viernes, 17 de noviembre de 2017

Así son las cosas en el país más pobre del mundo



        Robert Gabriel Mugabe, ‑el camarada Bob‑, es un político y militar zimbabuense de 93 años, que gobierna bajo fraude electoral permanente, desde 1980, cuando encabeza la independencia de Zimbabue, la ex Rhodesia, en los tiempos en que era colonia del Reino Unido.
        Ésta guerra mantenida entre nacionalistas negros y el régimen blanco de Ian Smith quien era apoyado por el Reino Unido, causó la muerte de 30 mil personas.
        Mugabe pasó de ser un héroe independentista de la descolonización africana, a un dictador que convirtió al país más próspero de África, en uno de los más pobres. Es el claro ejemplo de ese putchismo africano en donde para darle legitimidad de origen al gobierno hay que dar un golpe contra el colonialismo y para dotarlo de legitimidad de ejercicio, solamente basta con declararse socialista.
        “Todavía soy el Hitler de los tiempos. Este Hitler tiene solo un objetivo: justicia para su gente, soberanía para su gente, reconocimiento de la independencia de su pueblo". "Si eso es ser Hitler, dejadme ser Hitler multiplicado por diez", dijo Mugabe en el 2003.
        Conceptos como "Solo Dios, que fue quien me designó, me apartará. Ni el MCD [partido de la oposición], ni los británicos". Dicho en el 2008, lo caracterizan como una persona profundamente antidemocrática, dictatorial y autoritaria.
        El miércoles 15 fue detenido en un golpe de Estado encabezado por Constantino Chiwenga, quien tomó el control de las principales instituciones zimbabuenses, la sede de la televisión, así como el partido gubernamental Unión Africana Nacional de Zimbabue-Frente Patriótico.
        Todo comenzó porque la primera dama de Zimbabue, Grace Mugabe, dijo que el vicepresidente Emmerson Mnangagwa era “una serpiente venenosa” que debe “ser golpeada en la cabeza”.
        Al otro día Mugabe lo destituye acusándolo de deslealtad y Mnangagwa abandona el país.
        Luego de esto Mugabe y su esposa salieron a buscar los apoyos del partido gobernante, Unión Nacional Africano Zimbabuense-Frente Patriótico, para lograr que Grace Mugabe ocupara la vicepresidencia del país.
        El ejército de Zimbabue no se confía en la esposa de Mugabe y los analistas políticos consideran que no es nada improbable que Emmerson Mnangagwa termine ocupando la presidencia.
        Según Andrew Harding, corresponsal de la BBC en África,  "el error de Mugabe fue asumir que todavía era lo bastante poderoso como para instaurar una dinastía con su esposa como sucesora".
        La destitución del vicepresidente Mnangagwa se dio en el marco de purgas que no eran del agrado del ejército.
        Occidente acusa a los Mugabe de apropiarse ilegalmente de tierras de terceros, amañar elecciones y violar los derechos de la oposición.
        Los militares que los pusieron bajo arresto domiciliario niegan que sea un golpe de Estado. “Nuestro objetivo son criminales de su entorno que están cometiendo crímenes... que están causando sufrimiento económico y social al país", dijo un general zimbabuense al leer una declaración transmitida en vivo por la televisión estatal, a la que los militares entraron por la fuerza.
        Si bien el ejército no especificó a quienes se refería, varias agencias, sin embargo, informaron de la detención del ministro de Finanzas, Chombo Among y otros dos afines a Grace, la esposa de Mugabe.
        La situación es confusa pero se pueden manejar varias interpretaciones de lo que está ocurriendo. Una que el ejército no quiere estar bajo el mando de los caprichos de la esposa de Mugabe, a quien mira con recelo, por el hecho de que en uno de los países más pobres de África, le gusta hacer ostentación de lujo. La otra hipótesis  es que el ejército quiere relanzar al ex vicepresidente Mnangawa, que fue destituido por sugerencia de Grace Mugabe. También se puede pensar que la purga de Mnangawa es la gota que colmó el vaso en el proceso de ataque, que Grace hizo sobre los veteranos dirigentes del partido gobernante.
        El golpe sería la consecuencia de una lucha interna al seno del partido de gobierno, entre Grace y el status quo, que se disputan la sucesión del anciano dictador de 93 años de edad.
        Por un lado estarían los viejos dirigentes independentistas que fueron desplazando y por el otro, el ala juvenil del partido gobernante, que cuenta entre 40 y 50 años y se apoya en Grace Mugabe, quien públicamente dijo que iba a ocupar la próxima presidencia. La lucha interna de facciones en pugna no es nueva en el país y dejó un saldo de muchísimos muertos.
        Grace es considerada cabecilla del G‑40, un grupo de políticos afines a la pareja presidencial.
        Los veteranos de guerra de Zimbabue, advirtieron que Mugabe "está acabado" y "no se le permitirá continuar" antes de darle un "ultimátum" para que dimita según informan medios locales.
        La crisis de Zimbabue pone a toda África en dificultades, porque el próximo presidente tendrá que ser reconocido por los demás gobiernos africanos.
          “Deberíamos trabajar todos juntos para un retorno rápido a un gobierno civil en ese país de acuerdo con su constitución”, dijo el Secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson tras calificar de “preocupante” la situación. “Zimbabue tiene una oportunidad para adentrarse en un nuevo camino, uno que debe incluir elecciones democráticas y respeto a los derechos humanos",        sostuvo.
        Una pauta de los posibles acontecimientos lo constituye el hecho de que Emmerson Mnangagwa, ‑alías el cocodirilo‑, destituido el 6 de noviembre por Mugabe haya regresado a Zimbabue. Parece ser el principal detonante de la crisis, porque estaba preparando una nueva hoja de ruta para el país, junto a otros dirigentes del partido.
        Mugabe lo acusó a pedido de Grace, de conspirar para tomar el poder mediante el uso de la brujería. Es un veterano líder independentista que contó durante mucho tiempo con el apoyo de los militares, cuando era ministro de Defensa.
        Mnangaga quería la reconciliación con el principal líder opositor Morgan Tsvangirai a quien le agredieron a sus simpatizantes en unas elecciones y tuvo que bajarse de la segunda vuelta y en otra oportunidad en 2008 le estafaron los comicios.
        También estaba en esa hoja de ruta la devolución de las tierras que les fueron confiscadas a los colonos blancos.
        Estaríamos ante la formación de un Gobierno de coalición transitorio en el que el ex vicepresidente Emmerson Mnangagwa, del ZANU-P, estaría al frente en alianza con otras formaciones políticas como el Movimiento por el Cambio Democrático (MDC-T) de Morgan Tsvangirai.
        Según Derek Matysza del centro de análisis Instituto para el Estudio de la Seguridad, con sede en Pretoria, la lógica política “sugiere que la intervención militar será corta y que una vez que se aseguren de que Mnangagwa asume la presidencia, volverán los militares a los barracones”.
        El vacío de poder vino a agravar una de las peores situaciones económicas del mundo, con una inflación del 231.000.000% y la contracción de la agricultura, en un país que llegó a ser exportador de alimentos. El autoritarismo y la mala gestión condujeron a la fuga de cerebros y la degradación social y económica del país.
        Hoy la crisis se agravó y nadie salió a condenar el golpe de Estado. Sólo la Unión Africana, presidida en la actualidad por el mandatario guineano Alpha Conde, ha afirmado que "nunca aceptará el golpe de Estado militar" y ha pedido la vuelta a la Constitución por la vía política.
        Estamos hablando de un país sin infraestructuras, con un servicio sanitario colapsado, sistemas de agua que no funcionan y con altísimos niveles de desnutrición.
        De todo esto se pueden extraer varias conclusiones:

  •  El militarismo como política expropiatoria –socialismo real‑, es la vía regia a la pobreza y la degradación social.
  • La libertad personal es esencial para el progreso económico de las naciones, porque, como decía John Smith, “la propiedad es el precio de la libertad”.
  •  La crisis económica que azota ahora a Zimbabue es de una profundidad tal, que tras el golpe de Estado hay un intento de revertir decisiones políticas expropiatorias.