domingo, 27 de julio de 2014

No se dice gil, se dice güil

         Conocí hace muchos años atrás a un mozo de bar, un veterano, un tal Ramos, con el que aprendí muchas cosas de la vida y el lenguaje para expresarse correctamente. Era del interior profundo, había trabajado en Buenos Aires en los años de plomo y estaba en ese momento en Montevideo.
      Empecé a entender que en política hay que aondearse, ponerse en onda, para poder intervenir. Que con los argentinos cuando se discute de fútbol, hay que gritar como un energúmeno, porque si no, no te respetan. Que el gran error de Perón fue meterse con la Iglesia, decía Ramos: “Contra eso no se puede, te das vuelta y el menos pintado es católico”. Parece que era buenísimo Juan Domingo, “porque a los mozos de propina les daba un sueldo a cada uno”. Era un preclaro porque decía que: “Hay más placer en servir, que en ser servido y por eso, era una fangotada lo que daba de propina”.
       Era tan constante Ramos, que nunca se había perdido un solo partido de Peñarol.
       Cuando pedía un whisky, le decía al bartman: "Echelé, maestro. ¡Arriba los que le echan! 
       Dominaba muy bien la profesión de mozo, me explicó minuciosamente la razón por la cual la bandeja se toma por la izquierda y se sirve por la derecha. “Hay que ponerse a la izquierda del cliente y al costado de él, para poder usar la derecha y servir”, decía, “Si hacés al revés, te pechás o se te cae lo que llevás”.
         Ramos me enseño que no se dice “gil”, se dice güil. No se dice salamín, se dice min salá.
       Aprendí que ser un sentolla no es dormir como Alfredo Silva, sino quedar sentado en el tete de un procesamiento judicial.
       Empecé, por ejemplo, a darme cuenta que aunque uno no fume, igual tiene que llevar un encendedor encima: “Porque si una mina te pide fuego, si no le das, le da otro”. Que a las mujeres cuando te dicen: “...Sí, Papa…”, hay que contestarles, “No se dice Papa, se dice papito, pito”.
       Me fui dando cuenta que no se dice frazada, se dice cuchipanda, porque en la vida se va del chucu chucu, al cuchi cuchi.
       Decía, “Me pasé la vida, tirando de la cuchipanda, para poder meterme”.
       Me explicaba que rastacuero no es el que rasca el cuero, sino el que tira manteca al techo, después de hambrear a todo el mundo. Que en la vida no se puede ser bueno, hay que ser peor que bueno, porque una cosa es ser bueno y otra ser güeno. Estamos en medio de gente me decía, que no le agarrás una, las tiene todas. Es lacra”. Le digo sí, es lacra y me contesta: “¡Viste como te sentís mejor después de usar la palabra lacra”.
         Evidentemente, empecé a entender que en realidad, no hay 7 pecados capitales, lo que si existe es un solo pecado capital: La ingenuidad, eso sí, es lo imperdonable, lo demás, son debilidades humanas muy comprensibles.
       La lujuria, “¡Dejaló que disfrute de la vida!”, la Pereza, “es entendible, a quién le gusta yugar pa’ otro”, la Gula, “es muy humana, porque el hombre desde que nace llora siempre por lo mismo, quiere teta”, la Ira, “es hasta natural cuando te sacan de las casillas”, la Envidia, “es la base del afán de superación en la vida”, la Avaricia, “es lo que te permite ahorrar y tener un mango”, la Soberbia, “es una forma de auto respeto cuando te viven orinando”.
       Lo único que no se perdona y es a la larga por lo cual somos castigados, es por ser un ingenuo, un chorlito, un sopita boba.
       De la cantidad de cosas que empecé a conocer una fue la que más me quedó: Lo único que pronunciamos correctamente, es cuando decimos: sopita boba. Eso sí está bien dicho.




 "El Frente Amplio es transparente"

       Ser medio opa, o como decía Ramos sopita viene de opita, tal vez sea el castigo que a la sociedad uruguaya, le esté aguardando de aquí en más.