender la
debilidad de la infraestructura, simplificar el sistema tributario y reducir la
burocracia estatal y los obstáculos a la inversión extranjera en sectores
tradicionalmente protegidos".
Esta circunstancia le permite abaratar los costos de
producción y genera una competencia desleal con los socios del Mercosur.
Estas medidas de ajuste le permitieron salir de la peor recesión
de su historia con un segundo crecimiento trimestral consecutivo en abril‑junio
del 0,2%, gracias al repunte del sector servicios y al crecimiento en el
consumo de las familias y esto después de 12 ejercicios negativos.
En este contexto la industria se contrajo un 0,5% y el sector
agropecuario no tuvo crecimiento, mientras las inversiones se redujeron un
0,7%, la única mejoría vino por el lado
del crecimiento de la demanda de un 1,4%, y que los gastos del gobierno cayeron
un 0,9%.
Existieron “algunos resultados macroeconómicos positivos a lo
largo del trimestre, como la desaceleración de la inflación, la reducción de la
tasa básica de interés y el crecimiento, en términos reales, de la masa
salarial", según el Instituto de Estadísticas, IBGE.
La inestabilidad política brasilera, generada por la
revelación de casos de corrupción que involucran a los principales actores de
la política, pone un sesgo de conflictividad adicional a este fenomenal ajuste
muy difícil de digerir para ciertos sectores sociales.
Ahora la prioridad del gobierno es la reforma previsional y
la tributaria, en uno de los países más desiguales del mundo.
Pese a este proceso de dura estabilización económica, Michel
Temer no logra mejorar su imagen, con una popularidad de apenas el 5%.
Con una grabación del empresario Joseley Batista admitiendo
un pago de sobornos, cinco meses más tarde 251 diputados se impusieron sobre
otros 233 para que no avanzara la investigación y lo desplazaran del cargo. Lo
hicieron como manera de defenderse, porque también los legisladores están
manchados de corrupción.
En el afán tanto del parlamento como de la justicia por
sostener a Temer también juega el hecho de que está sostenido, en gran parte
para realizar el trabajo sucio que nadie quiere hacer, por no pagar costos
políticos. No bien haga su tarea, no es nada improbable que corra la misma
suerte de Dilma.
Hoy la Unidad Europea mira con preocupación la inestabilidad
que existe en Brasil, porque es inhibidora de un acuerdo comercial con el
Mercosur.