domingo, 13 de diciembre de 2015

La crisis del Mercosur


          Hoy el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), está en crisis.
          Cuando nace en los años 90’, le permitió a nuestro país tener un comercio exterior de un 30 por ciento con Argentina y un 20 por ciento con Brasil. Quiere decir que la mitad de nuestro comercio exterior estaba dada en función de una integración regional.
          Hubo en ese momento que pagar un costo muy alto. Se perdieron 80 mil puestos de trabajo.
El Uruguay que emerge tras los años 90’, es un país de nueva matriz productiva, integrada a ambas economías, fundamentalmente a la Argentina.
          A partir de la devaluación en Brasil en enero de 1999 la campaña Uruguaya se ve expuesta a las mismas dificultades que está teniendo en este momento y los productores rurales manifiestan hacia Montevideo y el Parlamento con el lema “Rentabilidad o Muerte”.
En ese momento la economía uruguaya no estaba anclada a la brasilera como ahora, sino a la economía argentina y por ende, se pudo paliar la situación, gracias a la apertura del mercado norteamericano para la venta de carne.
          Tras la devaluación en Argentina de noviembre de 2001, el Uruguay queda prisionero en acuerdos internacionales que le impiden una salida propia y el Mercosur se demuestra totalmente insuficiente para integrar economías, en donde cada cual ajusta su moneda, sin importarle la competitividad de sus vecinos.
          9 meses después, en agosto de 2002 Uruguay decreta feriado bancario y el dólar salta de 13 a 33.
          Mucha agua pasó bajo el puente de ese entonces a la fecha. Estados Unidos revalorizó su moneda volviendo más atractivo el mercado chino para acceder a los productos importados, hubo que aguantar la caída sistemática del dólar durante mucho tiempo, se vivió con una economía planchada en dólares no residentes por la caída de las tasas de interés en Norteamérica, y todo esto conspiraba contra el hecho de que era una fija, que forzosamente había que ajustar la moneda a la alza.
          Junto a esto, se dieron condicionantes nuevas. Néstor Kirchner expulsó a los productores rurales de allá y vinieron a invertir en nuestro país, revalorizando el valor de la hectárea. Vivimos un proceso de extranjerización casi total de la tierra y también la aparición de nuevos emprendimientos, como es el tema de las pasteras, que vinieron a generar un cambio en la matriz productiva de la campaña, similar a la que generaron los frigoríficos a principios del siglo pasado.
          A partir de agosto de 2003 la economía uruguaya comienza a crecer al ritmo de un 4,5 por ciento anual, gracias a la revalorización del precio de la soja, por un lado y de las materias primas en su conjunto por el otro. Eso se dio porque Europa comenzó a vivir un crecimiento de la población que hizo que las materias primas fueran más importante que aquellas que tienen valor agregado, en un mundo en donde ya desde los años 90’, había a nivel de la industria una crisis de crecimiento, basada en un excedente de mercancía con valor cibernético agregado.
          Se dio en este período el hecho de que por ejemplo, el arroz uruguayo era más competitivo que el brasilero y los productores rurales en Rio Grande do Sul salieron a manifestar para que se impidiera el acceso al mercado del arroz nuestro. El Prefecto de Rio Grande do Sul estaba en contra y pese a eso los productores se salieron con la suya. La brillante solución de Reynaldo Gargano fue venderle el arroz a los iraníes que le dijeron que no lo precisaban, pero que lo compraban por razones políticas.
          Por primera vez lo político, estaba más allá de lo comercial.
          Era evidente que allí el Mercosur había colapsado como Unión Aduanera.
          A esto se le suma la violación del artículo primero del Tratado que dice que debe existir libre circulación entre los países miembros y así sufrimos el bloqueo de puentes, con una pérdida de 800 millones de dólares por parte de nuestro país.
          Hay un intento ante todo este estropicio de firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, aprovechando el momento en que los republicanos todavía tenían mayoría en el Congreso, que no pudo prosperar, por las presiones de Brasil, Argentina y el Frente Amplio en el Uruguay, anclando a la economía en una parálisis como nunca se vio en nuestra historia.
          No les importó la opinión de la Federación Rural, la Cámara de Industrias y la Cámara de Comercio; lo único que les importaba era la retórica incendiaria de un Chávez y la ideología de un supuesto Socialismo del siglo 21.
          El Uruguay parecía un barco a la deriva, tierra de nadie, con valijas de Antonini Wilson y el Movimiento de los Sin Tierra entrando y saliendo a su antojo por nuestro territorio.
          La crisis en Argentina los conduce a profundizar el proteccionismo y terminan encepando la venta de dólares y obstaculizando completamente el comercio exterior.
Cierran 415 emprendimientos comerciales que trabajaban con ellos y el puerto de Montevideo pierde su condición de puerto Hub.
          Lo único que sabe decir Lorenzo es “Olvídense de Argentina” en vez de afirmar “Olvidémonos del Mercosur”.
          Expulsan a Paraguay por hacer valer la misma norma constitucional que hoy en Brasil quieren aplicar contra Dilma, y se da el interesante hecho de que ese año la economía crece el doble que antes gracias a Israel, el Vaticano y Alemania, que fueron los primeros países prestos a ayudar a la nación guaraní.
          Hoy existe otro escenario en donde la Alianza del Pacífico es la opción para abrirse al mundo.
Recién ahora con un Brasil colapsado y una Argentina en default técnico, se acuerdan de Santa Bárbara porque truena.
           Superaremos este mal sueño que fue el izquierdismo, pero habiendo pagado un costo altísimo en dignidad republicana, comercio exterior y respeto a los acuerdos y tratados internacionales.
          La única integración que hubo fue el desfalco de PETROBAS, REPSOL YPF y ANCAP.
Volvieron a la mentalidad virreinal según la cual “Robar al Estado no es robar” y creyeron que se gobierna aplicando la máxima: “Para el amigo todo, para el enemigo nada, para el indiferente la ley”.
Despotismo y pobreza para un nacionalismo de pacotilla, es el saldo que hoy dejan.
La única integración que vendrá es la de las Supremas Cortes de Justicia de los respectivos países.
Van a terminar desfilando por los tribunales para dar explicaciones.
 
 

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