Hay
un hecho político que lo he venido consignando en varios posts, cuando he dicho
que nunca segundas partes fueron buenas.
El
triunfo de Vázquez 2, como el de Dilma 2, Cristina 2 o Bachelet 2, “por
izquierda” o el de Menem 2, Sanguinetti 2, “por derecha”, por decirlo de alguna
manera, han sido la tumba de los crack.
Lo
mismo ocurre en Estados Unidos, tras cada reelección venimos a enterarnos que
el mandatario era algo espantoso, tanto en Francia con Miterrand o en España
con Felipe González. Así hubo que esperar a que Clinton fuera reelecto para notificarnos
que le metía cuernos a la mujer, que Miterrand ganara nuevamente, para recién
allí saber que en la época que era maqui, colaboraba con los nazis o que Felipe
González triunfara otra vez, para recibir la noticia de que alentó casos
espantosos de corrupción.
De
la multiplicidad de causas por las cuales éste hecho es así, algunas son
fácilmente constatables, otras, en cambio, merecerían un análisis más fino del
entramado económico y social que sostiene el reeleccionismo y las nuevas
exigencias del electorado, que no calibra los cambios de época, las variables
macro económicas y el clima moral de cada momento.
Una
de las tantas causas y posibles lecturas por las cuales siempre,
indefectiblemente ocurre esto, lo constituye el hecho de que cada mandatario es
hijo de un estado de ánimo colectivo.
La
gente no es, como se suele pensar, lo que vota. Nadie es blanco porque vote un
día al Partido Nacional o colorado porque a la salida de la dictadura vio con
buenos ojos a Sanguinetti y quería el cambio en paz. “Paz para los cambios,
cambios para la paz”, o del Frente Amplio porque como no lo podía ni ver a
Seregni, le pareció que Tabaré Vázquez era un caudillo como Wilson y entonces lo
vota en 2004.
Lo
que la partidocracia y sus maquinarias quedantes no contemplan, es que quien
fue una vez Presidente de la República, lo fue en función del clima político y
la atmósfera moral en el estado de ánimo colectivo de ese momento. Se agarran de
un peso pesado en política, como significa el haber sido Presidente de la
República, como quien en plena borrachera, se ve obligado a agarrarse de un
poste, por la sencilla razón de que carecen de una figura de recambio, con
igual visibilidad en la opinión pública.
Así,
todos le hemos reconocido a José Batlle y Ordoñez 1, el haber pacificado el
país, pero eso no significa que tengamos que estar de acuerdo con el estatismo
cerril expropiatorio de las inversiones británicas que funcionaban bien, propia
de Batlle y Ordoñez 2.
Todos
hemos visto en Hipólito Yrigoyen 1, el ascenso de los sectores medios a la vida
política argentina y el inicio de una sociedad de oportunidades en pleno Estado
Liberal. La estampa de Carlitos Gardel de aquellos años, representó el triunfo
de los de abajo, de que un morocho del abasto pueda triunfar en la vida y
convertirse en el zorzal criollo. Esto no significa que tengamos que estar de
acuerdo con el pésimo manejo que hizo “El Peludo” Yrigoyen, cuando la crisis
del 29’.
Dijo
Homero Manzi sobre Yrigoyen recordando el momento en donde fue a saludarlo de
la mano de la madre: “Mi candidez de niño lo vio allí tan grande como era, tan
grande como luego no pudo verlo, mi inteligencia de hombre”.
Todos
hemos visto en Getulio Vargas 1 un simpatizante de los nazis que puso a
disposición de Hitler el puerto de Santos, eso no negó a nadie a reconocer que
en el 50’, el Vargas del Estado Novo era un republicano cabal y si “lo
suicidaron” mientras se despedía por radio, es porque las fuerzas que lo
impulsaron para un segundo mandato, no estaban de acuerdo con el manejo que
quería hacer, con eso del “O petróleo e nosso”.
Lo
he dicho en varios posts durante ésta campaña electoral: Miren que éste es otro
Vázquez. No es aquel que quería mover las raíces de los árboles y les gritaba
desde los asentamientos precarios a la gente: “Cambien, cambien”, hasta que al
final el único que terminó cambiando fue él.
El
estado de ánimo del uruguayo de las pasadas elecciones, no es aquel que venía
de la devaluación de mediados de 2002. Doce años de distancia es mucho hoy en
día.
No
es lo mismo la época en donde Internet costaba la llamada telefónica y había
que entrar y salir rápidamente, hasta llevarse una sorpresa a fin de mes en la
cuenta de Antel, que la época en dónde el 60 por ciento de los hogares
uruguayos está conectado a Internet y son las redes sociales un actor político
más.
Vázquez
2 viene a descubrir ahora que los primeros nueve meses fueron de terror y que
nunca tuvo tantas dificultades para gobernar.
No
estamos en 2005, en donde al asumir la Presidencia de la República, los
delegados sindicales decían que no se lo puede combatir igual que a los partidos
tradicionales y que hay que darle tiempo, sino en la época en donde si no le
dan aire, es porque ya tuvo tiempo.
El
reeleccionismo es malo porque no posibilita la necesaria renovación partidaria,
pero fundamentalmente, porque prohíja la más descarada corrupción, al comprar
tiempo hasta que precluyan los delitos fiduciarios de la primer gestión de
gobierno.
El
único aquí que habla claro es Ricardo Lagos cuando dice que en el Chile del
siglo XX dos presidentes “volvieron, y esos dos presidentes están en los libros
de historia por lo que hicieron en la primera Presidencia”. Se refiere a
Emiliano Figueroa Larraín y a Juan Esteban Montero Rodríguez, aunque habría que
incluir a Arturo Alessandri Palma. Más
allá de eso sostiene Ricardo Lagos: ”no: no estoy dispuesto a derrotar la
historia”.
No
quiero ni pensar lo que va a ser el pobre Uruguay con un cisplatino y aprendiz
de Sarratea todo junto a la vez, como Facundo reelecto, en un contexto regional
en donde Argentina y Brasil van a la política exactamente opuesta a la de su
barrakatunda.
¿Vamos
a ser todos rehenes de nuevos gargajos del anarquismo bakuninista y del Mujic
ruso atrasado?
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¡Hasta Carlos Gardel que le cantó Adelante a Yrigoyen,
participó en su derrocamiento!