“El complemento necesario de un
monstruo
es el cerebro de un niño”
Paul Valery
Era
Kant quien filosofando se hacía la siguiente pregunta, decía “¿Qué diferencia
hay entre tener un billete de mil en el bolsillo o el de tenerlo en la
imaginación?”. Como según él, el hombre no percibe el mundo, sino que pre
percibe lo que ya es y en vez de ver las cosas tal cual son, las observa a como
él es, se contestaba: No hay ninguna diferencia entre tener un billete de mil
en el bolsillo o el tenerlo en la imaginación.
Todos
entendemos que hay una diferencia sustancial entre un billete real y uno
imaginario, pero los mercados bursátiles tan prestos a generar dinero en
función del apalancamiento sistemático de cuanta cosa se le confiera valor de
cambio y las expectativas que eso suele generar en muchísima gente, ha hecho de
las reflexiones de Kant, una amarga realidad en los procesos de burbuja
económica que hemos tenido.
Se
lo ve en Brasil, en donde el balance presupuestal de Dilma, maquillando cifras,
dio un superávit de más de 50 mil millones de dólares y ahora venimos a
enterarnos que en realidad, hay un déficit de más de 50 mil millones de
dólares.
También
es dable verlo en Argentina en donde quedan apenas 4 mil millones de dólares y
no es nada improbable que Vanoli tenga que devaluar antes del 15 de diciembre.
Volviendo
a Kant: ¿Qué diferencia hubo en Brasil entre tener 50 mil millones de dólares
en la imaginación o tenerlo en reservas? ¿Qué diferencia hubo en Argentina
entre tener 26 mil millones de dólares en la imaginación y en realidad tener 4
mil? Para los ideólogos como Kant, ninguna, pero para el resto sí, porque hoy
Brasil marcha a un apagón y las oficinas estatales no tendrán para pagar ni el
agua, ni la luz, ni los salarios, hoy Argentina camina a una cesación de pagos
y las Provincias ya no tienen ni para pagar el aguinaldo a fin de año.
Pregunto
yo: ¡Van a comer pan dulce y tomar sidra en la imaginación!
Esta
disparidad tan grande entre la mentira oficial y la realidad de los números no
maquillados, es lo que explica que después de un ajuste de la paridad monetaria –devaluación-,
venga un sinceramiento general que afecta incluso, a la misma identidad
colectiva.
Yo
no necesito una devaluación para sinceramente ante la vida, pero se ve que
mucha gente sí.
Como
decía Paul Valery se llega al monstruo perfecto, con cabeza de niño.
No
falta quien diga: ¿Y por casa cómo andamos?
Pregunto
yo: El Uruguay, que desde la devaluación de 1982 el Banco Central prohibió por
resolución informar cuántas Reservas Internacionales Netas (RIN), tiene,
¿estará tan blindado contra el efecto contagio? Blindado dónde: ¿En la realidad
o en la imaginación de Danilo Astori?
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