domingo, 27 de julio de 2014

Salamín, salamín con pan, a la escuelita industrial.

       Salamín con pan, se suponía, eso creíamos todos, que traía una dilatada experiencia en el manejo de la macro política por el hecho de haber cargado sobre sus hombros con la enorme responsabilidad de una gestión presidencial.
       Se han hecho estudios que demuestran que luego de un mandato Presidencial el individuo ya no es el mismo, la ve diferente, la ve de arriba y por lo general, esa nueva perspectiva suele envejecer a la persona, porque ser Presidente de la República en cualquier lugar del mundo, impone una sobre carga de trabajo, que genera un enorme desgaste interior.
       No es un simple trabajador full time, sino un full time que a tiempo completo, gobierna todo un país.
       Haber sido Presidente de la República a su vez, implica que cuando se vuelve a postular, ante la ciudadanía ya no representa a una mera figura partidista, sino alguien que sabe dirigirse al conjunto de la población.
       Ningún ex Presidente la emprende contra determinados sectores sociales, porque sabe por experiencia propia que el Estado juega un rol bonapartista y que el mandato presidencial funciona cuando todas las partes de la sociedad logran consensuar acuerdos amplios, que posibilitan la eficacia de una gestión de gobierno.
       En el supuesto caso de que tenga pensado cobrarse alguna cuenta contra algún actor económico, social o político, suele ocultarlo, porque sabe que en determinado tramo de la gestión, no podrá gobernar sin esos actores institucionales.
       En el pasado, hubo gente que le dijo con todas las letras, en el momento que asumía su primer mandato, que ser mayoría social y minoría institucional, impone una prudencia máxima en lo que se hace, porque no se gobierna con la pueblada, sino con los sectores que intervienen directamente en el Estado.
       Neutralizarlo a ese sector era crucial para poder ir ampliando gradualmente sus ideas, hasta el límite de lo razonablemente plausible.
       Decir, en plena campaña electoral, que los productores rurales son egoístas, es no tener la más mínima noción de cómo funciona el agro. Mientras los demás pagan impuestos después que venden o cuando cobran el sueldo, el productor, produzca lo que sea, paga renta del suelo sin decir agua va, agua viene.
       Así el campo esté sin producir nada, igual paga renta del suelo.
     Este hecho hace que el productor tenga que endeudarse para poder obtener capital de giro y todos sabemos que con el dólar planchado, la tasa de ganancia que obtiene es mínima.
       Mientras a los otros sectores de la producción se les permite fijar los precios que quieran, al productor se lo topea y peor que eso, si produce mucho le bajan los precios, si produce poco se lo suben. A nadie le aplican la ley de la oferta y la demanda, al productor rural sí.
       Pero por si fuera poco, el productor rural tiene que enfrentar la inclemencia del tiempo, la sequía, las inundaciones, las plagas y eso hace que el trabajo agropecuario no sea atractivo para casi nadie y la gente de campo termine emigrando a las ciudades.
       En el Uruguay, hay apenas 80 mil productores rurales, y todos los que conocemos un poquito de nada de las cosas, sabemos que desde principios de siglo pasado, nuestro país es el más des ruralizado del mundo.
       Lo correcto, para poblar la campaña, sería hacer lo que se hace en Brasil, una gran amnistía tributaria, hasta que el individuo pueda capitalizarse y recién entonces, exclusivamente a los grandes, aplicarles gradualmente impuestos, con una tasa basada en la cantidad de gente que emplean. Paga más, el que menos trabajo genera.
       La economía uruguaya sigue siendo desde los viejos tiempos de Hernandarias, una economía basada en la producción centrada en el campo.
       Emprenderla contra esta gente, para recibir el aplauso fácil del montevideano ignorante y resentido “de los estancieros”, es tan infantil, como impropio de un ex Presidente de la República.
        El campo creció gracias a que Néstor Kirchner cometió ese mismo error y por esa causa, se vinieron a trabajar aquí.
       El doctor ¿Quiere expulsarlos como hizo Néstor?
       Echarle la culpa de todo a los estancieros era algo que no se aguantaba, ni siquiera en el 900’ y el Partido Nacional en eso supo siempre estar a la altura de las necesidades reales que tiene el Uruguay en la división internacional del trabajo. No fue de “bemba, tomando jarabe de pico”, hubo que ir a las cuchillas para defender a estos hombres que hicieron y sostienen, la matriz social de nuestra tierra.
      Todos los que hemos vivido el proceso político uruguayo de los últimos 50 años, sabemos perfectamente que la dictadura en el Uruguay, comenzó a tambalearse, cuando la Federación Rural se puso firme y dijo “hasta aquí llegaron”.
       Si vamos a comparar las cosas en dinero cantante y sonante, por ejemplo, para que un ganadero iguale lo que percibe el doctor Tabaré Ramón Vázquez Rosas, como receptor privilegiado del BPS, como ex Presidente y en función de su fortuna personal, que es una de las más importantes en el Uruguay, el estanciero tendría que tener 4.500 hectáreas de tierra.
       Conviene que el doctor vaya a la escuelita industrial, porque entonces podrá darse cuenta, que el tan manido Impuesto a Primaria ya lo están pagando.
       ¡Salamín, salamín con pan, a la escuelita industrial!