Conocí hace muchos años atrás a un mozo de
bar, un veterano, un tal Ramos, con el que aprendí muchas cosas de la vida y el
lenguaje para expresarse correctamente. Era del interior profundo, había
trabajado en Buenos Aires en los años de plomo y estaba en ese momento en
Montevideo.
Empecé a entender que en política hay que aondearse, ponerse en onda,
para poder intervenir. Que con los argentinos cuando se discute de fútbol, hay
que gritar como un energúmeno, porque si no, no te respetan. Que el gran error
de Perón fue meterse con la Iglesia, decía Ramos: “Contra eso no se puede, te das vuelta y el menos pintado es católico”.
Parece que era buenísimo Juan Domingo, “porque
a los mozos de propina les daba un sueldo a cada uno”. Era un preclaro
porque decía que: “Hay más placer en
servir, que en ser servido y por eso, era una fangotada lo que daba de propina”.
Era
tan constante Ramos, que nunca se había perdido un solo partido de Peñarol.
Cuando pedía un whisky, le decía al bartman: "Echelé, maestro. ¡Arriba los que le echan!
Cuando pedía un whisky, le decía al bartman: "Echelé, maestro. ¡Arriba los que le echan!
Dominaba
muy bien la profesión de mozo, me explicó minuciosamente la razón por la cual
la bandeja se toma por la izquierda y se sirve por la derecha. “Hay que ponerse a la izquierda del cliente
y al costado de él, para poder usar la derecha y servir”, decía, “Si hacés al revés, te pechás o se te cae lo que
llevás”.
Ramos me enseño que no se dice “gil”, se dice güil. No se dice salamín, se dice min
salá.
Aprendí
que ser un sentolla no es dormir
como Alfredo Silva, sino quedar sentado
en el tete de un procesamiento judicial.
Empecé,
por ejemplo, a darme cuenta que aunque uno no fume, igual tiene que llevar un
encendedor encima: “Porque si una mina te
pide fuego, si no le das, le da otro”.
Que a las mujeres cuando te dicen: “...Sí,
Papa…”, hay que contestarles, “No se
dice Papa, se dice papito, pito”.
Me
fui dando cuenta que no se dice frazada, se dice cuchipanda, porque en la vida se va del chucu chucu, al cuchi cuchi.
Decía, “Me
pasé la vida, tirando de la cuchipanda, para poder meterme”.
Me explicaba que rastacuero no es el que rasca el cuero, sino el que tira manteca al
techo, después de hambrear a todo el mundo. Que en la vida no se puede ser
bueno, hay que ser peor que bueno, porque una cosa es ser bueno y otra ser güeno. Estamos en medio de gente me
decía, “que no le agarrás una, las tiene todas. Es lacra”. Le digo sí, es lacra y me contesta: “¡Viste como te
sentís mejor después de usar la palabra lacra”.
Evidentemente, empecé a entender que en
realidad, no hay 7 pecados capitales, lo que si existe es un solo pecado capital: La ingenuidad, eso sí, es lo
imperdonable, lo demás, son debilidades humanas muy comprensibles.
La
lujuria, “¡Dejaló que disfrute de la vida!”, la Pereza, “es entendible, a quién
le gusta yugar pa’ otro”, la Gula, “es muy humana, porque el hombre desde que
nace llora siempre por lo mismo, quiere teta”, la Ira, “es hasta natural cuando
te sacan de las casillas”, la Envidia, “es la base del afán de superación en la
vida”, la Avaricia, “es lo que te permite ahorrar y tener un mango”, la Soberbia,
“es una forma de auto respeto cuando te viven orinando”.
Lo
único que no se perdona y es a la larga por lo cual somos castigados, es por
ser un ingenuo, un chorlito, un sopita boba.
De
la cantidad de cosas que empecé a conocer una fue la que más me quedó: Lo único
que pronunciamos correctamente, es cuando decimos: sopita boba. Eso sí está bien dicho.
"El Frente Amplio es transparente"
Ser
medio opa, o como decía Ramos sopita viene de opita, tal vez sea el
castigo que a la sociedad uruguaya, le esté aguardando de aquí en más.