martes, 5 de agosto de 2014

Cuando la política internacional se mete en la campaña electoral.

       Nunca estuve de acuerdo con meter las cuestiones de política internacional en nuestras campañas electorales.
       Por varias razones.
       En primer lugar, porque desde aquí no vamos a resolver ese conflicto y el que sí tenemos que encarar, qué es ver quien nos va a gobernar, se termina esfumando en una gran cortina de humo.
       En segundo término, un conflicto de zona de guerra como es Medio Oriente, para poder opinar solamente, hay que estar allí, porque si se nos miente desde el gobierno un día sí y otro también y, averiguar la verdad de las cosas en nuestro país cuesta mucho, cómo me voy a manejar con información de segunda mano, para emitir una opinión sobre ese conflicto.
       Era Luis Alberto de Herrera, “El Viejo”, quien sostenía que países como el Uruguay, tienen que ser neutrales, duela a quien duela y le pese al que sea.
       Nos va la vida a los uruguayos en ser neutralistas.
       Eso no significa que la prensa tenga que ser también neutralista, porque es parte de la sociedad civil y por ende, opina e informa como los avisadores consideran que tienen que hacerlo. Hoy existe Internet, de modo que se pueden ver, leer y oír las dos campanas, sin pagar tributo a interés económico alguno.
       En tercer lugar, no es bueno poner la política internacional en la campaña electoral, porque eso condiciona la función de la Cancillería, atenta contra la diplomacia y le quita profesionalismo al manejo de las cosas.
       Ningún país hace política internacional desde un limbo, sino desde su comercio exterior concreto y específico.
        El Uruguay se va a ver seriamente afectado en su relación de comercio exterior, si enfeuda su diplomacia a los caprichos progre del NARCOSUR y calachea manganetas en las Zonas Francas.
       La culpa  -o mejor dicho-, la responsabilidad de todo esto, la tienen José Mujica Cordano, Tabaré Ramón Vázquez Rosas, y Luis Leonardo Almagro Lemes.
       Como en la murga NOS OBLIGAN A SALIR, siento que me obligan a opinar, aunque no quiero. Pido disculpas si desafino un poco al cantar mi verdad.
       Entre nosotros tuvimos una experiencia bélica muy dolorosa, con gente inspirada en aquella película que fue “La Batalla de Argel” y que apunta a una nueva modalidad de combate bélico: Consiste en escudarse en la población civil, tirando la piedra y escondiendo la mano.
       Eso lo desconcierta a un ejército regular, porque vuelve bélico, lo que no tendría que serlo. Es dolorosamente una realidad, pero más repudiable que lo que se le pueda recriminar a la tropa regular y oficial que hace valer el monopolio de la fuerza, es la metodología de enfrentamiento, que esta gente trajo.
       Psico políticamente logran un objetivo estratégico a largo plazo, que les permite acumular fuerzas apareciendo como víctimas de una persecución espantosa, cuando en realidad, son victimarios de la peor especie. Apelan ellos a un delito de guerra, que consiste en usar a la gente común como escudo humano.
       Lo que hicieron los tupamaros, no solamente con lo de Ramón Pascasio Báez Mena, sino en todo su accionar, configura el verdadero crimen de guerra que sufrimos todos los uruguayos.
       Cuando se les hace ver esto, sólo saben contestar: “¡Y qué! ¡Y qué! ¡Y qué!”.
       Por eso ahora salta como una liendre José Mujica Cordano; porque tiene la conciencia tan sucia, como regalado el silbido, del pobre Silveira.
       Yo propongo algo muy simple.
       ¡Vamos a votar y a botarlos!