El
signo de los tiempos que se avecinan, parecen ser la posibilidad de pensar
distintos, pero trabajar juntos.
El
fin de un discurso confrontativo y “clasista” de pacotilla para consumo de
resentidos sociales y lisiados morales.
Considerar
al otro un enemigo y no un adversario, avasallar prepotentemente desde mayorías
regimentadas que votan con brazo de yeso a tapas cerradas, descalificar
moralmente cuando lo que está en juego es una disidencia de carácter político,
ha sido hasta ahora la tónica de todos estos gobiernos mal llamados
progresistas.
El
enfrentamiento infantil, inútil, y caprichoso que caracteriza tanto a Cristina,
como a Vázquez creyendo que les da prestigio interno inventar en el adversario
un enemigo de paja, es lo que comienza por fin, a concluir.
El
pajarito de Maduro “chiquititico”, ligado a la creencia de que son mesiánicos,
como si hubiera un destino manifiesto pero para el otro lado, en donde venimos
a enterarnos por Vázquez que los cambios que realizó en su gestión inicial son
irreversibles e irrevocables y vinieron a sellar el Uruguay del Siglo XXI; por
Cristina Kirchner que van por todo, en vez de ir con todos; por Bachelete que
están en una nueva fase para dar un salto adelante precisamente, cuando más
cauto hay que ser ante la baja de los precios del cobre y el cierre de los
mercados internacionales; que pueden reelegirse indefinidamente a lo Evo
Morales y Correa; que pueden hacer lo que se les da la real gana a lo Daniel
Ortega en Nicaragua; o que pueden hacer obra pública desguazando Petrobras en
cifras multimillonarias, mientras hacen politiquería con los pobres usando a
los religiosos para tal fin, es parte del escenario que hemos sufrido en esta
dolorosa década perdida, signada por un crecimiento espectacular y totalmente
desaprovechado por políticas pro cíclicas.
Todo
eso no le resuelve nada al ciudadano de a pie y más de uno está sacando la
conclusión inevitable, diciendo para sí: “Si aquello del pasado tenía cosas
malas a estos no le agarrás una”, porque evidentemente, más bajo no se ha
podido descender.
Poner
lo político por sobre lo jurídico; expulsar a Paraguay del Mercosur haciéndole
un enorme favor a su pesar, porque todos sabemos que ese año el hermano país
guaraní que venía creciendo a un 4,5 por ciento anual, creció un 7,5 por
ciento; vivir de discurso de barricada en discurso de barricada apagando el
incendio con gasolina en todos los temas, ha sido la desmesura verborrágica que
ésta gente que tendrá que recorrer tribunales de ahora en más nos ha impuesto
durante una década infame de filibusteros, comisionistas, contratistas de obra,
licitadores sin trayectoria y funcionarios políticos desplazando a los que están.
Hoy
la comunidad internacional mira a Venezuela y Argentina, pero también mira lo
que está sucediendo en Europa que no parece ser nada auspicioso.
Dar
vuelta la página y ponerle fin a una absurda polarización politiquera parece
ser algo a esta altura universal.
Empoderarse
a lo Cristina y no querer traspasar el poder a un adversario, subirse al
caballo a lo Dilma y menospreciar hasta el mismo Vicepresidente, manosear al
estilo Kirchner a Cobos, es algo que parece concluir, porque hoy ya no existen
mayorías reglamentadas y habrá que negociar cuidadosamente la nueva
arquitectura jurídica que nos vaya lentamente sacando de tanto estropicio.
Confundir
política de estado, con política partidaria y pretender que el comercio
exterior de un país se haga desde un Comité de Base; morder de la mano donde se
come, escupir en el plato que se tiene y creer que el dinero llueve como un
maná del cielo es justamente, lo que la gente ha rechazado.
Olvidaron
que con la gente se puede hacer casi todo, pero solo casi.
No
tuvieron en cuenta que la política es el destino y que una política sucia,
chancha y de porquería tiene un destino sucio, chancho y de porquería.
No
quisieron negociar absolutamente nada en ningún tema, hasta límites
caprichosos, con leyes que ahondaron la crisis que querían resolver y que ahora
ponen a diversos sectores en una situación completamente irregular como ocurre
en la enseñanza.
No
se dieron cuenta que la Justicia es independiente, aunque no lo sea
presupuestalmente.
Confundieron
hacer justicia con ajustes internistas, en donde cae quien discrepa, no quien
roba.
Creyeron
que no pagan costo político y son impunes porque son “distintos, diferentes y
de izquierda”, como si existieran dos tipos de ciudadanos: ellos y el resto.
Para el amigo todo, para el enemigo la ley dijeron y la emprendieron contra
infinidad de gente que tuvo que jubilarse a la fuerza.
Se
viene un nuevo liderazgo basado en el acuerdo, en la discrepancia con ideas y
con altura. En la comprensión que en determinados temas otro distinto puede
tener más razón y que se gobierna con razones, no con motivos.
Todo gobernante, para ser bonapartista y jugar
un rol de equilibrio entre intereses difusos, debe distinguir entre lo que es
tener razón y tener una razón en política.
Hay
gente que tiene una razón para ser así, pero eso no significa que tenga razón.
Se
incia el diálogo, la concordia, un nacionalismo más sano que no demoniza al
otro mostrando al diablo con el dedo, se va el amiguismo en la Suprema Corte de
Justicia, la lenidad moral ante la corrupción propia, como si fueran impolutos
que vinieron a iluminarnos, es lo que marca el signo de ésta época bisagra que
hoy vivimos.
El
apego a las normas constitucionales, a la tradición republicana que viene de
los tiempos de la independencia, el fin de las revoluciones teatrales que lo
único que generan es la robolución y el sociolismo.
Concluye
la fiebre mediocre de cargos y el empoderamiento desde estructuras de gobierno,
confundiendo Gobierno con poder.
Vinieron
a vengarse y a robar, producto de la amargura que viene de la época en donde
eran la minoría de la minoría y nadie los quería ni regalados.
Otros
hombres en el pasado no hubieran permitido llegar a esto y si así fue es porque
una generación nueva tendrá que hacer la dolorosa experiencia que hicimos todos
en los años 70’.
La
enajenación ideológica que desprecia el sistema republicano y se inspira
solamente en los caudillos del siglo XIX y en los años 70’ es lo anacrónico que
va quedando atrás.
Hacer
de José Martí un brigadista más, de Simón Bolívar un socialista del siglo XXI,
es la misma estupidez de Salvador Allende que creía que Bernardo O'Higgins era
un socialista como él, o de Líber Seregni que creyó que un traidor a Artigas
como Otorgues era el artiguismo. Gobernar a lo peronista con complejo de indio
mirando el mundo desde el garrote y la billetera es parte de esa izquierda
galeanesca que erró el camino, allí en donde tuvo las mejores condiciones
económicas para gobernar.
El
Perro Vázquez entre nosotros trajo a Amodio Pérez olvidando que hoy los que
tienen más de 60 años son la tercera parte de la población y nada puede
decirles lo que ocurrió en aquellos años de plomo, Cristina insulta como si un
invasor colonial estuviera masacrando y violando indios coya, la izquierda en
Chile se disfraza de indio mapuche mientras le dicen que no a cualquier cosa,
menos a los dólares.
Dilma
vive en una nube en donde lo único que importa es el guerrillero urbano a lo Marighela,
en un arbitrario sistema de decisiones; Correa es el ideólogo neo marxista que
los rusos necesitan; Evo Morales el sobreviviente de la matanza de Cataví. Como
decía el bueno de Miguel de Unamuno, “No pueden cambiar de manera de pensar y
están emperrados en no cambiar de tema”.
Son
enfermos que no entendieron por dónde va el progreso de las naciones. Como
decía el grande de Ortega y Gasset: “No saben lo que quieren y quieren lo que
no saben”.
Hoy
se está dando aquello que nos decía cuando estuvo exiliado en el Uruguay, aquel
brillante historiador argentino que fue José Luis Romero: “Las mejores
relaciones de comercio exterior se dan cuando los gobiernos tienen signos
ideológicos opuestos, porque cuando son iguales en lo político, los grandes
quieren someter disciplinariamente a los chicos”.
No
conocen el arte del diálogo, las formas técnicas que conducen a las
coincidencias puntuales, aunque existan discrepancias centrales. No gobiernan
con pragmatismo, sino subidos arriba de un discurso excluyente y segregador.
Lograr resultados los tiene sin cuidado, lo único que les importa es la
ideología.
Se
lo vio claramente con el tema de las pasteras, los peronistas de Gualeguaychú
creían que los del frente en el Uruguay le debían todo a ellos. No manifestaron
contra Jorge Batlle, sino contra Tabaré Vázquez, lo que indica claramente, que
no nos sirve tener signos ideológicos similares o parecidos. Cristina creyó que
somos una Provincia y Dilma se sentía como la Reina Carlota, que cuando le
picaba decía: “Uruguay é nosso” y allá iba el conde de Itamaraty a complacer
los antojos de la dama, hasta que Lord Ponsonby tuvo que pararlos con la
diplomacia británica.
Uno
sintió, lo digo con dolor, durante estos años, que hubo un retroceso de la
política y el comercio exterior y que el Uruguay era un barco a la deriva de
las valijas de Antonini Wilson y el trabajo que se quiso hacer hacia nuestro
ejército, por parte del chavismo bolivariano.
Un
país nebuloso, una joda con fronteras donde las banderas bailan y cualquiera
puede entrar y salir y hacer lo que se le da la gana, como se lo vio con el
Movimiento de los Sin Tierra que entraban y salían de nuestro país, como Perico
por su casa o en el tema de la pesquería en donde no se respetan las 200
millas.
Vivir
en una utopía que está siempre por llegar, aunque lleven más de una década con
mayorías aplastantes, vivir posando de víctimas, manipular la historia reciente
para dominar el presente, todo eso hoy es hojarasca que se llevara el viento.
Ya
los abrazos no se alternaran con las puñaladas, ahora vale la verdad, vale la
vida.
Cuando
se cierre el telón de esta época muy poco va a pasar para el otro lado.
Hoy
por hoy, el que margina, se margina.
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