No
me cansaré de repetirlo. Los regímenes políticos no caen porque la oposición
los combata implacablemente. Caen por sus propias contradicciones internas.
La
oposición juega su rol y así debe ser. Con más razón en una democracia en donde
su función es controlar políticamente, no administrativamente, los Ministerios
desde las Comisiones parlamentarias respectivas, los entes autónomos, los
servicios descentralizados y los organismos del Artículo 220 de la Constitución
de la República.
Más
allá de ésta tarea parlamentaria, los regímenes políticos no caen
necesariamente, por la labor de la oposición, sino porque internamente entre
ellos no se aguantan más.
El
peronismo en la Argentina se fue al mazo cuando Camporita se fue al muere y la
juventud que creyó en ellos desde las pastetas que escribía el “Pocho”, fue
expulsada de Plaza de Mayo. “Imberbes” les dijo y los expulsó.
“General”
le dijeron los jóvenes, “Usted nos prometió el futuro” y el “Pocho” les
contesta: “El futuro sí, el presente no”. En esa Argentina existieron 800
desaparecidos, que según amigos que tengo allí, los lanzaban a los hornos
crematorios de basura.
El
mismo Luder que era hombre de confianza de Perón, fue un colaboracionista
fundamental de la dictadura y la Triple A, que se postulaba como Alianza
Antimperialista Argentina, se convierte de pronto, en una Alianza Anticomunista
Argentina. El peronismo, tiene olfato político y no se equivoca y por algo
ahora, toma distancia del cristinismo irresponsable y provinciano.
Los
montoneros camporistas de Cristina, van a terminar muy mal, solamente que ahora,
desfilando por los despachos judiciales y no por la bajada de Borombonbón.
En
Brasil es el PMDB, aliado del PT, quien derriba a Dilma Rousseff, así como en
Argentina es un peronista como Massa, De la Sota y Lavagna, quienes le dieron el
triunfo a Mauricio Macri.
En
Paraguay es toda la sociedad la que se saca al curita comunista y pone a un
hombre con el cual, si bien algunos tienen serias diferencias, nadie quiere
volver a esa anarquía sexual y política de las Parroquias.
En
este contexto basta ver la realidad uruguaya con gente del Frente enfurecida
contra otro del Frente, que ya no se silencia con cánticos a la unidad y cosas
así, para darse cuenta que si bien los procesos son diferentes, tienen en común
un dato palpable de la realidad: las contradicciones internas entre Mujica y
Astori como exponentes de una crisis que por ahora toma éste carácter.
Además
les salió a su izquierda, una izquierda más izquierda, completamente obsoleta,
pero que no junta votos para ese lado.
También
hay en marcha un nuevo sindicalismo que todos esperamos que sea mejor y no
peor, pero sea lo que sea, está indicando que ya no estamos en 1984, ni en 1989,
ni en 1994 y menos en 2004, cuando tenían el beneficio de la duda de todas las
fuerzas vivas del Uruguay.
Por
primera vez en el Uruguay, más izquierdismo, no quiere decir más honestidad.
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