miércoles, 21 de marzo de 2018

Internet, espionaje, Facebook y otras sorpresas



        Facebook es un sitio web de redes sociales creado por Mark Zuckerberg y fundado junto a Eduardo Saverin, Chris Hughes y Dustin Moskovitz. Al comienzo era una forma de comunicación entre estudiantes de la Universidad de Harvard. Tenía entonces como finalidad que los estudiantes compartieran contenidos por Internet en forma fluida.
        El proyecto inicial resultó exitoso y a partir de 2007 se extiende lanzando versiones en francés, alemán y español. Hoy tiene más de 2.000 millones de miembros y traducciones a 70 idiomas. Con 50.000 servidores en Linux la empresa es una de las más importantes de Internet.
        Las principales críticas que se le hacen están centradas en el tema de la privacidad. Aquí, como decía Vance Packard en la Sociedad Desnuda, hay que tener en cuenta que falta legislar sobre el derecho a la privacidad. El único delito que cometió Facebook es no haber puesto en la letra chica de la suscripción a ese servicio, que el usuario permite que se monitoree los contenidos que pone.
        Todos, desde Twiter hasta Google al inscribirse, ponen en la letra chica, que se les permite acceder a los contenidos que se van a publicar.  Como el interesado acepta, el espionaje no es delito en este caso. Lo  mismo hace Microsoft en Windows 10, que por un lado pone por GPS el mapa del lugar en que se encuentra la máquina, y por el otro exige que se pongan los datos exactos de la dirección. Parece una tomadura de pelo, pero es así. ¡Para qué quieren los datos del domicilio, si ya lo saben por GPS!
        El tema del espionaje es de esas tantas cosas, en donde la sociedad opera con lo que se llama vulgarmente, cinismo de comisario. Se enteran hoy, de lo que sabían de toda la vida.
        Todos, absolutamente todos, hacen espionaje y burlan la privacidad. Esa información tiene un valor puesto que es a todos los efectos, mercadería.
        Pongamos por caso: Si una empresa quiere vender championes Adidas en el Chaco, necesita un estudio de mercado, que le permita acceder a los posibles perfiles de comprador que para ese producto, existe en ese lugar. A tal fin, contrata a Google, a Facebook o a cualquier otro y recibe como información, que por ejemplo, el 85% de los potenciales compradores allí, son las madres de niños de entre 12 y 18 años. La empresa, por tanto, dirige su publicidad a las madres y a más nadie.
        Esa información es valiosísima, y se cobra. Evita, a quien la obtiene, predicar en el desierto.
        Lo mismo es válido para las campañas electorales, que están encaradas como la venta de un candidato. Como dicen los americanos: Cada compra un voto, cada voto una compra.
        La gente compra un discurso y un candidato, como cualquier otra mercadería.
        Esto de ahora es algo parecido al caso Watergate.
        Cuando salió a luz que los demócratas hacían espionaje sobre todos los presidentes del mundo, Obama dijo que eso lo hacen todos los gobiernos. En cambio, no razonaban así cuando el caso Watergate, en donde el espionaje era contra ellos.
        El único delito en este caso es no haber pedido permiso.
Resulta infantil creer que la gente votó por Donald Trump, por lo que pudo haber hecho Facebook con sus datos personales.
        En las suscripciones a ciertas páginas Web las preguntas que se hacen son llamativas. Para qué precisan saber si soy casado, soltero, divorciado o viudo. Para qué necesitan enterarse si me gusta la tecnología, el arte, las noticias políticas o el deporte. Quien analiza el tipo de preguntas que se hacen para entrar en cualquier red, comprende que es abusivo lo que preguntan. Facebook aquí ofrecía una solución alternativa. Al ingresar a una prestación de Internet que exige registrarse, basta cliquear Ingresá con Facebook, para obviar todo ese proceso de registración, en donde muchas veces, poniendo las claves y demostrando no ser un robot, aun así, de pronto, no es posible registrarse.
       

         Éste beneficio que ofrece Facebook no es gratuito, como no lo es tampoco lo que Google “regala”, porque hoy la información tiene un valor estratégico que es clave. Por ejemplo, cuando abro una cuenta en Facebook pongo mi correo electrónico con otra contraseña diferente. Cierta vez me sucedió que saltó un cartelito diciendo: “Ponga la contraseña correcta, por favor”, puse la verdadera, que no era con la que me había registrado y me permitió entrar. Lo que está indicando que con contraseña o sin ella, el sistema de entrada a Facebook birla cualquier correo electrónico.
        Cierta vez puse en mi Mozilla Firefox una extensión de Ad Block llamada a avisarme cuando una página o empresa está haciendo espionaje y a bloquearles la entrada al navegador. Así entrara a la página más insignificante y aparentemente inocua, como puede ser un diario, la lista de bloqueo no bajaba de 20 vínculos diferentes de empresas de todos los lugares del mundo. Lo que está indicando que en el negocio de la venta de información, están los grandes como Google y Facebook, y también los medianos y los chicos.
        Hay que ser demasiado tonto como Hillary Clinton, para escribir 33 mil correos electrónicos con información que representa secretos de estado. Mi correo es trucho, lo tengo porque lo preciso para suscribirme, pero si quiero enviar un mensaje, voy a un ciber, abró otro y lo envío.
        Lo que ahora ocurre con Facebook es más por razones políticas contra la derecha republicana, que por otra causa. Porque entonces cabe preguntar. ¿Recién ahora es noticia el espionaje por Internet?
        Lo que estas empresas arman es un perfil psicográfico del usuario. Pueden saber si una persona es abierta a la experiencia, meticulosa, extrovertida, amable u obsesiva. Qué tipo de consumidor es, sus compras, hábitos, viajes, preferencias. Incluso, según dicen, están en condiciones de predecir a qué candidato va a votar.
        Una campaña electoral se gana, no discutiendo con quienes piensan diferente, sino dirigiéndose a los que piensan parecido. Ese es el éxito de Cambridge Analytica; allanarle el camino al candidato a dirigirse a su electorado potencial, sin importarle lo que digan los demás. Pero de ahí a creer que con eso solo se gana una elección es subestimar el juicio del común de la gente.
        Todo esto parece más una jugada política al estilo Watergate, en donde el malo es el otro porque me espia a mi, cuando en realidad todos están con los dos pies en el plató.