Decir que la seguridad ciudadana en el
Uruguay marcha bien y que los que sostienen lo contrario son los equivocados es
una frivolidad tan grande como no querer darse cuenta que en dos días de
carnaval, para no ir más lejos con el tema de las estadísticas, robaron
supermercados, taxis, ómnibus, una pollería y una joyería.
De aquellos que les parece sensacional
un país como Venezuela, no se puede pretender otra cosa, pero de aquel que las
encuestas dicen un día sí y otro también, que ha de ser el seguro Presidente de
la República es preocupante, por decir lo menos.
No quieren darse cuenta que la
inseguridad ciudadana a quien castiga es al pobre y al trabajador, al hombre
que está indefenso porque no tiene recursos económicos para escudarse de los
ataques. Eso no significa que todos no estemos al acecho de este flagelo, sino
que los que más la padecen son los hombres y mujeres corrientes.
Fundamentalmente el anciano, la mujer y el niño pobre, porque son quienes más
vulnerabilidad tienen ante el delito. Son la presa predilecta de los
delincuentes.
Decir que en el Uruguay de hoy la
inseguridad ciudadana no es un tema importante está indicando el nivel de
insensibilidad, cinismo e hipocresía en aquel que vive en una burbuja.
Cada época tiene un nivel de delito
diferente, un perfil distinto de delincuente y modalidades de acción propias.
El delincuente de otra época era alguien que tenía códigos para moverse, el de
ahora no tiene ninguno. Antes la delincuencia estaba asociada a un problema de
carácter neurológico, por eso la criminología estaba basada en Lombroso y la
genética. Hoy no.
En criminología preventiva han
descubierto que el delito existe bajo determinadas condiciones ambientales. Un criminólogo
preventivo puede determinar con solo ver el barrio y las calles si allí existe
o no una alta probabilidad de delito. Es muy simple. Calle sucia, basurales
endémicos y mugre son indicadores de que allí la recurrencia del delito es
grande.
Una política de tolerancia cero es un
plan de acción de carácter global, no una medida aislada y meramente policial.
La inseguridad ciudadana termina
destruyendo las matrices sociales. El delincuente actual razona de un modo muy
simple: “Para qué voy a trabajar y ganar un sueldito si robando a aquel de
enfrente tengo lo que necesito”.
Es temerario, frívolo e irresponsable
decir que es un tema secundario cuando lo que expresa exige medidas de diversa
índole, en donde el descaecimiento de la educación está también ligado al
delito. Educar es preparar para la vida, para el trabajo, la inseguridad
ciudadana es una consecuencia del descaecimiento general al que nos han
llevado.
Decir que la inseguridad ciudadana es
una cuestión irrelevante y no el pilar de lo que deben ser las políticas
sociales que se dicen defender es de una frivolidad que demuestra la
incompetencia para gobernar.
La seguridad es un producto que se
construye cuando hay integración multidisplinaria y competencia para
estructurar los equipos que desde distintas áreas están implicados: la
educación, la policía, las asistentes sociales, la limpieza de las calles, las
políticas de empleo y demás.