sábado, 20 de septiembre de 2014

Los sindicatos son el reflejo de las empresas con las que negocian.



         Cuando se analizan los temas sindicales se suele aislar el asunto, como si fuera una mera cuestión de asalariados. Así se habla de Consejos de Salarios, de la inflación, el costo de vida, el aumento salarial.
        Raras veces o casi nunca se habla de seguridad industrial o higiene laboral, de políticas de gestión, marketing o capacitación laboral.
        El análisis de la cuestión sindical, en un país de estratos medios, que mira eso, como quien ve un barco pasar por la playa, siempre queda circuido a cuestiones de carácter gremial, que al final terminan siendo, asuntos de carácter político.
        Se llegó en una época, cuando el retorno de la democracia, ha hacer paros perlados por: 1º) No pago de la deuda externa. 2º) Solidaridad con Nicaragua. 3º) Disminución de la jornada laboral. 4º) Aumento salarial.
        Es evidente, que la dirigencia sindical del retorno a la democracia, se puso en una posición ultra, la que no supieron tener cuando la Huelga General y los Comunicados 4 y 7, pero con el mismo fin avieso de prenderle fuego al rancho.
        Toda esa gente, fue despedida y los dirigentes, cuando había que tomar decisiones no iban a las reuniones, para las cuales habían dado antes manija. Era claramente una venganza contra la gente que le vino de pronto la picazón contestataria, justo ahí, en el retorno a la democracia.
        Estar 11 años sin dirigirle la palabra a nadie, para de pronto, inopinadamente saltar furioso como un marrano, huele a la mala conciencia de aquel que quiere sacudirse la genuflexión de un saque y decirse a sí mismo, que él también, estaba en contra, cuando todos sabemos, que si lo estaba, era debajo de la cama.
        A partir de ese entonces, sindicalismo y ultrismo se volvieron sinónimos y todos largamos la carcajada cuando salían a luchar “Por lo de siempre”.
        Durante los 90’, eran como la parda flora: Si se la ponen grita, si se la sacan lloran. No quiero, no quiero, pero métemela en el agujero, era la gran consigna sindical de la década.
        A partir de cierto momento empezó a venir en la gente, un odio muy grande al partido comunista, porque “venden la huelga”, con el avieso fin de despedir gente de tendencias que le son adversas.
        La presión sindical fue tan grande al respecto, que con la caída del socialismo real como telón de fondo, el partido comunista, sin corona sueca, sin papel, sin pago en especies y sin empresas de blanqueo exportadoras-importadoras, se divide. Los renovadores se quedan con todo, incluso con la ideología.
        En ese momento los sindicalistas estaban divididos entre renovadores y ortodoxos. Los renovadores eran comunistas con algún nivel de estudios terciarios y los ortodoxos, eran los clásicos bocanadas proletarios.
        Ir a un sindicato a soportar divisiones internas de ese partido, es algo que desanima hasta el más pintado. Vaciaron las organizaciones sindicales y la emprendieron contra un tipo de hombre; aquel que había resistido la dictadura.
        Se gritaban y decían de todo: “Lo que el enemigo de clase no logró con la tortura, no lo vas a lograr vos ahora” y cosas así.
        En ese momento se inicia un proceso de des industrialización con la apertura al Mercosur. La industria liviana uruyuaya era tan liviana, que el Pampero al final se la terminó llevando.
        ¡Qué país aguanta el costo en mano de obra, con máquinas a pedal de 1913!
        Al finalizar los 90’, el Uruguay era un país de sindicalistas sin sindicato, en donde el 60% de esa mano de obra fue absorbida por el sector terciario de servicios de la economía y el otro 40% era inempleable en ningún lado.
        A partir de entonces, tenemos este sindicalismo actual: un gremialismo de empleados públicos, que encuentran que es más rentable politizar cualquier cosa, que plantear cuestiones laborales.
        Creo que de cambiar este gobierno, va a haber que hablar seriamente con ellos e instrumentar jurídicamente un sumario rápido para desquiciados, que son lo que no les sirve ninguna solución razonable, aunque todo el mundo esté de acuerdo.
        El Frente, no ha sabido, ni puede ponerles límites a los desubicados y hoy son ellos, los timoneles de un barco a la deriva, con Vázquez como mascaron de proa.
        Más allá de esto, hay que tener en cuenta que el sindicato no deja de ser un reflejo de la empresa en la que se organiza.
     Emprendimientos gigantes, sindicatos gigantes, empresas pequeñas y sumisas, sindicatos pequeños y sumisos. Industrias burocratizadas, verdaderas cárceles custodiadas, sindicatos burocratizados con métodos policiales.
        El sindicalismo es la consecuencia del lugar en que opera: Empresas estatales en donde los directivos viven opinando de todo, sindicatos opinando de cualquier cosa, reparticiones estatales con jefes prepotentes, sindicatos pendencieros con técnicas de ordeno y mando.
        El gran cambio sindical, comienza, creo yo, cuando también se le aprieten los torniquetes a los de arriba.



Si quieren borrar este videeo hagan lo que quieran, 
pero existen miles que expresan lo que quiero decir.
Para ser comunista, evidentemente, hay que ser burro.