viernes, 25 de julio de 2014

La fiebre de cargos busca embarrar la campaña

       La fiebre de cargos es una tendencia muy virreinal que tenemos los uruguayos. Cada vez que el Virrey daba un cargo tenía dos problemas; el que quiso resolver y no pudo y el nuevo que le generaba el hecho de venir a descubrir que esa persona en quien había confiado, en verdad era un lechuguino encopetado.
       Lechuguino porque son lechugas pequeñas, demasiado presumidas, y no se dan cuenta que van a ser trasplantadas, encopetado porque cada vez que sufre congestiones de vanidad, levanta el copete.
       Esta es una tendencia típicamente española, que se la puede ver en todos los países hipanohablantes, sin excepción. Con la diferencia que entre nosotros, se le agrega la viveza criolla, pero sin la clásica picardía hispana.
       Tan es así, que en el antiguo derecho visigótico, en el que estaba basado el derecho virreinal que nos seguía rigiendo más allá de la Constitución de 1830, hasta entrado el siglo XX, había una máxima que rezaba: Rey os daremos si figueres ley, et si not, not.
       Porque el problema también era en España con el Rey, que se ponía a hacer cualquier cosa, menos ley.
       Si bien es cierto que nuestro proceso de emancipación de España fue producto de la indignación moral hacia gente así, una trampita tenía que haber, porque si falla el hombre, falla todo y a la larga, la realidad política fue registrando el advenimiento de otras caras para la misma historia.
       ¡Como si todo fuera un eterno retorno de lo mismo y no hubiera nada nuevo bajo el Sol!
       Hay ejemplos para todas las posiciones existentes que demuestran que en política se puede ser influyente, sin tener cargo alguno.
       Miremos para donde queramos, vemos que hay casos que así lo confirman en todas las tiendas, sin excepción.
       Luis Alberto de Herrera llegó a ser más importante desde su quinta, que otros en el gobierno, Wilson pudo ser más influyente sin cargo alguno andando por el mundo, que otros aquí apegados a la silla, Jorge Batlle fue más primordial cuando al perder la Presidencia, también perdía el cargo de senador, dado que sostenía que él se postulaba a una sola cosa. Liber Seregni nunca ocupó cargos parlamentarios. Incluso el mismo Vázquez hoy disputa la Presidencia, sin haber sido senador.
       El cargo es importante, si la persona que lo ocupa sabe dignificarlo.
       En los partidos fundacionales la tendencia es a querer el cargo parlamentario. Como son partidos esencialmente democráticos todos quieren ocupar un lugar en la institución que oficia como caja de resonancia de los temas más importantes que se debaten en el Uruguay. El Parlamento refracta una realidad que es espejo de lo que ocurre a nivel general y por ende, es natural que se quiera tener un cargo parlamentario.
       Cuando uno ve la cantidad de listas de todos los partidos que se presentan para un cargo parlamentario, es para quedar boquiabierto.
       Estamos hablando de listas que llevan como mínimo 500 personas. Si sumamos esa cantidad, vemos que no bajan de 20 mil individuos.
       Quiere decir, que toda esa gente que dice que no le interesa la política y opina igual, miente.
       El Frente Amplio como tuvo que hacerse democrático a los porrazos por la vida y aún así, afloran a cada paso reflejos pavlovianos muy arraigados, convierte la democracia en una demos gracia y reparte a granel cargos de secretario de organización, propaganda, finanzas, local, más los de las coordinaciones, más los de los grupos políticos y a todo eso, le suma otra cantidad igual de grande, de secretarios adjuntos al secretario.
       Crearon los Centros Comunales en la Intendencia, no para imitar a los Comandos Comunales del Chile de Allende, como parecía al principio, sino para tener más cargos para repartir entre lechuguinos encopetados.
       Si a esto se le agrega la cantidad de Organizaciones No Gubernamentales que le hacen de saeta al Frente Amplio, vemos que es una cosa tan monstruosa los cargos que tiene para repartir, que El Leviatán de Thomas Hobbes es realmente un poroto al lado del poder absoluto que concibe esta gente, como modelo de sociedad.
       La sociedad uruguaya debiera darse cuenta, que esa cantidad enorme de cargos que regala a granel el Frente, es la máscara “democrática” del absolutismo totalitario, que en un país de habla hispana toma la misma forma, que en la del barbado comunismo caribeño.
       Van para más, quizás y no quiero ser ingenuo, no ya para implantar el Poder Popular a la cubana, sino para tener más cargos que repartir manzana por manzana y entonces los manzaneros podrán aliviar esa sensación tan espantosa que es carecer de cargos políticos. Es la manera que ellos conciben el proceso de inclusión social en el Uruguay.
       Fiebre Amplia de cargos manzanera se encuentra que ahora la juventud está en Internet y el cargo lo tiene cuando abre una página Web, un Bloger o participa en una red social específica que se especializa en una cuestión determinada.
       Hay jóvenes que me han dicho que navegando por Internet, encontraron amistades mucho mejores, que las que tienen en su entorno inmediato.
       La participación popular que ofrece el Frente Amplio siempre fue el canto de sirenita de una dictadura castrista, sólo que ahora la tecnología, la volvió obsoleta a esa isla.

       Frente a eso, no encuentran solución mejor que degradar el debate en agravio, burlarse de otro, decirle gilada, reprocharle el apellido y tonterías que realmente, están por debajo de la línea media del desprecio y sólo merecen, la callada por respuesta.
       Pobrecitos, el último tren corría y nadie les dijo nada. Eso sí, lo que en realidad beben es No Puedo Más.