jueves, 11 de septiembre de 2014

¿Qué significa ser extremadamente peligroso, en el Uruguay actual?



                 El concepto de hombre peligroso fue cambiando con el tiempo. 
           Así, en el mundo antiguo ser extremadamente peligroso, era haber tenido relaciones sexuales con la propia madre. 
        Las tribus descubrieron que la endogamia traía criaturas incapaces de sobrevivir en la lucha por la vida, y por ende, condenaron violentamente las relaciones sexuales intra familiares.
        En la Antigua Grecia a Sócrates, según la versión que brinda Platón, le hicieron beber la cicuta, porque cuestionar los principios implícitos bajo los cuales todos dan por supuesto certezas incuestionables, lo volvió al mayeútico, extremadamente peligroso.
    En el 1200, Nostradamus decía, cada vez que lo acosaban a preguntas sobre el futuro, que “Saber mucho es peligroso”.
        Durante siglos, las religiones reprimieron el saber, el conocer, el estar informado, porque eso cuestionaba el concepto bajo el cual estructuraban su teoría del conocimiento. Desde su punto de vista, el saber no es por indagación, ensayo y error y experimentación constante, sino por revelación: a Dios no se llega por la razón, decían, sino por la fe y eso no se discute, es irrefutable. Lo otro, es pura soberbia, sostenían.
     A medida que lo que hasta ayer se consideraba extremadamente peligroso, pasa a ser parte de la nueva cultura social dominante, se van convirtiendo en héroes históricos, gente que en vida fue repudiada y condenada.
        Cuando la Revolución Francesa, por ejemplo, según el mejor historiador de su tiempo, Michellet, ser extremadamente peligroso, era estar cuerdo, porque la sociedad entera, dice, se había vuelto un manicomio.
     En el proceso que conduce a la independencia de Estados Unidos y su ruptura con Inglaterra, ser peligroso era pretender y buscar que no se pague ningún impuesto sin representación.
        En el independentismo Iberoamericano, para la Madre Patria, ser peligroso era comercializar entre regiones distintas del Virreinato, sin el control del Virrey y sus regidores.
        Cuando tras la penosa balcanización del Virreinato van surgiendo los Estados Nacionales, inspirados en el Código napoleónico, ser extremadamente peligroso, era seguir viviendo bajo el derecho virreinal, que subyacía en la convivencia cotidiana.
        Los Cabildos abiertos y cerrados se volvieron un foco subversivo de matreros, que razonaban con criterios propios del antiguo derecho visigótico.
        Para Pueyrredón, el compañero Gervasio, alias José, era extremadamente peligroso y puso precio a su cabeza, porque no aceptaba el centralismo de Buenos Aires.
       Ya entrado en el siglo XX ser peligroso era pensar como un anarquista. Así la Ley Saenz Peña, los expulsa de Argentina.
       No me cansaré de repetirlo: anarquismo no es ausencia de orden, sino antes bien, ausencia de autoridades en el proceso de aprendizaje. Es crecer intelectualmente, sin vacas sagradas a quien rendirles pleítesía un día sí y otro, también.
        Hoy por hoy, ser extremadamente peligroso, es acceder a las nuevas tecnologías, con la conciencia de lo que importa de ellas, desde el punto de vista político. Esto es: Internet, fabricación de videos, expresión por escrito, sintetizadores de voz para tutoriales explicativos, fotografía digital y diseño Web.
        Si estas habilidades están al servicio de una causa, una idea o un plan político concebido con capacidad persuasiva para todo el mundo, entonces allí estamos delante de un hombre, extremadamente peligroso.
        Así como en la época de Giordano Bruno, ser peligroso era leer la Tabla de la Esmeralda, el Kibalión, el Libro de Thot, Corpus Hermeticus, y el Libro de los Muertos, en los tiempos de Gutemberg ser peligroso era leer el Antiguo y el Nuevo Testamento; en el futuro ser peligroso ha de significar tener la capacidad y el conocimiento de hacer algoritmos, saber álgebra de Bool y fabricar bombas lógicas en pulso escalón.


 




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