Cuando
uno estudia la historia política del Uruguay, constata que jamás existió el
gobierno unipersonal basado en el unicato político.
Hasta
Latorre se fue furioso y dijo: “Los
orientales son ingobernables”. Era Gabriel Terra quien decía: “Gobernar sin Herrera es imposible, gobernar
con Herrera es muy difícil”.
En
Argentina las cosas, desde el advenimiento del peronismo a la fecha, son
diferentes a la realidad uruguaya. No solo porque hay un presidencialismo
exacerbado, en donde el Presidente decide todas las cosas, sino porque además
de eso, el justicialismo procede con mayorías parlamentarias aplastantes que le
dan al Poder Ejecutivo, un poder discrecional tan grande, que si bien existe legitimidad
de origen para ocupar esos cargos, queda en barbecho la legitimidad de
ejercicio.
Tan
en barbecho fue quedando Argentina, que se convirtió en el país de lo que no se
hace, ni ejerce durante muchos ciclos; hoy por ejemplo, después de tanto tiempo
barbecheada, es tierra lista para que se la compren los rusos.
El
Uruguay ha sobrevivido hasta hoy, porque ha sido otra cosa muy distinta y por
eso, cuando uno ve que un presidenciable le dice a su gente, que si no tiene
mayoría parlamentaria, entonces votarlo a él es como votar a los otros, es
dable sacar un par de conclusiones de fondo.
Hasta
el
año de gracia de 2005, ningún partido le impuso al país su programa.
Antes bien, se trabajó consensuando en el Parlamento una orientación general de
gobierno. Después de 2005, las cosas cambian y la fuerza política de gobierno
tiene mayoría parlamentaria y por lo tanto, puede gobernar sin acordar
absolutamente nada, ni siquiera el mandato constitucional para ocupar un lugar
en los Directorios de los entes autónomos que quedaron vacantes.
Se
podría hacerle un juicio por incompetencia a todo lo hecho por Tabaré Ramón
Vázquez Rosas durante el período 2005-2010. Ni la dictadura dejó vacantes esos
cargos.
Perdieron de vista que la democracia no es el gobierno de la mayoría;
la democracia es gobierno de la
mayoría que respeta a la minoría. Porque no es lo mismo tener
legitimidad de origen, que legitimidad de ejercicio y la democracia exige ambas
cosas.
El
Uruguay empieza a ser gobernado a partir de entonces con tres elementos básicos:
Sectarismo cerril y prepotente, incompetencia en la gestión de los recursos
públicos y clientelismo amiguista de la peor especie. Parecía un retorno al
Virreinato. Hasta el Sol de la patria lo cortaron a la mitad.
Estamos
hablando de gente que cuando era oposición, operaba con una estrategia basada
en tres cosas que los definían:
Movilización, negociación y concertación. Movilizaban a la gente con la sola finalidad de
negociar, querían concertar para acumular fuerzas negociando y negociaban
escupiendo del plato donde comen, para seguir movilizando y concertando. Era una acción
política permanente de gimnasia aérobica y callejera constante. Como en el
tango de Gardel: “El músculo duerme, la
ambición descansa”.
Debe
ser por eso que la sola palabrita concertación,
ahora que está en marcha en Montevideo el Partido de la Concertación, les
molesta tanto a “los latas”.
Si
algo no existió desde 2005 a la fecha, es precisamente concertación alguna y
como en
política nada es gratuito, ahora teme por la gobernabilidad si le
falta mayoría parlamentaria. Estamos hablando de una persona con la escala
ética alterada, que cuando se dirige a la oposición grita: “¡Vieron, blanqui colorados corruptos!” y cuando sabe, porque se
sabía desde hace tiempo, del nivel de corrupción que hay en ASSE, dice: “Son casos muy raros entre nosotros”.
El
Frente siempre se caracterizó por una cosa que es infrecuente en política,
porque exceptuando casos muy aislados que después tuvieron que irse para la
casa y no supieron donde meterse, un dirigente blanco no se hace colorado y
viceversa. Si no hay acuerdo y queda fuera, tiene que volver con la frente marchita al llano.
El
Frente encontró un agujero que le permitió meter la puntada y dar un salto de
canguro en política.
Despotricando
contra la Ley de Lemas –que suman votos, pero no suman voluntades, decían-, y
sirviéndose de ella, todo junto a la vez, dio con ese doble discurso que lo
caracteriza como su única identidad política.
De esta suerte, venimos a enterarnos que todo
lo que hicieron los partidos
fundacionales desde el nacimiento de la República, está mal, lo que hacen
ellos tiene otro carácter, no se lo puede ver así, son limitaciones que
conlleva siempre el pluriclasismo en
los períodos de transición. Un Frente pluriclasista es natural que tenga limitaciones
teóricas. A la larga eso se termina, porque la moral condena lo que la historia condena y el advenimiento del
socialismo es inevitable.
La
identidad frentista es eso; un cinismo ideologizado para ingenuos.
Una
cosa muy positiva que se palpa en estas elecciones es el hecho de que en el
Partido Nacional al menos, está claro hasta para el más desavisado que ser blanco y frentista es incompatible con la
rectitud moral que una persona bien hecha debe tener en política.
A
esta altura de las cosas y después de 25 años de destrucción sistemática de
Montevideo y 10 de desgobierno nacional, ya no hay dos opiniones.
No
existe entre los blancos más beneficio de la duda para elementos así.
Por
lo que uno está viendo, es realmente una lástima que exista gente –muy minoritaria
por cierto y con una religiosidad muy especial-, en el adversario fundacional que no se den cuenta que los cargos pueden
ser ocupados, sin renunciar a la identidad política y tener que pedir pase
libre.
No
estamos en el Club Atlético Progreso.
La
política no es el fútbol, en donde se compran y se venden jugadores.
Es
una pena que cierta gente no se dé cuenta que ningún presidente de la República
gobierna de motu propio y que sólo un demente, tenga ese concepto de una
gestión para 5 años.
Qué solo estoy
Clase media ¿Porque no venís?
Pobres ¿Porque no ensobran listas?