Combatir
la corrupción es una cosa. Todos sabemos que con suerte el juez los procesa sin
prisión y aún en el supuesto caso de que cumplan una condena, no deja de ser
una cuestión de carácter vindicativo, que no les hace nada a los corruptos.
El
corrupto cuando lo que robó es una cifra muy grande, en realidad no va a la
prisión, compra su seguridad y esto es así en todos los lugares del mundo.
Muchos
incluso, se hacen meter presos, porque resulta más seguro estar allí, que vivir
expuesto a un posible ajuste de cuentas.
No
obstante eso, combatir la corrupción es correcto, porque ninguna sociedad puede
darse el lujo de alentar en su gente un mundo de anti valores. Si se permite
eso y se llega, como en el país vecino, al límite de la impunidad verbal,
entonces todas las matrices sociales entran en desintegración.
Combatir
la corrupción es entender que ésta no tiene color político; el corrupto primero
es tal y luego ve donde le conviene estar.
Cualquier
fuerza política que se precie de ser tal, cuando se encuentra con un caso de
corrupción, lo primero que hace es nombrar una Comisión Investigadora en el
Parlamento, para que se pueda indagar en el tema y luego eleva a la Justicia los
resultados.
Cuando,
como hemos visto, la fuerza política de gobierno se ha negado a nombrar
Comisiones Investigadoras y encima, salen a echar paños tibios en la situación,
como han sido las declaraciones del ex Presidente doctor Tabaré Ramón Vázquez
Rosas, acerca de que su fuerza política está compuesta por hombres, que muy
rara vez “meten la mano en la lata”, sino a lo sumo “la pata” y, cuando junto a
esto, el conjunto de dicha fuerza protege, hasta las últimas consecuencias, a
gente que la Suprema Corte de Justicia ha procesado, es dable entonces
comprender que la profundidad de la corrupción, que esa fuerza trajo en el país,
está mucho más allá de lo meramente imaginable.
Si
bien es cierto, que el combate a la corrupción es condición necesaria para una
correcta higiene moral en la sociedad uruguaya, sin embargo, no es suficiente.
Aquí
hay que entender una diferencia que es esencial para proceder con acierto en
tan delicado tema. Una cosa es robar y otra muy distinta lo es expoliar.
Según
el Diccionario de la Real Academia Española, robar es: “Quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno o hurtar de
cualquier modo que sea.”.
Expoliar
es: “Despojar con violencia o con iniquidad.”, entendiendo por iniquidad “maldad,
injusticia grande”. El termino expoliación refiere al despojo en gran escala; “Expoliación
de terrenos, propiedades y demás”.
El
Código Penal uruguayo en el artículo 340, pune el hurto, de la siguiente
manera: “El que se apoderare de cosa
ajena mueble, sustrayéndosela a su tenedor, para aprovecharse, o hacer que otro
se aproveche de ella, será castigado con tres meses de prisión a seis años de
penitenciaría.”.
El
delito de expoliación en cambio entra dentro de lo que se llama también, delito de cuello blanco de lesa humanidad y
consiste en obtener beneficios despojando a un pueblo.
Dice
al respecto Eduardo Febbro, en “El circuito de bancos internacionales que
blanquea las fortunas de los tiranos. La ruta del dinero”, Página 12, ed.
27/3/2011, que el delito de cuello blanco
de lesa humanidad: es “… Un crimen
contra la humanidad. Silencioso, sin violencia aparente. Una espantosa empresa
de expoliación de los recursos de los pueblos llevada a cabo con la inacabable
complicidad del sistema bancario mundial. Las fortunas de los dictadores
duermen en los bancos occidentales el fructuoso sueño de los beneficios, mientras decenas de miles de personas se mueran de hambre o sin medios para
pagar un tratamiento contra el sida…”
Se
podría seguir abundando en este tema, pero considero que al respecto deben
pronunciarse los especialistas de estos asuntos, que están muchísimo más
capacitados que yo, para poder hacer un abordaje de carácter global, a esta
plaga que hoy se pone de manifiesto en la sociedad uruguaya, que además de la
expoliación sufrida ha de encarar muy pronto, el efecto contagio de la cesación
de pagos en el vecino país.
Para
concluir aquí, creo que no alcanza con llevar a la cárcel a los expoliadores,
sino que se debe congelar sus cuentas bancarias, puesto que como todos sabemos
es el sistema financiero quien tiene estos
depósitos.