miércoles, 2 de diciembre de 2015

Tiempos de sinceramiento



“El complemento necesario de un monstruo
es el cerebro de un niño”
Paul Valery

       Era Kant quien filosofando se hacía la siguiente pregunta, decía “¿Qué diferencia hay entre tener un billete de mil en el bolsillo o el de tenerlo en la imaginación?”. Como según él, el hombre no percibe el mundo, sino que pre percibe lo que ya es y en vez de ver las cosas tal cual son, las observa a como él es, se contestaba: No hay ninguna diferencia entre tener un billete de mil en el bolsillo o el tenerlo en la imaginación.
       Todos entendemos que hay una diferencia sustancial entre un billete real y uno imaginario, pero los mercados bursátiles tan prestos a generar dinero en función del apalancamiento sistemático de cuanta cosa se le confiera valor de cambio y las expectativas que eso suele generar en muchísima gente, ha hecho de las reflexiones de Kant, una amarga realidad en los procesos de burbuja económica que hemos tenido.
       Se lo ve en Brasil, en donde el balance presupuestal de Dilma, maquillando cifras, dio un superávit de más de 50 mil millones de dólares y ahora venimos a enterarnos que en realidad, hay un déficit de más de 50 mil millones de dólares.
       También es dable verlo en Argentina en donde quedan apenas 4 mil millones de dólares y no es nada improbable que Vanoli tenga que devaluar antes del 15 de diciembre.
       Volviendo a Kant: ¿Qué diferencia hubo en Brasil entre tener 50 mil millones de dólares en la imaginación o tenerlo en reservas? ¿Qué diferencia hubo en Argentina entre tener 26 mil millones de dólares en la imaginación y en realidad tener 4 mil? Para los ideólogos como Kant, ninguna, pero para el resto sí, porque hoy Brasil marcha a un apagón y las oficinas estatales no tendrán para pagar ni el agua, ni la luz, ni los salarios, hoy Argentina camina a una cesación de pagos y las Provincias ya no tienen ni para pagar el aguinaldo a fin de año.
       Pregunto yo: ¡Van a comer pan dulce y tomar sidra en la imaginación!
       Esta disparidad tan grande entre la mentira oficial y la realidad de los números no maquillados, es lo que explica que después de un ajuste de la paridad monetaria –devaluación-, venga un sinceramiento general que afecta incluso, a la misma identidad colectiva.
       Yo no necesito una devaluación para sinceramente ante la vida, pero se ve que mucha gente sí.
       Como decía Paul Valery se llega al monstruo perfecto, con cabeza de niño.
       No falta quien diga: ¿Y por casa cómo andamos?
       Pregunto yo: El Uruguay, que desde la devaluación de 1982 el Banco Central prohibió por resolución informar cuántas Reservas Internacionales Netas (RIN), tiene, ¿estará tan blindado contra el efecto contagio? Blindado dónde: ¿En la realidad o en la imaginación de Danilo Astori?

 

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