Hay
diversas visiones por las cuales esta campaña electoral es totalmente atípica
en la historia nacional.
Nunca
como hoy, faltando 30 y pico de días, se vio un nivel de quietismo y de
indiferencia generalizada, en toda la opinión ciudadana, como el que hoy se
está viviendo en nuestro país.
Se
pueden tener varias interpretaciones al respecto: Existen 200 mil votantes de
18 años que no tienen conciencia política y miran el acontecer sin darle
trascendencia a las noticias que escuchan otros: por otro lado, la oposición
que está muy bien informada, lleva integrada en su dignidad personal la dura
experiencia política de decir las cosas y es como hablarle a la pared, cuando
vivimos en la ciudad más sucia y más cara del país, llevan 25 años, no asumen
responsabilidad alguna, Montevideo muere y encima los votan; el frentista puro
y duro que se hizo frenteamplista para acumular fuerzas y que nunca le resultó
ese chiste de mal gusto michelinista de decirse encuentrista o post-frentista a
lo Nin Novoa, se ve que hoy siente vergüenza de defender al gobierno y
calladamente, sin decir esta boca es mía los va a votar en silencio sepulcral.
Por el otro lado, la oposición sufre lo que en psicología social se llama
pánico y miedo al miedo; por ahí algún ultra izquierdista los insulta y les
recrimina con justeza el pasado, pero la gente lo escucha como quien oye a los benteveos
cuando sube a un cerro.
Más
allá de todo esto, hoy se juega mucho en esta elección, porque si este es el
estado de ánimo de la sociedad y la suciedad uruguaya, el que gane, ha de tener
las manos libres para hacer lo que se le dé la real gana.
Creo,
sinceramente, que este estado de ánimo no es bueno para nadie, y menos para
quienes apostamos nuestra razón de vivir a la democracia y la libertad.