martes, 14 de noviembre de 2017

Un nuevo escenario regional

        Alejandro Guillier, el candidato oficialista de Fuerza de la Mayoría, sorprendió en el último tramo de la campaña hacia las elecciones de este domingo en Chile, por el inesperado arrebato de agresividad verbal.
        Salió diciendo que “la derecha no tiene proyecto político para Chile” y que el ex Presidente, Sebastián Piñera “es un peligro para la gobernabilidad del país”.
        Asimismo dijo en Twitter: "Prepárense todos, que si la derecha gana será la persecución más brutal, porque el diálogo que han prometido es falso, no van a gobernar con diálogo ni respeto a las minorías ni a las familias; en vez de gobernar van a arrasar y van a seguir profitando (sic) del poder y la riqueza".
        Alejandro Guillier no se caracterizó hasta ahora por la violencia en la manera de opinar, de modo que es algo que llama la atención.
        “¿Qué te pasa Alejandro?” se preguntó Piñera ante la nueva modalidad de expresión que adoptó en el tramo final de la campaña el senador por Antofagasta.
        Los politólogos chilenos sostienen que en el primer tramo se suele actuar por la positiva, tratando de convencer que lo voten a uno y en la recta final se vuelve más duro el lenguaje, tratando de decirle a los indecisos, que no voten al otro.
        En el Uruguay es exactamente al revés. La campaña se inicia polarizando y luego de las elecciones internas se suaviza el tono para no parecer soberbio ante los indecisos que aunque son pocos, terminan siendo el fiel de la balanza.
        Lo que llama la atención acá es el inopinado brote de dureza último momento que muestra Alejandro Guillier.
        Todo indica que lo están cuestionando de adentro de su fuerza política y eso lo fuerza a ser duro hacia afuera, como forma de estar en un eventual balotaje.
        También es la expresión de la desesperación en que cayó un oficialismo dividido.
        En cierta forma la campaña electoral chilena sirvió para reflejar la forma en que fue cambiando dicho país.
        Ya nadie defiende las expropiaciones masivas y los partidos que lo hacen son minoritarios, lo que indica que la gente no cree en ese discurso.
        No hay que perder de vista que el actual gobierno en las elecciones pasadas vendió un discurso basado en reformar profundamente todas las instituciones chilenas. Si algo caracteriza a la clase media que vota es una mayor prudencia y cordura a la hora de comprar un planteo político.
        En la campaña anterior, tal como lo consignamos en su momento en este blogger, en determinado momento parecía que se volvía a los años ’60 y ’70. Si algo queda demostrado ahora, es que esa eventualidad está completamente desterrada.
        La gente ya no cree que el Estado es la única institución que puede resolverle la vida y los problemas, por el contrario piensa que el bienestar personal es responsabilidad de cada cual, que el camino del progreso es el trabajo y el esfuerzo.
        A diferencia de otras campañas de carácter emocional, ésta por el contrario fue racional y calculadora. No se ven programas de gobierno que digan cosas opuestas. Nadie habla de que se va a iniciar “un nuevo ciclo” como hace cuatro años.
        El chileno parece estar convencido de que gobierne quien sea, nadie va a hacer algo mejor por él y por ende, no le importa quien se sienta en el sillón presidencial.
        Ya nadie atiende a las promesas, porque si algo caracterizó al gobierno de Bachellet es haber demostrado que eran inadecuadas o inaplicables y por eso todos miran la gestión y ven en Piñera el hombre indicado.
        Atacarlo desde la ideología como hace Alejandro Guillier es no haber entendido el estado de ánimo colectivo.
        Estamos viviendo un proceso de carácter global en donde las identidades simbólicas ya no tienen nada que ver con las adherencias materiales. Ser trabajador y asalariado ya no significa votar a la izquierda como en el siglo pasado.
        Hoy en día las identidades materiales tienden a debilitarse.

        Se viene una época interesante, signada por el surgimiento de otro escenario político y de nuevas realidades.