El próximo 11 de marzo los chilenos verán una escena que ya
conocen. Bachelet le entregará la banda presidencial y el bastón de mando a
Piñera, así como éste se la entregó a ella, hace cuatro años atrás.
El balotaje en realidad confirma lo que ya se sabe en
politología, que cuando la ventaja que el favorito le lleva al otro candidato
sobrepasa el 10%, nunca se ha dado el fenómeno de que gane el no favorito. Aquí
la relación era de un 36% para Piñera y de un 22% para Guillier, ahora la
distancia que inicialmente era de un 14% a favor de Piñera, se mantiene en un
9%.
Sebastián Piñera se impone con el 54,57% ante un Guillier que
alcanza tan solo el 45,43%. Se podría hacer una lectura diferente y sostener
que si bien ganó Piñera, Guillier logró acortar la distancia de un 14% a un 9%.
Pero también habría que decir que el 45,43% de Guillier es la suma de su 22%,
más el 20% del Frente Amplio y en cambio el 54,57% de Piñera, es su 36%, más el
8% de José Antonio Kast, más un 10% de electorado que logró ganar. De todos
modos sería una observación menor, que confirma el aserto de que cuando la relación
es de más de un 5%, gana siempre el favorito.
El desencanto del centro derecha era no haber llegado al 45%
estimativo, pero se perdía de vista que si se sumaba el 36% de Piñera, más
el 8% de José Antonio Kast, se estaba en
el ansiado 44%. Además Kast se puso al otro día a disposición de Piñera para
ganarle a Guillier.
Las encuestas no se animaban a dar por ganador a Sebastián
Piñera y razonaban como si estuvieran en 3% de diferencia, que ahí sí, se podría
hablar de empate técnico.
El resultado también desmiente la presunción de que una mayor
participación favorecía a Guillier, porque representa a sectores más
politizados y activos. Esta vez sobrepasó la primera vuelta (que fue de un 46%)
y superó el 50%. Hubo 350 mil más votantes en esta segunda vuelta y el triunfo
fue el opuesto al que se había predicho. Lo que está indicando que los cambios
en la modernidad que se fueron generando en estos últimos años, han generado un
electorado en el siglo XXI muy diferente al tradicional del siglo XX.
Creer que existe un eje ideológico que va de la izquierda a
la derecha y eso explica el comportamiento de los votantes, es no tener en
cuenta que son las reacciones morales ante planteamientos específicos lo que
conecta al candidato con el votante. Es creer que existe un voto cautivo como
en el siglo XX en donde los pobres votaban la izquierda y de la clase media
para arriba la derecha. Hoy el votante no quiere planteos prospectivos a
futuro, sino soluciones actuales a la realidad en que vive. Prioriza la
política de gestión y no ya la ideología.
Significativo es el hecho de que ya en la primera vuelta la
participación fue alta en la zona oriente de Santiago, donde reside la
población de más altos ingresos, pero disminuyó en los municipios más pobres.
Lo que el balotaje confirma es que ese 4% de mayor participación favoreció a
Sebastián Piñera, porque entre Sánchez y Guillier ya estaban en el casi 45%
actual.
Esta vez logró revertir la tendencia decreciente en la
participación del electorado y se convirtió en el Presidente electo con la
mayor votación -casi 3 millones 800 mil sufragios-, en más de dos décadas,
superando ambas elecciones de Michelle Bachelet,
El triunfo de Sebastián Piñera se da en el marco de una de
las elecciones más reñidas en la historia de Chile.
En esta polarización hubo un fracaso en el discurso de la
izquierda, que representa Beatriz Sánchez. Llegó a decir que votaría por
Guillier, no por sus propuestas, sino como un voto “anti Piñera”.
Eso es de una torpeza muy grande en política, porque el voto
no es una pedrada que se lanza contra otro, sino una propuesta que el ciudadano
compra esperanzado en un futuro mejor.
Las campañas por la negativa –ellos no se dan cuenta‑,
terminan favoreciendo al que se quiere perjudicar, porque implica la
claudicación de la propia capacidad de propuesta y significa darle un mayor
protagonismo al rival.
La gente vota soluciones a sus problemas y no un discurso
anti otro, que en vez de ser parte de la solución, es parte del problema.
Otro error de Guillier fue exhibirse junto al ex presidente
uruguayo José Mujica, creyendo que así ganaba a los sectores del Frente Amplio,
cuando la cercanía de Mujica con el chavismo es algo que espanta a todo el
mundo. El mismo error que cometió Scioli al final de su campaña. En este nuevo
escenario que está surgiendo en la región,
sea o no el fin de la ola “progresista”, con Mujica no suman, restan.
“Chile necesita acuerdos más que enfrentamientos”, declaró con
fino olfato político Sebastián Piñera minutos antes de las 21, en el hotel
Crowne Plaza del centro de Santiago, donde se había armado su comando.
Más allá de éste histórico triunfo del centro derecha, que
solo una vez con Piñera había logrado llegar al gobierno en democracia,
comienza una nueva etapa en Chile, signada por el hecho de que el nuevo
gobierno no tendrá mayoría parlamentaria para gobernar.
Educación universitaria gratuita, reforma de los sistemas de
salud y de jubilaciones, matrimonio igualitario, migración y un litigio
marítimo con Bolivia en La Haya son algunos de los desafíos que aguardan al
próximo presidente de Chile.
El pobre crecimiento económico chileno de estos años (1,8%),
frente al 5,3% anual en promedio del gobierno de Piñera 1, tiene su base en la
caída del precio del cobre, que ahora comienza a mejorar y al recuperarse,
muestra las primeras señales positivas. El hecho de que el precio del metal se
ubique por encima de los 3 dólares la libra física durante 2018 es la gran
noticia del nuevo gobierno.
"Un nuevo ciclo de precios de alza del cobre y otros
'commodities' podría extenderse fácilmente hasta mediados de la próxima
década", gracias al crecimiento de China, responsable del 50% de la
demanda global, y del boom de fabricación de autos eléctricos, sostiene el director
de la consultora Plusmining, Juan Carlos Guajardo.
Chile produce un tercio de la producción mundial de cobre y
en 2018 va a alcanzar 5,4 millones de toneladas de cobre fino. “El gran desafío
es saber si se va a mantener ese nivel e incluso subirlo para satisfacer la
demanda", dice el vicepresidente de la Comisión Chilena del Cobre, Sergio
Hernández.
Más allá de este nuevo viento de cola que favorece a
Sebastián Piñera, se va a encontrar ante un Congreso dividido en tres bloques
con dos grandes agrupaciones que no le harán la vida fácil.
“El primer desafío para el presidente será asegurar la
gobernabilidad. Tenemos una gran pérdida de legitimidad de la clase política,
un divorcio muy grande con la ciudadanía”, señala el economista y analista
político Marco Kremerman.
En Chile para aprobar leyes fundamentales sobre el destino de
los recursos económicos se precisan mayorías especiales o “super mayorías” en
el Congreso.
En este sentido según el analista Mauricio Morales, de la
Universidad de Talca, es posible que el plan de políticas públicas de Piñera
“se apoye más en los ministerios que en el Parlamento y que sea un gobierno más
‘Ejecutivo’ y menos ‘Legislativo’”.
El triunfo de Sebastián Piñera, como el de Mauricio Macri
parecería que están dando una señal sobre la capacidad que deben tener los
dirigentes políticos para ganar. Porque de todo esto se traduce una buena
lección política para el período que comienza a abrirse a nivel regional. Si
bien es necesario tener un modelo de sociedad en mente, hay que saber
traducirlo a un lenguaje capaz de conectarse emocionalmente con la población.