Nunca
estuve de acuerdo con meter las cuestiones de política internacional en
nuestras campañas electorales.
Por
varias razones.
En
primer lugar, porque desde aquí no vamos a resolver ese conflicto y el que sí
tenemos que encarar, qué es ver quien nos va a gobernar, se termina esfumando
en una gran cortina de humo.
En
segundo término, un conflicto de zona de guerra como es Medio Oriente, para
poder opinar solamente, hay que estar allí, porque si se nos miente desde el
gobierno un día sí y otro también y, averiguar la verdad de las cosas en
nuestro país cuesta mucho, cómo me voy a manejar con información de segunda
mano, para emitir una opinión sobre ese conflicto.
Era
Luis Alberto de Herrera, “El Viejo”, quien sostenía que países
como el Uruguay, tienen que ser neutrales, duela a quien duela y le pese al que
sea.
Nos
va la vida a los uruguayos en ser neutralistas.
Eso
no significa que la prensa tenga que ser también neutralista, porque es parte
de la sociedad civil y por ende, opina e informa como los avisadores consideran
que tienen que hacerlo. Hoy existe Internet, de modo que se pueden ver, leer y
oír las dos campanas, sin pagar tributo a interés económico alguno.
En
tercer lugar, no es bueno poner la política internacional en la campaña
electoral, porque eso condiciona la función de la Cancillería, atenta contra la
diplomacia y le quita profesionalismo al manejo de las cosas.
Ningún
país hace política internacional desde un limbo, sino desde su comercio
exterior concreto y específico.
El Uruguay se va a ver seriamente afectado en
su relación de comercio exterior, si enfeuda su diplomacia a los caprichos progre del NARCOSUR y calachea
manganetas en las Zonas Francas.
La
culpa -o mejor dicho-, la
responsabilidad de todo esto, la tienen José Mujica Cordano, Tabaré
Ramón Vázquez Rosas, y Luis Leonardo Almagro Lemes.
Como
en la murga NOS OBLIGAN A SALIR, siento que me obligan a opinar, aunque no
quiero. Pido disculpas si desafino un poco al cantar mi verdad.
Entre
nosotros tuvimos una experiencia bélica muy dolorosa, con gente inspirada en
aquella película que fue “La Batalla de Argel” y que apunta a una nueva
modalidad de combate bélico: Consiste en escudarse en la población civil,
tirando la piedra y escondiendo la mano.
Eso
lo desconcierta a un ejército regular, porque vuelve bélico, lo que no tendría
que serlo. Es dolorosamente una realidad, pero más repudiable que lo que se le pueda
recriminar a la tropa regular y oficial que hace valer el monopolio de la
fuerza, es la metodología de enfrentamiento, que esta gente trajo.
Psico
políticamente logran un objetivo estratégico a largo plazo, que les permite
acumular fuerzas apareciendo como víctimas de una persecución espantosa, cuando
en realidad, son victimarios de la peor especie. Apelan ellos a un delito de guerra, que consiste en usar a la gente común como escudo humano.
Lo
que hicieron los tupamaros, no solamente con lo de Ramón Pascasio Báez Mena, sino
en todo su accionar, configura el verdadero crimen de guerra que sufrimos todos
los uruguayos.
Cuando
se les hace ver esto, sólo saben contestar: “¡Y qué! ¡Y qué! ¡Y qué!”.
Por
eso ahora salta como una liendre José Mujica Cordano; porque tiene la
conciencia tan sucia, como regalado
el silbido, del pobre Silveira.
Yo
propongo algo muy simple.
¡Vamos
a votar y a botarlos!