Hoy estamos viviendo
un cambio político en América Latina de enormes consecuencias para el futuro
inmediato que ya comienza a ser presente.
En todos lados está triunfando la sensatez y el sentido común
frente a la ideología enfermiza que ha caracterizado ésta década perdida.
No me cansaré de repetirlo, como lo he hecho en todas las
redes sociales en las que participé: Una cosa es tener ideología y otra un
psiquiátrico en la cabeza.
Argentina, Venezuela y Brasil recuperan la senda del
crecimiento, con todas las dificultades inherentes que ha de conllevar superar
la herencia maldita que esta gente generó y ya se visulmbra un cambio en
Ecuador y Bolivia junto a un cansancio de la población en Chile con el gobierno
de Bachelet.
Uruguay no será ajeno a este proceso por más que la fuerza
que hoy nos gobierna sueñe con un cambio en las reglas de juego y quiera
emprenderla contra la Carta Magna que nos rige.
América Latina hizo a comienzos de milenio un proceso similar
al realizado en los años 70’, con Velazco Alvarado en Perú, Perón en Argentina
y Allende en Chile. Demostró hasta la evidencia que si hay una fórmula segura
para el envilecimiento, el empobrecimiento y la degradación de las matrices
sociales es la que aplican los gobiernos de tinte populista, que en vez de
defender a los agentes económicos nacionales hacen un nacionalismo
aislacionista de campanario de fuerte tinte anti norteamericano y enemigo de la
iniciativa privada como motor del desarrollo económico. Creen que el dinero
llueve del cielo y que con la máquina de imprimir billetes se resuelven todas
las cosas, mientras van sembrando un tendal de desgracias en la seguridad
ciudadana, el empleo, la educación, la salud y la vivienda. Áreas en las que se
jactaban hasta entonces de contar con la panacea.
Venezuela si algo demuestra hasta la evidencia es el acerto
de aquello que ya nos decía Montesquieu, que “el poder embrutece, el poder
absoluto, embrutece absolutamente”.
Tuvieron el control de prácticamente todos los resortes del
Estado y habiendo recibido 90 mil millones de dólares en la última década, hoy
no tienen ni para comprar lo más elemental de la alimentación. Con propiedades
en Miami y dinero colocado en los 34 paraísos fiscales no quieren largar y lo
único que saben hacer es intimidar opositores y asustar a la gente, que por lo
visto ya no les tiene más miedo, porque lo peor ya lo están viviendo hoy.
Después de los 70’ y
aquella ola de izquierdismo continental, una generación entera hizo la dolorosa
experiencia de darse cuenta que por allí no va la cosa. Hoy, 45 años después, otra
generación emerge con la amarga constatación de que no se gobierna contra la
generación de riqueza, sino facilitando el progreso y el desarrollo económico
de las naciones. Se están dando cuenta que desde los tiempos de los fenicios a
la fecha, eso no es capitalismo, sino sentido común.
No es, pues nada improbable que la generación que hoy
despierta a la realidad de las cosas tal cual son, sepa mañana distinguir entre
las vanas promesas populistas, producto de la ambición mediocre del
izquierdismo, con las duras verdades de aquel que no miente y canta la justa,
aunque eso no sea políticamente correcto o popular.
Así como el siglo XX se inicia políticamente después de la
guerra del 14’, parecería que el siglo XXI en América Latina se inicia a fines
de 2015.