Hoy el Mercado Común del Sur
(MERCOSUR), está en crisis.
Cuando nace en los años 90’, le
permitió a nuestro país tener un comercio exterior de un 30 por ciento con
Argentina y un 20 por ciento con Brasil. Quiere decir que la mitad de nuestro
comercio exterior estaba dada en función de una integración regional.
Hubo en ese momento que pagar un costo
muy alto. Se perdieron 80 mil puestos de trabajo.
El Uruguay que emerge tras los años 90’, es un
país de nueva matriz productiva, integrada a ambas economías, fundamentalmente
a la Argentina.
A partir de la devaluación en Brasil
en enero de 1999 la campaña Uruguaya se ve expuesta a las mismas dificultades
que está teniendo en este momento y los productores rurales manifiestan hacia
Montevideo y el Parlamento con el lema “Rentabilidad o Muerte”.
En ese momento la economía uruguaya no estaba
anclada a la brasilera como ahora, sino a la economía argentina y por ende, se
pudo paliar la situación, gracias a la apertura del mercado norteamericano para
la venta de carne.
Tras la devaluación en Argentina de
noviembre de 2001, el Uruguay queda prisionero en acuerdos internacionales que
le impiden una salida propia y el Mercosur se demuestra totalmente insuficiente
para integrar economías, en donde cada cual ajusta su moneda, sin importarle la
competitividad de sus vecinos.
9 meses después, en agosto de 2002
Uruguay decreta feriado bancario y el dólar salta de 13 a 33.
Mucha agua pasó bajo el puente de ese
entonces a la fecha. Estados Unidos revalorizó su moneda volviendo más
atractivo el mercado chino para acceder a los productos importados, hubo que
aguantar la caída sistemática del dólar durante mucho tiempo, se vivió con una
economía planchada en dólares no residentes por la caída de las tasas de
interés en Norteamérica, y todo esto conspiraba contra el hecho de que era una
fija, que forzosamente había que ajustar la moneda a la alza.
Junto a esto, se dieron condicionantes
nuevas. Néstor Kirchner expulsó a los productores rurales de allá y vinieron a
invertir en nuestro país, revalorizando el valor de la hectárea. Vivimos un
proceso de extranjerización casi total de la tierra y también la aparición de
nuevos emprendimientos, como es el tema de las pasteras, que vinieron a generar
un cambio en la matriz productiva de la campaña, similar a la que generaron los
frigoríficos a principios del siglo pasado.
A partir de agosto de 2003 la economía
uruguaya comienza a crecer al ritmo de un 4,5 por ciento anual, gracias a la
revalorización del precio de la soja, por un lado y de las materias primas en
su conjunto por el otro. Eso se dio porque Europa comenzó a vivir un
crecimiento de la población que hizo que las materias primas fueran más
importante que aquellas que tienen valor agregado, en un mundo en donde ya
desde los años 90’, había a nivel de la industria una crisis de crecimiento,
basada en un excedente de mercancía con valor cibernético agregado.
Se dio en este período el hecho de que
por ejemplo, el arroz uruguayo era más competitivo que el brasilero y los
productores rurales en Rio Grande do Sul salieron a manifestar para que se
impidiera el acceso al mercado del arroz nuestro. El Prefecto de Rio Grande do
Sul estaba en contra y pese a eso los productores se salieron con la suya. La
brillante solución de Reynaldo Gargano fue venderle el arroz a los iraníes que
le dijeron que no lo precisaban, pero que lo compraban por razones políticas.
Por primera vez lo político, estaba
más allá de lo comercial.
Era evidente que allí el Mercosur
había colapsado como Unión Aduanera.
A esto se le suma la violación del
artículo primero del Tratado que dice que debe existir libre circulación entre
los países miembros y así sufrimos el bloqueo de puentes, con una pérdida de
800 millones de dólares por parte de nuestro país.
Hay un intento ante todo este
estropicio de firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos,
aprovechando el momento en que los republicanos todavía tenían mayoría en el
Congreso, que no pudo prosperar, por las presiones de Brasil, Argentina y el
Frente Amplio en el Uruguay, anclando a la economía en una parálisis como nunca
se vio en nuestra historia.
No les importó la opinión de la
Federación Rural, la Cámara de Industrias y la Cámara de Comercio; lo único que
les importaba era la retórica incendiaria de un Chávez y la ideología de un
supuesto Socialismo del siglo 21.
El Uruguay parecía un barco a la
deriva, tierra de nadie, con valijas de Antonini Wilson y el Movimiento de los
Sin Tierra entrando y saliendo a su antojo por nuestro territorio.
La crisis en Argentina los conduce a
profundizar el proteccionismo y terminan encepando la venta de dólares y
obstaculizando completamente el comercio exterior.
Cierran 415 emprendimientos comerciales que
trabajaban con ellos y el puerto de Montevideo pierde su condición de puerto
Hub.
Lo único que sabe decir Lorenzo es
“Olvídense de Argentina” en vez de afirmar “Olvidémonos del Mercosur”.
Expulsan a Paraguay por hacer valer la
misma norma constitucional que hoy en Brasil quieren aplicar contra Dilma, y se
da el interesante hecho de que ese año la economía crece el doble que antes
gracias a Israel, el Vaticano y Alemania, que fueron los primeros países
prestos a ayudar a la nación guaraní.
Hoy existe otro escenario en donde la
Alianza del Pacífico es la opción para abrirse al mundo.
Recién ahora con un Brasil colapsado y una
Argentina en default técnico, se acuerdan de Santa Bárbara porque truena.
Superaremos este mal sueño que fue el
izquierdismo, pero habiendo pagado un costo altísimo en dignidad republicana,
comercio exterior y respeto a los acuerdos y tratados internacionales.
La única integración que hubo fue el
desfalco de PETROBAS, REPSOL YPF y ANCAP.
Volvieron a la mentalidad virreinal según la
cual “Robar al Estado no es robar” y creyeron que se gobierna aplicando la
máxima: “Para el amigo todo, para el enemigo nada, para el indiferente la ley”.
Despotismo y pobreza para un nacionalismo de
pacotilla, es el saldo que hoy dejan.
La única integración que vendrá es la de las
Supremas Cortes de Justicia de los respectivos países.
Van a terminar desfilando por los tribunales
para dar explicaciones.