sábado, 12 de diciembre de 2015

El despegue argentino; el desarrollismo moderado, como desarrollismo inteligente.


        Hoy Argentina es un país que ha de ser asistido por la comunidad internacional para salir de este amargo trance que significa la falta de divisas en el Banco Central. De España a Estados Unidos, pasando por la Banca Mundial, el BID y el Fondo Monetario Internacional, todos quieren restablecer relaciones fructíferas, porque saben que si bien es cierto que las empresas se funden, los países no.
        Argentina se gobierna desde la Federación Rural y la Unión Industrial Argentina. Cuando ambas posiciones coinciden se vive una época de paz y progreso, cuando comienza la lucha de intereses difusos es cuando se rompe el pacto corporativo y viene la deblacle.
        La historia argentina es demasiado ilustrativa al respecto. A Yrigoyen lo derroca la Federación Rural, lo mismo que a Perón. A Alfonsín lo derriban las empresas formadoras de precios y a Cristina todo el mundo.
        El Uruguay es de los pocos países del mundo en donde la clase dirigente, como nos enseñaba Carlos Real de Azúa, no es la clase dominante, pero en Argentina las cosas son diferentes.
        El desarrollismo en economía es una política industrialista que trata de ganar la batalla del mercado interno, pero para proyectarse al mercado internacional. Desde el punto de vista desarrollista es el deterioro en los términos del intercambio lo que produce las inequidades sociales y la mala distribución del ingreso y el excedente económico.
        Alcanzar un desarrollo autónomo puede ser la utopía desarrollista, en un mundo en donde se llegó tarde al proceso industrializador, pero hoy, merced a las nuevas tecnologías, como decía Alvín Tofler hay que subirse al desarrollo económico en el punto en que ahora se encuentra la modernidad. Ya no son las grandes mega plantas industriales del pasado lo que hoy marca la tónica del desarrollo y la prosperidad, sino el acceso al comercio electrónico y las nuevas tecnologías.
        Un desarrollismo puesto al día, que no niega las ventajas comparativas, sino que es capaz de generar nuevas y complementarias, es el camino de lo que se podría llamar neo desarrollismo. La sustitución de importaciones no puede generar industrias que cierran en rojo todos los meses y viven de un subsidio político. La dependencia hoy es mental y psicológica, porque nadie que éste en su sano juicio puede pretender inventar la rueda o el paraguas.
        Los países no desarrollados como decía Chomsky viven una aparente paradoja; los pobres de allá financian a los ricos de acá y eso hace que en ciertos sectores se viva mejor, acá que allá. Esa es la causa por la cual los países grandes, no quieren tratados de libre comercio con los chicos, porque en ese intercambio los que ganan y fortalecen su balanza comercial, son los chicos.
        Al desarrollismo clásico le cuesta darse cuenta de eso, porque si bien es cierto que vivir de materias primas no elaboradas no es lo mejor en términos de generación de empleo, una cosa es industrializar y otra diferente políticas de pleno empleo.
        Antes industrializar y generar empleo eran lo mismo, hoy con la cibernética ya no lo es, la industria es el sector que menos empleo genera y el sector servicios quien absorbe el grueso de la mano de obra excedente. Un desarrollismo actualizado es apoyarse en el sector servicio, porque es quien dinamiza el conjunto de las nuevas tecnologías, que operan como un sector cuaternario de la economía, como un servicio al servicio.
        Cambiar una estructura productiva es trabajo de varias generaciones y de una permanente inversión internacional directa y en este contexto actual, en donde van a subir las tasas de interés en Estados Unidos, es virtualmente improbable que eso ocurra, luego de la burrada de estos gobiernos “izquierdistas” de haber corrido la poca inversión que venía para aquí.
        La paridad en los términos de intercambio está ligada en realidad a dos factores que el desarrollismo clásico no analiza; la paridad en los poderes de compra, generada por la política monetaria, el presupuesto nacional y las tarifas públicas y la inflación de costos en el acceso a los insumos importados que los bienes de capital necesitan para trabajar.
        Industrializarse con insumos importados es pan para hoy, hambre para mañana y en vez de resolver agrava los problemas estructurales que el desarrollismo quiere solucionar. De lo que hoy se trata es de acceder a las nuevas tecnologías. 
        En los tiempos de Frondizi en la Argentina la entrada de capitales extranjeros y la integración del agro, la minería, las ciencias, la industria y tecnologías empresariales, fue posible, no por arte de magia, sino porque en la década del 60’, se vivía un apogeo de post guerra y un auge económico en todos los sectores de la economía. Se pudo haber hecho desarrollismo en 2003, pero por obra y gracias de estos desdichados gobiernos se optó por cerrar la economía confundiendo independencia económica con aislamiento y autarquía.
        A partir de la crisis del petróleo en 1973 y de la devaluación del dólar, el desarrollismo entra en crisis y así vemos caer el Milagro Brasilero de Emilio Garrastazu Médici y todos estos países quedan como barcos a la deriva sin mercado, ni siquiera para su producción tradicional.
        También en España de Franco el modelo desarrollista de carácter autárquico se agota en 1973 cuando colapsan la siderurgia y la construcción naval, lo que está indicando que era más inteligente el sector hotelero en la España franquista que los otros sectores de la economía y que son las ventajas comparativas las que deben estar en la mira privilegiada de un desarrollismo en serio y no de una fantasmagoría llamada a inventar la realidad a expensas de los dineros públicos.