viernes, 26 de septiembre de 2014

Diversidad sexual y política



        El primero en plantear que había una relación entre la política y la sexualidad y defender una conjunción entre el enfoque marxista y el freudiano, fue Wilheim Reich. Él postulaba una sexo política liberadora del acorazamiento producto de una educación represiva, que viene a perpetuar los valores del sistema.
        Nunca nadie hizo eso, ni siquiera León Trotsky que analiza la revolución rusa desde una perspectiva psicológica de sus miembros y el estado de ánimo de las masas en aquel momento.
        Trotsky por ejemplo, aplicaba el análisis marxista para ciertos temas y para otros el psicoanalítico, pero nunca se le pasó por la cabeza juntar las dos cosas al mismo tiempo mientras opina de algo.
        Al único que se le antoja politizar la sexualidad, que yo sepa, es al Eurocomunismo italiano y al Frente Amplio uruguayo.
        Nadie que esté en su sano juicio va a discrepar con el respeto a la diversidad sexual. El tema de fondo no es ese.
        Matrimonio en latín quiere decir (matrix-madre, monio-defensa). El matrimonio es la defensa de la madre, no la unión libre entre dos hombres o mujeres. Más allá de eso, nadie está, ni estuvo en contra de la unión libre, sino del hecho insólito de pretender cambiar el Código Civil y alterar así el alcance de las cosas.
        Fue como hablarles a la pared, porque Tomas Mann en Muerte en Venecia, descubrió tarde sus necesidades de acostarse con un muchachito, mientras la peste lamía las paredes de una sociedad en decadencia enfrentada al cambio de época.
        Son así: Primero el esquema sacado de los pelos y después la terquedad de no querer entrar en razones.
        Pero lo de ahora, va evidentemente más allá, porque llama la atención este hecho: una cosa es hacer del trasero chifle y otra muy distinta, salir a provocar a los demás en un estado de alegría propia del que no paga impuesto alguno, ni entra a un bar a tomarse una birra, ni siquiera le compran un colgante de nácar a un vendedor que llega a fin de mes con dificultad.
        Esa gente, clase media acomodada, con mucho tiempo libre para menear el rabito de filisteo, manifiesta como quien en 1918 le creyó a Lenin el cuento de la verdadera libertad.
     No intervienen en el mercado de consumo, son incapaces de comprarse un café en un bar o tomarse un whisky.
        Podrán llenar las cuadras que quieran por 18 de Julio, pero evidentemente, no están ni ahí, como dicen los muchachos.


Si la tercera no es la vencida,
vamos a mojar el biscocho,
 con mucha más alegría