El categórico triunfo opositor en
Venezuela, poniendo fin a 17 años de chavismo con una mayoría calificada, es
uno de los hechos más trascendentes del último período.
Esto es un cambio profundo a la estructura
de poder en Venezuela.
"Lo primero que vamos a hacer es
pedir las cifras estadísticas. No sabemos las cifras de inflación, no sabemos
las cifras de producción petrolera, no sabemos las cifras fiscales, no sabemos
las cifras de producción industrial. No sabemos nada", dijo José Guerra,
diputado electo por Caracas y ex alto funcionario del Banco Central.
El margen con que acaban de ganar
posibilita -por ejemplo- designar la junta directiva de la Cámara que tomará
posición el próximo 5 de enero o despachar leyes regulares. Una de ellas sería
una Ley de Amnistía para los presos políticos.
El Presidente Nicolás Maduro podría
rechazar promulgar la ley, pero solo momentáneamente; también podría apelar a
que es inconstitucional y vetarla a través del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ),
de mayoría oficialista. "Es probable que haga eso Maduro, pero generaría
una crisis política muy grave", dice el constitucionalista Juan Vicente
Haro.
Con la mayoría de 3/5 ratificada en la
madrugada, la oposición podrá además emitir votos de censura contra ministros y
el Vicepresidente. Y al llegar a la mayoría calificada de 2/3
(112 diputados) cuenta con los votos suficientes para, entre otros, remover
autoridades de poderes como el propio Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) o el
Consejo Nacional Electoral (CNE), realizar reformas constitucionales, convocar
a una Asamblea Constituyente e incluso a un referéndum revocatorio al
Presidente.
"Esos son escenarios que están
abiertos, pero ahí la Asamblea Nacional tiene que ser muy prudente", dice
Haro, quien señala también su preocupación de que en estas semanas antes de que
asuma el Parlamento, el Presidente se dedique a copar los cargos en órganos
como el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) o impulse una nueva Ley Habilitante
que le permita legislar por decreto. "A mí me preocupa mucho esa
posibilidad. Eso sería un fraude a la Constitución y a la voluntad del pueblo,
con lo que la función legislativa quedaría prácticamente secuestrada por el
Poder Ejecutivo".
Hay que tener en cuenta que hoy la
ballena prepotente del izquierdismo está herida en Venezuela; el único problema
es que aún herida y en retirada puede seguir dando coletazos.
Se debe considerar que Maduro, que en
realidad es un inmaduro, es capaz de cualquier barbaridad, como lo demuestra el
rol que jugó el Ministro de Defensa Vladimir Padrino la noche de las elecciones.
Gracias a la comparecencia pública del alto mando militar del chavismo, antes
de que se conocieran los resultados oficiales de las legislativas, el Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de Maduro, tuvo a regañadientes que
reconocer la derrota en las urnas. Incluso se produjo una discusión entre
Padrino y el "número dos" del chavismo, el hasta ahora presidente de
la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, cuando quedó patente que el recuento no
los favorecía. Un debate interno habría concluido que de no reconocer el resultado
se produciría "una matazón" (matanza). En esos momentos, el general a
cargo de la cartera de Defensa habría marcado el rol del ejército, hasta ahora
leal a Cabello.
"Hay que reconocerlo, nosotros
felicitamos el comportamiento de todo el pueblo de Venezuela", espetó el
general. "Hemos recogido 78 incidentes electorales de los cuales siete han
sido delitos (...) solamente hay siete detenidos a la orden del Ministerio
Público", dijo Padrino, que consideró la cifra "insignificante".
La pesadilla ya culmina dando el
oficialismo la callada por respuesta. Pretenden gobernar como Allende, con
mayoría opositora en el Parlamento y ya sabemos cómo eso termina. Era el tercio
mayor, en cambio el chavismo es el tercio menor. Allende, empero, ganaba las
parlamentarias, en cambio aquí una elección de Asamblea Nacional, se convirtió
por torpeza de Maduro en un plebiscito. Allende no amenazaba y se suicidó con
las botas puestas.
Convirtieron a los distintos adherentes de
partidos en una masa crítica perfectamente ensamblada.
Nadie sabía a quién elegía, ni por quién
votaba.
Todos sabían a quién repudiaban.
Dos factores decidieron este resultado
demoledor.
El primero, la torpe gestión de Nicolás
Maduro de la crisis del desabastecimiento de alimentos y medicinas, la
hiperinflación galopante y la devaluación sin freno del bolívar, que han
condenado a la miseria a la inmensa mayoría de los venezolanos. La “guerra
económica” desatada por el imperio y la burguesía criolla fue el argumento
retórico oficial para no asumir la culpa del desastre ni la responsabilidad de
hacer un alto en la marcha hacia la nada y rectificar. Nadie en Venezuela se
creyó este cuento y la popularidad de Maduro se desplomó a niveles abismales.
El otro es el esfuerzo unitario de la Mesa
de la Unidad Democrática, que supo ofrecerle a la gente una alternativa creíble
y confiable en una salida razonable al estropicio de estos 17 años de
desgobierno.
Venezuela no es Cuba, tiene por el
contrario una tradición libertaria.
La derrota del chavismo no es electoral
solamente, es una derrota política. Nunca antes la oposición tuvo tanto poder,
esperemos que no exista un doble poder y que por esa vía, se termine generando
un vacío de poder y que el poder militar al final, termine encontrando su
vacío.
Para tener noción de la magnitud de este
fracaso del oficialismo hay que ver que en 17 años de chavismo los empleados
públicos aumentaron de 1.200.000 a 2.378.000 y sin embargo, perdieron en las
zonas en donde eran bastiones muy sólidos que tenían.
Se avecina un plan de reconstrucción
como los de la post guerra, lo cual exige espíritu sereno y voluntad firme. Acabar
con la economía rentista del petróleo y diversificar la producción exige cabeza
fría y corazón caliente, porque Venezuela está sumergida en un agujero negro
económico. Estamos hablando de un país que tiene un estricto control cambiario
con tres tipos de cambio y un mercado negro de divisas, y que tendrá en 2016
-según los analistas-, una situación más difícil que la de 2015, que cerrará con
una inflación de 205%, una contracción de al menos 6% y un déficit fiscal del
20%, y esto en el marco de una economía petrolera que atraviesa por el hecho de
que el precio del petróleo hoy se encuentre en el nivel más bajo desde 2009. Ya los
precios del petróleo sienten los efectos de la decisión de la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (Opep), de renunciar a sus objetivos de
producción, pese a la sobreabundancia en general.
Los venezolanos están en presencia –en
realidad–, de un primer paso dentro de una serie de reajustes y reacomodos en la
vida político-institucional del país. Y todo eso no será como dice el dicho:
coser y cantar.
La transición, en definitiva, no es una
autopista en la que se va a alta velocidad y en línea recta, con la vía
despegada. Los que hoy gobiernan no van a desaparecer por arte de magia.
Tendrán que sortear este momento bisagra en la historia, asumiendo el triunfo
con humildad, en un país que se ha caracterizado por marginar y excluir al que
piensa diferente. Estamos hablando de un país que cuenta con 20 mil asesinatos
por año, con una media creciente de homicidios que lo convierten en el segundo
más violento de la región. Lleva la violencia grabada en los genes, pronta para
salir a flote, en el momento menos pensado.
Mientras Maduro amenazaba con tomar las
calles llevando la confrontación a la vuelta de la esquina, Vladimir Padrino
transmitía un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía.
Los militares también
parecen estar cansados del continuado deterioro de la economía y la sociedad
civil.
Cuando el Presidente reconoce la derrota,
un suspiro de alivio muy grande se sintió en toda América Latina.
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