Desde
que iba al liceo me atomizaron aquellos profesores que tuve, explicando
minuciosamente que cuando cambian las
condiciones materiales, cambia también, todo el edificio cultural, jurídico y
político.
Yo
pensaba que el espíritu sopla donde
quiere, pero ellos enseñaban hasta la minucia, la relación causativa que
existe entre la economía, el modo de producir tecnológico y la vida espiritual
de la gente.
Pude
por ejemplo enterarme de algo que me resultó novedoso: como era el hecho de que
los antropólogos cuando estudian una tribu de indígenas, lo primero que
analizan es el tipo de alimentación, porque la ingesta, tiene una relación
directa con sus creencias religiosas. Tomando a Desmond Morris como eje que vertebra una forma de observar, al
parecer el hombre es un animal que a duras penas logra caminar en dos patas y
todavía no conquistó la posición erecta.
Para
un cambio genético en la especie se necesita una alimentación mucho más
variada. Eso, decían, es algo
científicamente demostrado.
La
época fue así: lo inferior explicaba lo superior. El sótano da el fundamento de
la azotea, la perversión sexual es el hormigón armado del amor, la economía el soporte de la literatura, el
tipo de alimentación la trama básica de la fe religiosa, la promiscuidad
familiar, una consecuencia del desalojo, la moral condena lo que la historia
condena y todo así, siempre lo bajo era para ellos, el sostén de lo alto.
Todos
sabemos que como es arriba es abajo y viceversa, de modo que no se ve la razón
por la cual tiene que ser el subsuelo lo que permita comprender la terraza,
pero más allá de eso, es indudable, que todo
tiene algo que ver con todo.
No
estoy diciendo que el cambio tecnológico determine eo ipso un cambio político inmediato, pero es indudable que a
medida que la tecnología avanza, hasta la forma de votar en el Parlamento
termina cambiando.
Cuando
uno observa en el Uruguay actual, que cierta fuerza política, todo lo que
analiza lo mira desde una supuesta moral del pobre, y no
se dio cuenta que los que tienen que acceder a los bienes de cultura son
precisamente ellos y no los jubilados, es dable pensar varias cosas: o Juan
XXIII metió la pata hasta el cuadril, cuando pidió la opción preferencial por los pobres o nació allí un caballito de
batalla para el más bajo filisteísmo moral, jamás visto en la historia de la
humanidad, que consiste en medrar con la desgracia ajena, para ocupar cargos
políticos y enriquecerse.
Aquí
no corren las “autocríticas” al estilo
Olesker. No alcanza con que la justicia proceda contra los corruptos, deben serle congeladas sus cuentas
corrientes y ese dinero reintegrado a la sociedad.
Más
allá de eso, el cambio tecnológico está llamado a cambiar la legislación
vigente. Cualquiera que se tome la molestia en leer algo de Derecho
Informático comprende inmediatamente, que existe un área inmensa de
desafíos nuevos, que eran impensables en otro tiempo.
Un
partido moderno hoy en día, es en principio una fuerza política de hombres
competentes para intervenir en la realidad institucional de nuestro tiempo,
acompañar el cambio tecnológico, gradualizarlo donde es necesario, evitar sus
excesos y darle tiempo a la gente que está inmersa en él, para poder acompasar
las cosas sin quedar desfasado.
El
cambio tecnológico, tiene que ser sentido como un bien común, y no
como un favor muy grande, que un señor magnánimo y buenísimo, le hace a los
demás.
Como
decía José Pedro Varela, la educación
del pueblo es querible, cuando veo que otro con ella, sale a flote en la vida.
La
educación no es un adorno que llevamos en la cabeza, es por el contrario eso,
con lo que nos ganamos la vida.
Varela
fue Ministro de Educación de Latorre, porque ese era el momento de enseñar: En
el preciso instante que Inglaterra vertebraba al Uruguay con los ferrocarriles,
había que formar gente calificada para trabajar y reparar máquinas allí y el
Estado uruguayo daba educación gratuita, como manera de seguir captando
inversiones británicas.
Varela
a diferencia de Sarmiento, con quien se terminó peleando, no quería civilizar a
los garrotazos; Quería que los bienes de cultura fueran queribles por la gente
y por eso crea los amigos de la
educación popular, porque sabía que la idea cuando es correcta, da al
final con las formas materiales para su realización.
No
se puso a vender la piel del oso antes de cazarlo, antes bien, busco entrenar a
los entrenadores de cazador.
Con
las nuevas tecnologías ocurre algo similar; el estado carga con el costo de dar
cursos gratis, porque también le sirve a los fabricantes que gracias a eso,
venden más las nuevas tecnologías.
No
es un gasto, es una inversión, que el Estado hace hacia adentro de sus
funcionarios y no tirando manteca al techo, para un sindicalismo totalmente,
desquiciado y desubicado.
Hoy
las nuevas tecnologías permiten que una persona que está desocupada o que a la
edad en que fue despedida le cuesta conseguir trabajo, pueda tele trabajar,
hacer páginas Web, diseño gráfico, llevar la contabilidad o lo que sea, que por
otra parte es amplísima la cantidad de cosas que se pueden hacer.
El
único lugar en donde no se dieron cuenta de eso, no hace falta decirlo, porque está
muy claro dónde es.
Hoy
el socialismo es obsoleto por muchas causas, que en otros post voy a analizar,
pero aquí se lo ve con perfecta nitidez.
Se
puede hoy ser veterano y ganarse la vida con tanta solvencia como puede tener
alguien más joven. Es además falso, que las nuevas tecnologías estén pensadas
exclusivamente para este o aquel. Lo que sí resulta claro y eso lo veo con mis
padres, que a los 80 años a la persona le es muy difícil agarrarle la onda a
cosas que para uno son elementales y no es porque no sean inteligentes, sino
porque vienen de un esquema fordista, con enseñanza taylorista y un concepto de
la división del trabajo, que ya no existe más.
Si
con esa mentalidad cierta gente quiere gobernar, evidentemente, el Uruguay es
un país condenado de antemano y perderemos el siglo XXI.