lunes, 7 de diciembre de 2015

Hoy por hoy, no intimidan a más nadie



          Hoy estamos viviendo un cambio político en América Latina de enormes consecuencias para el futuro inmediato que ya comienza a ser presente.
        En todos lados está triunfando la sensatez y el sentido común frente a la ideología enfermiza que ha caracterizado ésta década perdida.
        No me cansaré de repetirlo, como lo he hecho en todas las redes sociales en las que participé: Una cosa es tener ideología y otra un psiquiátrico en la cabeza.
        Argentina, Venezuela y Brasil recuperan la senda del crecimiento, con todas las dificultades inherentes que ha de conllevar superar la herencia maldita que esta gente generó y ya se visulmbra un cambio en Ecuador y Bolivia junto a un cansancio de la población en Chile con el gobierno de Bachelet.
        Uruguay no será ajeno a este proceso por más que la fuerza que hoy nos gobierna sueñe con un cambio en las reglas de juego y quiera emprenderla contra la Carta Magna que nos rige.
        América Latina hizo a comienzos de milenio un proceso similar al realizado en los años 70’, con Velazco Alvarado en Perú, Perón en Argentina y Allende en Chile. Demostró hasta la evidencia que si hay una fórmula segura para el envilecimiento, el empobrecimiento y la degradación de las matrices sociales es la que aplican los gobiernos de tinte populista, que en vez de defender a los agentes económicos nacionales hacen un nacionalismo aislacionista de campanario de fuerte tinte anti norteamericano y enemigo de la iniciativa privada como motor del desarrollo económico. Creen que el dinero llueve del cielo y que con la máquina de imprimir billetes se resuelven todas las cosas, mientras van sembrando un tendal de desgracias en la seguridad ciudadana, el empleo, la educación, la salud y la vivienda. Áreas en las que se jactaban hasta entonces de contar con la panacea.
        Venezuela si algo demuestra hasta la evidencia es el acerto de aquello que ya nos decía Montesquieu, que “el poder embrutece, el poder absoluto, embrutece absolutamente”.
        Tuvieron el control de prácticamente todos los resortes del Estado y habiendo recibido 90 mil millones de dólares en la última década, hoy no tienen ni para comprar lo más elemental de la alimentación. Con propiedades en Miami y dinero colocado en los 34 paraísos fiscales no quieren largar y lo único que saben hacer es intimidar opositores y asustar a la gente, que por lo visto ya no les tiene más miedo, porque lo peor ya lo están viviendo hoy.
          Después de los 70’ y aquella ola de izquierdismo continental, una generación entera hizo la dolorosa experiencia de darse cuenta que por allí no va la cosa. Hoy, 45 años después, otra generación emerge con la amarga constatación de que no se gobierna contra la generación de riqueza, sino facilitando el progreso y el desarrollo económico de las naciones. Se están dando cuenta que desde los tiempos de los fenicios a la fecha, eso no es capitalismo, sino sentido común.
        No es, pues nada improbable que la generación que hoy despierta a la realidad de las cosas tal cual son, sepa mañana distinguir entre las vanas promesas populistas, producto de la ambición mediocre del izquierdismo, con las duras verdades de aquel que no miente y canta la justa, aunque eso no sea políticamente correcto o popular.
        Así como el siglo XX se inicia políticamente después de la guerra del 14’, parecería que el siglo XXI en América Latina se inicia a fines de 2015.


        
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