Hoy
la poesía ya no juega el rol centralizador que tenía en otra época, en donde la
tendencia general de la gente cuando opinaba, era terminar su razonamiento, con
una frase célebre, un dicho o un refrán.
Si
bien es cierto que la poesía desapareció del horizonte intelectual de nuestras
inquietudes, soy de los que sigue pensando que tendría que enseñarse
profundamente y, que el educador debiera inculcar en el educando un gusto, un
amor por la poesía.
Recientes
investigaciones sobre el estudio de las lenguas, indican que la mejor manera de
aprender un idioma es saberse de memoria
a los poetas más importantes de esos lugares.
Se
aprende inglés, recitando a Walt Whitman, se aprende portugués, leyendo a Casimiro
de Abreu y, así sucesivamente. Esto sucede por la sencilla razón de que el
poeta, pese a las licencias verbales que solamente a él se le permiten, es el
único que está en contacto con el genio lingüístico de un idioma. El poeta
enseña lo más difícil de todo: pensar en
otro idioma y hacerlo espontáneamente.
Cuanto
más poetas uno recita de memoria, más fácil es hablar con fluidez.
Hubo
un tiempo en que el poeta era una figura querida y respetada; la gente le pedía
soluciones a sus problemas y él les regalaba sus versos más sentidos. Esa es la
razón por la cual el tango, una música que nadie podía creer que eso se pudiera
cantar, logró la espectacularidad que tuvo durante mucho tiempo. Porque dicha
música era la instancia en que cantan
los poetas. Estos individuos raras veces lo hacen, pero a veces suelen componer
música y el tango era su instrumento de expresión.
Mucho
se ha debatido y discutido acerca de qué poetas importa rescatar y se los ha
dividido en dos grandes grupos: los inmortales y los perecederos,
pero si analizamos bien la situación, muchos que en vida fueron totalmente
ignorados, se volvieron eternos porque luego de muertos, alguien supo
reivindicarlos.
¡Cuántos
perecederos hay, que en realidad son inmortales!
Más
atinado, creo yo, sería dividir a los poetas en dos grandes grupos: los
permutables
y los impermutables.
Para
entender lo que quiero significar con esto voy a consignar las siguientes
poesías.
Si
yo digo: “Amor de mis amores, Sol de mi
Sol, te amo con el alma”, no va a faltar quien quiera preguntarse acerca de
quién dijo eso.
Pudo haberlo dicho cualquiera.
Si
yo digo: “Me enamoré una vez, no me
enamoro más, a mi no me busqués, porque no me encontrás.”
¿Quién
dijo eso?
Pudo haberlo dicho cualquiera.
Si
yo digo: “En el cielo las estrellas, en
la tierra el girasol y en el fondo de mi pecho, me muero de amor por vos”.
¿Quién
dijo eso?
Pudo haberlo dicho cualquiera.
Son
poetas que se pueden canjear y permutar por
cualquier cosa.
Ahora
si yo digo:
“Volví
por caminos viejos.
Volví
sin poder llegar.
Grité
con tu nombre muerto.
Recé
sin saber rezar”.
Rezó
sin saber rezar. ¿Quién pudo haber dicho eso?
Eso
lo dijo Homero Manzi, no pudo haberlo escrito absolutamente, más nadie que él.
Manzi
es un poeta que no se puede canjear y permutar por otro.
Es impermutable.
Si
yo digo:
Yo
quiero salir del mundo
Por la
puerta natural:
En un
carro de hojas verdes
A morir
me han de llevar.
No me
pongan en lo oscuro
A morir
como un traidor:
Yo soy
bueno, y como bueno
¡Moriré
de cara al sol!
Yo
quiero, cuando me muera,
Sin
patria, pero sin amo,
Tener
en mi losa un ramo
De
flores. ¡y una bandera!
¿Quién
dijo eso?
Eso
lo dijo José Martí, no pudo haberlo dicho ningún otro.
Es
un poeta que no se puede permutar.
Es impermutable.
Si
yo digo:·
A las
aladas almas de las rosas...
de
almendro de nata te requiero,:
que
tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero
del alma, compañero.
¿Quién
dijo eso?
Eso
lo dijo Miguel Hernández en el duelo interior que le genera la muerte de un
amigo.
Es
un poeta que no se puede permutar.
Es impermutable.
La
poesía tiene una ligazón con la actividad política que poca gente ha sabido
comprender e interpretar.
En
un mundo tan técnico, en donde la sola y simple palabrita ciencia, le da prestigio intelectual a cualquier cosa, y lo único
que vale al parecer, es el desarrollo pensante nominalista, cartesiano y empiriocrítico, los poetas del siglo XX
dijeron en versos, lo que otros callaron por razones tácticas y estratégicas en
política.
La
poesía del siglo XX fue el refugio de los hombres libres; de aquellos que llevan una moral
sin dogmas.
Hay gente que despectivamente cree que de poetas y de locos todos tenemos un
poco o que irónicamente, sonríe diciendo:
“Es un poeta”, como quien dice, es un soñador medio tonto.
Pero
la realidad es otra. Los poetas han sido parte de las fuerzas políticas más
importantes y han intervenido activamente, en todos los bandos.
Lo
que diferencia al poeta de los demás compinches políticos, es que sabe
hasta qué punto hay que tirar de la cuerda.
Recuerdo que cuando el restablecimiento de la
democracia en 1985, después de duras y tremendas intervenciones parlamentarias
en donde discutían acremente, el político le enviaba una poesía al adversario,
con quien había discutido tan vehementemente.
El
político profesional sabía de poesía.
Esta
ventaja superlativa, puede ser también un motivo de incomprensión, la que para
sortear en algunos casos, hace que el poeta se vea obligado moralmente a dar
la vida. Como José Martí, por ejemplo. Pero son casos extremos.
Hoy
el Uruguay vive un momento y por eso quiero reivindicar, no un tango, sino la
poesía que Homero Manzi escribió antes de morir.
Se
titula “Hombre” y creo que es
suficientemente elocuente de lo que hay que decir hoy en día.
“¿Eres cientos de vidas, o una vida?
¿Una sola infinita y dolorida?
¿Eres dueño del mundo en que transitas
o el mundo es una gruta donde habitas?
¿Andas entre las flores y el paisaje
sin poner el perfume y el celaje?
¿Creaste una deidad omnipotente
para que manejara tu presente
y tu pasado y lo que nunca ha sido,
lo muerto, lo vital, lo presentido?
Cruzas frente al espejo de tu espejo
y no eres el reflejo de un reflejo.
Manejas tardes y también mañanas
y ríos y amapolas y ventanas
y lágrimas y sombras y canciones
y juncos y fatigas y emociones
y guerra y paz y prados y ciudades
y juventud y ancianidad y edades
y libros y banderas y armonías
y das luna a la noche y sol al día.
Mides los mundos que tú hiciste mundos
con teoremas exactos y profundos.
Trabajando en tu nada y en tu todo
pintas blanca la nieve y negro el lodo.
Prescribes lo moral y abres caminos
y ponderas valores y destinos.
Juzgas para esta vida y otra vida.
Ésta fugaz y la de allá dormida,
sobre un tiempo sin tiempo —fuego o nube—
y dices que el mal rueda y el bien sube.
Corres como un gigante desolado
con fuerzas que tú mismo has convocado
y de pronto, cortando tu carrera,
te blasfemas, te lloras, te veneras,
te conviertes en cientos de millones
que maldicen o rezan oraciones
y te cambias el rostro en cada suerte
y vuelves a la vida y a la muerte
con una vanidad empecinada
hecha de polvo, de ceniza y nada
y aguardas rosa de la mano amiga
y de la mano sin amor ortiga.
Pero sabes que todo está en tu sueño:
ortiga y rosa, soledad y leño.
Eres trágico así y eres culpable.
Si eterno, te defines deleznable.
Si santo, buscas torpes tentaciones.
Si valiente, te ensucias con pasiones.
Eres trágico así y eres absurdo
cuando te vistes con el gesto burdo
y abismas en fracaso abominable
el bien, de cuya norma eres culpable
y cuando hieres con tus propias manos
tu propio corazón en tus hermanos
y descargas la furia de tus brazos
sobre el propio dolor de tus pedazos
y destruyes los sueños de ti mismo,
lanzando lo que es tuyo hacia el abismo.
Hombre que todo lo soñaste un día
¿Cómo puedes herir a la criatura
si es una imitación de tu figura?
¿Cómo puedes gozar del cataclismo
si está hecho todo en carne de ti mismo?
¿Si el cielo, la perdiz y la cabaña
salieron desde el fondo de tu entraña?
¿Si la bestia que pace y los pastores
tienen tu amor y tienen tus dolores?
Hombre que todo lo soñaste un día,
¡Cómo puedes solazarte en la agonía
si no puedes mentir que son mil vidas
ajenas a tus manos atrevidas!
Vuelve a ser otra vez el franciscano,
que hablaba con el yuyo y el guzano.
Eres uno, el primero, el que hizo todo.
Blanca la nieve blanca y negro el lodo.
El que duerme en las hondas sepulturas
y despierta después en las criaturas.
El creador de sí mismo, el propio dueño.
El responsable de su enorme sueño.
Deja tu vanidad empecinada
hecha de polvo, de ceniza y nada,
y vuelve a ser el ángel legendario
que hizo la cruz y que labró el rosario.
Cómo puedes ver morir con sorda calma
las cosas que pariste con el alma.
Nada menos que tú, que eres poeta
y fuiste tú factor y tu profeta.
Nada menos que tú, que de tan noble
trajiste hasta tu casa el pez y el roble.
Y que hiciste infinita la medida
para encoger tu imagen y tu vida.
Y que al solo fervor de tu mirada
dibujaste los cosmos en la nada.
Y que al solo temor de hacerte malo
nombraste un juez y le entregaste el palo.
¡Cómo puedes fraguar maldad y muerte
si hiciste a Dios para no ser tan fuerte…!”