lunes, 18 de diciembre de 2017

Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera. 16 años de alternancia política en Chile.

         
        El próximo 11 de marzo los chilenos verán una escena que ya conocen. Bachelet le entregará la banda presidencial y el bastón de mando a Piñera, así como éste se la entregó a ella, hace cuatro años atrás.
        El balotaje en realidad confirma lo que ya se sabe en politología, que cuando la ventaja que el favorito le lleva al otro candidato sobrepasa el 10%, nunca se ha dado el fenómeno de que gane el no favorito. Aquí la relación era de un 36% para Piñera y de un 22% para Guillier, ahora la distancia que inicialmente era de un 14% a favor de Piñera, se mantiene en un 9%.
        Sebastián Piñera se impone con el 54,57% ante un Guillier que alcanza tan solo el 45,43%. Se podría hacer una lectura diferente y sostener que si bien ganó Piñera, Guillier logró acortar la distancia de un 14% a un 9%. Pero también habría que decir que el 45,43% de Guillier es la suma de su 22%, más el 20% del Frente Amplio y en cambio el 54,57% de Piñera, es su 36%, más el 8% de José Antonio Kast, más un 10% de electorado que logró ganar. De todos modos sería una observación menor, que confirma el aserto de que cuando la relación es de más de un 5%, gana siempre el favorito.
        El desencanto del centro derecha era no haber llegado al 45% estimativo, pero se perdía de vista que si se sumaba el 36% de Piñera, más el  8% de José Antonio Kast, se estaba en el ansiado 44%. Además Kast se puso al otro día a disposición de Piñera para ganarle a Guillier.
        Las encuestas no se animaban a dar por ganador a Sebastián Piñera y razonaban como si estuvieran en 3% de diferencia, que ahí sí, se podría hablar de empate técnico.
        El resultado también desmiente la presunción de que una mayor participación favorecía a Guillier, porque representa a sectores más politizados y activos. Esta vez sobrepasó la primera vuelta (que fue de un 46%) y superó el 50%. Hubo 350 mil más votantes en esta segunda vuelta y el triunfo fue el opuesto al que se había predicho. Lo que está indicando que los cambios en la modernidad que se fueron generando en estos últimos años, han generado un electorado en el siglo XXI muy diferente al tradicional del siglo XX.
        Creer que existe un eje ideológico que va de la izquierda a la derecha y eso explica el comportamiento de los votantes, es no tener en cuenta que son las reacciones morales ante planteamientos específicos lo que conecta al candidato con el votante. Es creer que existe un voto cautivo como en el siglo XX en donde los pobres votaban la izquierda y de la clase media para arriba la derecha. Hoy el votante no quiere planteos prospectivos a futuro, sino soluciones actuales a la realidad en que vive. Prioriza la política de gestión y no ya la ideología.
        Significativo es el hecho de que ya en la primera vuelta la participación fue alta en la zona oriente de Santiago, donde reside la población de más altos ingresos, pero disminuyó en los municipios más pobres. Lo que el balotaje confirma es que ese 4% de mayor participación favoreció a Sebastián Piñera, porque entre Sánchez y Guillier ya estaban en el casi 45% actual.
        Esta vez logró revertir la tendencia decreciente en la participación del electorado y se convirtió en el Presidente electo con la mayor votación -casi 3 millones 800 mil sufragios-, en más de dos décadas, superando ambas elecciones de Michelle Bachelet,
        El triunfo de Sebastián Piñera se da en el marco de una de las elecciones más reñidas en la historia de Chile.
        En esta polarización hubo un fracaso en el discurso de la izquierda, que representa Beatriz Sánchez. Llegó a decir que votaría por Guillier, no por sus propuestas, sino como un voto “anti Piñera”.
        Eso es de una torpeza muy grande en política, porque el voto no es una pedrada que se lanza contra otro, sino una propuesta que el ciudadano compra esperanzado en un futuro mejor.
        Las campañas por la negativa –ellos no se dan cuenta‑, terminan favoreciendo al que se quiere perjudicar, porque implica la claudicación de la propia capacidad de propuesta y significa darle un mayor protagonismo al rival.
        La gente vota soluciones a sus problemas y no un discurso anti otro, que en vez de ser parte de la solución, es parte del problema.
        Otro error de Guillier fue exhibirse junto al ex presidente uruguayo José Mujica, creyendo que así ganaba a los sectores del Frente Amplio, cuando la cercanía de Mujica con el chavismo es algo que espanta a todo el mundo. El mismo error que cometió Scioli al final de su campaña. En este nuevo escenario que está surgiendo en la región,  sea o no el fin de la ola “progresista”, con Mujica no suman, restan.
        “Chile necesita acuerdos más que enfrentamientos”, declaró con fino olfato político Sebastián Piñera minutos antes de las 21, en el hotel Crowne Plaza del centro de Santiago, donde se había armado su comando.
        Más allá de éste histórico triunfo del centro derecha, que solo una vez con Piñera había logrado llegar al gobierno en democracia, comienza una nueva etapa en Chile, signada por el hecho de que el nuevo gobierno no tendrá mayoría parlamentaria para gobernar.
        Educación universitaria gratuita, reforma de los sistemas de salud y de jubilaciones, matrimonio igualitario, migración y un litigio marítimo con Bolivia en La Haya son algunos de los desafíos que aguardan al próximo presidente de Chile.
        El pobre crecimiento económico chileno de estos años (1,8%), frente al 5,3% anual en promedio del gobierno de Piñera 1, tiene su base en la caída del precio del cobre, que ahora comienza a mejorar y al recuperarse, muestra las primeras señales positivas. El hecho de que el precio del metal se ubique por encima de los 3 dólares la libra física durante 2018 es la gran noticia del nuevo gobierno.
        "Un nuevo ciclo de precios de alza del cobre y otros 'commodities' podría extenderse fácilmente hasta mediados de la próxima década", gracias al crecimiento de China, responsable del 50% de la demanda global, y del boom de fabricación de autos eléctricos, sostiene el director de la consultora Plusmining, Juan Carlos Guajardo.
        Chile produce un tercio de la producción mundial de cobre y en 2018 va a alcanzar 5,4 millones de toneladas de cobre fino. “El gran desafío es saber si se va a mantener ese nivel e incluso subirlo para satisfacer la demanda", dice el vicepresidente de la Comisión Chilena del Cobre, Sergio Hernández.
        Más allá de este nuevo viento de cola que favorece a Sebastián Piñera, se va a encontrar ante un Congreso dividido en tres bloques con dos grandes agrupaciones que no le harán la vida fácil.
        “El primer desafío para el presidente será asegurar la gobernabilidad. Tenemos una gran pérdida de legitimidad de la clase política, un divorcio muy grande con la ciudadanía”, señala el economista y analista político Marco Kremerman.
        En Chile para aprobar leyes fundamentales sobre el destino de los recursos económicos se precisan mayorías especiales o “super mayorías” en el Congreso.
        En este sentido según el analista Mauricio Morales, de la Universidad de Talca, es posible que el plan de políticas públicas de Piñera “se apoye más en los ministerios que en el Parlamento y que sea un gobierno más ‘Ejecutivo’ y menos ‘Legislativo’”.
        El triunfo de Sebastián Piñera, como el de Mauricio Macri parecería que están dando una señal sobre la capacidad que deben tener los dirigentes políticos para ganar. Porque de todo esto se traduce una buena lección política para el período que comienza a abrirse a nivel regional. Si bien es necesario tener un modelo de sociedad en mente, hay que saber traducirlo a un lenguaje capaz de conectarse emocionalmente con la población.