Estamos hoy viviendo un nuevo panorama político y económico a
nivel mundial, que si bien en muchos aspectos suele llamar la atención por lo
inédito de lo que ocurre, a esta altura parece demasiado evidente el curso de
los acontecimientos.
En Colombia gana el No al acuerdo de paz con las FARC, en
Gran Bretaña el Brexit, en Estados Unidos Donald Trump y ahora en una votación
altísima del 70 por ciento, gana el No en Italia a la proposición de acotar los
poderes del Senado en favor del jefe de gobierno. Y mientras caen las bolsas
por el triunfo de Trump, comienza a caer el euro.
No me gusta generar alarmismo, porque la fatalidad es la
única profecía auto realizada, pero basta ver la crisis de descapitalización
que tiene la banca italiana para vislumbrar el efecto réplica que este
terremoto anuncia en toda Europa y el mundo. Baja rentabilidad, exceso de
costos en las sucursales, parálisis política impidiendo la necesaria
restructuración del sector financiero, poco atractivo para guardar el dinero
por las tasas de interés cero, reducción a la mitad de los ingresos, escasez de
capital, demasiada dependencia de Alemania, y en plena caída de un 10 por
ciento del Producto Bruto Interno la deuda externa italiana alcanza los 2
billones de euros, la más grande de la zona euro.
Si a esto se le suma los graves problemas de gobernabilidad
que condujeron a este pronunciamiento, con el respectivo No por mayoría
absoluta, vemos que dicho país se encuentra en una crisis sin solución a la
vista y que tiene el agravante de su repercusión en los demás miembros de la
Unidad Europea.
Aquí es donde uno ve el acierto de Gran Bretaña en retirarse
y la razón por la cual crecen los movimientos y partidos políticos
aislacionistas. No es porque sean autárquicos, sino porque de 2008 a la fecha
se perdieron 16 millones de puestos de trabajo y la economía sigue en crisis
sin solución de continuidad.
Esta realidad, más que un fracaso de la globalización como se
la pretende interpretar, es un fracaso de la moneda única, la pérdida de
independencia presupuestal y el endeudamiento irresponsable.
En los casos de España, Italia, Portugal y Grecia que son los
que están peor de todos, la responsabilidad no es únicamente de los gobiernos
irresponsables, sino también de los prestamistas que les concedieron crédito,
sabiendo que estaba más allá de la capacidad de pago que estos países
disponían. Ahora llega la hora de la verdad y la economía se les vuelve un
barril sin fondo.
En el caso de Italia hay que entender esta aparente
contradicción, siendo la cuarta economía mayor de Europa es sin embargo, la más
débil. Con una deuda pública situada en un 135 por ciento del Producto Bruto
Interno ha tenido una economía paralizada durante muchos años, excesivamente
regulada y burocratizada desalentando la iniciativa privada.
Las carteras incobrables de los bancos italianos forman un
agujero negro de 360 mil millones de euros que representa un 20 por ciento
del saldo total de crédito en el sistema financiero. Al perder valor los
créditos, se espera que el sistema financiero genere otros 40 mil millones de
impagados.
En Bruselas se fijan normas que después no se cumplen, hay
conflicto de intereses entre acreedores y deudores, y todos sospechan lo
inevitable, que el sector financiero italiano podría ser la ruina de la zona
euro.
El cóctel explosivo lo forman los créditos deteriorados, que influyen
sobre los balances de los bancos y que les impiden dar nuevos préstamos. Equivalentes
a 200 mil millones de euros -el 8% del total de los créditos-, los NPL (non
performing loans), son fruto de la crisis económica que padece Italia, que no crece
desde hace 15 años. Todo esto ocurre porque las empresas se endeudaron más allá
de su capacidad de pago y los bancos financiaron absolutamente todo.
Los NPL (No realiza préstamos) en realidad es un corralito al
revés; dinero prestado que no será devuelto.
Todo esto se expresa políticamente en el surgimiento
generalizado de los euro escépticos, "los aislacionistas" y toda la variedad de
movimientos que de izquierda a derecha están contra esta forma de integración.
“Asumo la responsabilidad de la derrota. Mi experiencia como
jefe de gobierno hasta acá llega”, dijo el Primer Ministro Matteo Renzi.
Si bien a mi entender es correcto que la gente no haya
querido que el gobierno acumule tanto poder y convierta al Senado en un órgano
de inútiles y refugio para los corruptos, la gravedad de la crisis económica
que dicho país tiene y la necesidad imperiosa de salir de la parálisis conducen
a medidas para las cuales es muy difícil encontrar mayorías parlamentarias.
El resultado electoral es también parte del cóctel explosivo
que toda Europa tiene por delante.
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