jueves, 24 de julio de 2014

No es época para reformas constitucionales, pero…

       No es este el momento adecuado para plantear reformas constitucionales pero simplemente, quiero hacer reflexionar al respecto, aunque la idea quede ahí, como una simple sugerencia que algún día alguien rescatará.
       Lo que la realidad mundial y latinoamericana indica, en contraposición con otras realidades políticas muy lejanas a nosotros, es lo siguiente:
       Cuando viene un cataclismo colectivo que conduce a lo que se llama comunismo de guerra y que significa en buen romance, darle de comer a la gente con un cucharón, los que toman el poder a la larga, no son los revolucionarios profesionales.
       Los agitadores son expertos en el arte de la insurrección, saben movilizar a la gente, enfurecerla, pero no sirven para ocupar ningún cargo de responsabilidad política.
       Son como el Doctor Zhivago, que en el alfabeto cirílico se escribe, Доктор Живаго.
       Es un hecho que poca gente analiza. En Rusia tomaron el poder los ingenieros, porque en realidad estos profesionales son realmente, el proletariado. El que mueve las palancas es correa de transmisión, pero el que está llamado a gobernar en un entramado proleta es el inge, no el obrerito.
       La razón por la cual lo de Lenin resultó ser irreproducible en cualquier otro lugar del mundo, es por eso; porque nadie cree que el obrerito mueve palanquitas, sea un Arquímedes capaz de mover el mundo con una simple palanca.
       ¡Otra que palanca precisaba el filosofo!
       Los bolcheviques dieron con la palanca proletaria y la cadena se rompió por el lado más débil; su incapacidad de organizar la producción fabril.
       Sabían y opinaban de todo, de política internacional, de estética revolucionaria, de moral comunista, de realismo socialista, del sistema financiero, del arte de la insurrección, pero no sabían organizar absolutamente a nadie, y quedaron pagando ante el proletariado cuando fueron a las fábricas de aquel Petrogrado, que se había quedado sin la protección de San Petersburgo.
        Los bolcheviques fueron todos masacrados, no porque Stalín fuera malo, sino porque en un sartenazo interno, los ingenieros se hicieron del poder.
       En el resto del mundo no pasa eso que allí sucedió por la sencilla razón, de que la división internacional del trabajo a cada uno le asignó un rol por sus ventajas comparativas, en cambio allí, tenían delirios de industrialización fabril. Era, como se estudió en su tiempo; la gigantismo manía de poseer grandes emprendimientos industriales. Lo mismo que hoy está pasando en China.
       Lo que la realidad indica es otra cosa.
      Cada vez que hay un cataclismo un sector corporativo, a la larga, toma el poder.
       En Cuba, por ejemplo, tomaron el poder los médicos y convirtieron a la sociedad en una gran mutualista y un gigantesco manicomio.
     Chile se salvó, porque Salvador, acabó siendo Perdedor Allende, porque si no, era otro hospital más.
       El tema de la salud es demasiado importante como para dejársela a los médicos. Es una cuestión social que a todos nos compete, aunque ellos corporativamente se crean que son los únicos autorizados en opinar al respecto.
       Dejarle la salud a los médicos, es como dejarle la guerra a los militares.
       Debiera hacerse una reforma constitucional que prohíba por razones de higiene social el ejercicio de la función presidencial a quien obtuvo el título de médico. Así como ellos no quieren que nadie les discuta nada y a todo el mundo le dicen, zapatero a tus zapatos, ¡Cállese tengo título!  a él hay que aplicarle su misma fórmula y decir con todas las letras de un mandato constitucional: Se considerará incompatible la condición médica para el ejercicio de la Presidencia de la República.
       Si todos los hombres son iguales ante la ley, no se ve cuál puede ser la razón por la cual los doctores en medicina, resulta que son más iguales que otros. Ellos pueden meter la cuchara en todo, eso sí, nadie puede opinar acerca del área suya.
       El doctor Ernesto Guevara Lynch, mejor conocido como “El Che”, no servía ni para el mismo y por eso no quiso trabajar de mata sano y se puso a matar no más.
       Allende, que fue  Ministro de Salubridad del gobierno de Pedro Aguirre Cerda, en el año 39’, no se dio cuenta que le habían dado el gobierno, no el poder y el buen señor, un puro y duro, gobernaba por resquicios legales, mientras su gente robaba, copaba, violaba y asaltaba.
       ¡No se dan cuenta que debiera declararse incompatible la profesión médica con la política!
      Un médico que politiza la relación hasta el punto de fragmentar una sociedad en dos ¡Qué clase de galeno es eso! 



 

¡No se dan cuenta que el socialismo es cosa juzgada por la historia!