miércoles, 16 de diciembre de 2015

Dejar atrás el populismo uruguayo.



         
        Hoy es un hecho que los populismos están colapsando en toda América Latina, bajo el hartazgo de la gente que al ver la magnitud de la corrupción, la ineficiencia y la inoperancia con que han gobernado, hoy empieza a confiar más en aquellos que en otro tiempo desconfiaba.
        Ya no ven al operador económico como “el burgués”, “el gorila”, “el oligarca”, “el capitalista”, sino como lo que en verdad es, un generador de riqueza genuina. Malo no es ser rico, malo es hacerse rico robando.
        América Latina conoció todas las variantes del populismo, desde el populismo de derecha, como definía Alfredo Palacios al peronismo, al de centro izquierda, como el de Arbenz, pasando por uno de carácter fascista y antinorteamericano, como el de Villarroel, hasta llegar al de izquierda, con Salvador Allende.
        Todos arengaron desde un balcón al estilo Perón y Velazco Ibarra, confundiendo masa –su gente-, con pueblo –el hombre común-, y a éste con la ciudadanía –todo el mundo-. Decía Velazco Ibarra que ganó las elecciones cuatro veces y en ninguna instancia los militares en Ecuador le dieron el poder: ”Denmen un balcón y cambiaré la convicción popular”.
        Existieron casos raros, como el de Getulio Vargas, populista de derecha en el 30’, republicano en los 50’.
        Conocí exilados brasileros que combatieron a Getulio Vargas en el 30’ y lo apoyaron en el 50’, porque el Vargas del Estado Novo era otro, era un republicano.
        Los populismos latinoamericanos funcionaron como consecuencia del enriquecimiento y capitalización que se generó en la post guerra.
        Hay casos en donde la caída de los populismos deja un saldo de violencia endémica en la sociedad, como fue en Colombia el derrocamiento de Gaitán y otros que dejan a la sociedad fragmentada por décadas, como el derrocamiento de Perón. En cambio existen otros populismos de los cuales luego nadie quiso decir más nada, como el de Velazco Alvarado en Perú y el de Allende en Chile.
        El Uruguay en todo este proceso que vivió el siglo XX latinoamericano, logró con sabiduría zafar de estas experiencias y porque no las hizo, fue a partir de 2004 presa fácil de la ambición mediocre, la retórica de barricada y el odio de clases que está en la base del populismo.
        La izquierda tradicional no era populista. Estuvo contra Velazco Alvarado en Perú y contra Perón en la Argentina. No apoyó a Getulio Vargas y lo veía al populismo como una caricatura para gente con enormes limitaciones teóricas. “Revoluciones hasta la mitad, son revoluciones masacradas”, decía el Che Guevara, afirmando que ese nacionalismo de los argentinos es la verdadera máscara de su sumisión al imperialismo.
         Desde posiciones no tan radicales Alfredo Palacios y Pedro P. Justo en la Argentina o Emilio Frugoni entre nosotros eran acérrimos enemigos del populismo, por considerarlo anti democrático.
        Se podrían distinguir dos tipos de populismo. Aquel que cuenta con el apoyo del Ejército, Velazco Alvarado y Perón y los otros, Gaitán, Arbenz, Villarroel, Velazco Ibarra o el inefable Haya de la Torre que tuvo que vivir exilado en la embajada colombiana en Perú porque el Ejército no lo quería ni regalado.
        Después de Cuba el populismo se izquierdiza y surge un ala guerrilleril por todos lados. En la Iglesia Católica con don Luis Segundo, Héctor Borras, Hugo Assman y su Teología de la Liberación para una liberación de la teología, en el partido socialista con Vivían Trías y Eduardo Galeano, en el partido comunista con Rodney Arismendi y su FIDEL, incluso dividieron la Masonería con Allende, que ya es decir.
        Se desató entonces una lucha entre castristas y castrenses con su secuela de dolor y muerte provocada por la irracionalidad populista que no entiende las reglas del estado de derecho.
        “Hay que fascistizar al enemigo para combatirlo mejor!”, decían los Montoneros en la Argentina, por aquel entonces.
        Cuando el asesinato de Jaime Roldós en Ecuador, en 1980 uno sintió que ni siquiera el más tibio populismo iría a ser aceptado por las élites de poder en América Latina. No obstante los sandinistas tomaban el poder en Nicaragua en el 79’. Luego Siles Suazo en Bolivia vaciando el Banco Central.
        Más allá de eso el populismo reflota en lo que va de estos últimos doce años. Si algo enseñaron es que la sociedad se divide en dos tipos de personas: los buenos, ellos y los malos, los que piensan diferente, que para bajar la pobreza hay que expulsar a patadas a quien la mide y que ser progresista es votar unitariamente con brazo de yeso lo que centralmente se le ordena.
        Aprendimos que el dinero no se cuenta, sino que se pesa y que para llevárselo en carretilla solamente hay que tener licitaciones, contratos de obra y arrendamiento con algún funcionario importante del Estado. La revolución se hace con dinero y si es de otro mejor. Como dijo el compañero Napoléon Bonaparte: “Para hacer la guerra hacen falta tres cosas: dinero, dinero y más dinero. Hay guerras más baratas, pero se suelen perder”.
        Nos enseñaron que este es un mundo equivocado, por eso en Washington D.C, Londres, París o Madrid se vive muy mal y en el Barrio Borro, el Cuarenta Semanas y Casabó, se organiza la vida como es debido. Y si todavía no vivimos tan bien como nos merecemos es porque en Washington, desde que se despiertan hasta que se van a dormir, no hacen otra cosa más que ocuparse por arruinarnos la vida. No tienen otro tema en Estados Unidos que la desdicha uruguaya.
        Aprendimos que no se precisa ir al Casino municipal para jugar, porque el uruguayo viva donde viva tiene el derecho democrático de hacerlo en cualquier esquina.
        El saldo que dejan es un daño muy grande al tejido social uruguayo. Hoy hay dos países: Uno el Frente Amplio y el otro los que vivimos bajo el gobierno del Frente Amplio. Si algo entendimos gracias a ellos y a pesar de ellos es que el que piensa diferente y lo expresa es un favor que nos está haciendo. Malo no es quien discrepa, sino el cínico que apoya de la boca para afuera, mientras de la boca para adentro se prepara para la más baja puñalada trapera.       
     De esta forma el silencio se impuso a la discrepancia y cuando eso no ocurrió, se perdieron amistades, se dividieron familias, se alzaron muros entre los sentimientos de la gente.
        Aprendimos que desde 2004 a la fecha esos intelectuales del frente que echaban humo desde el rincón de las arañas hablando con voz de martillo y diagnosticando la caída inevitable del capitalismo, no fueron capaces de producir una plataforma política, ni un mero ensayo sobre la posición uruguaya en política internacional, frente al terrorismo, al tráfico de drogas, a la educación, al desarrollo, a la pobreza, al desempleo o al cuidado del medio ambiente. Nunca nadie supo muy bien qué pensaban en los temas fundamentales.
        Aprendimos que en ANCAP, PLUNA y los entes recaudadores, quien se adueña del Estado puede hacer lo que quiere. Intentaron poner entre cuerdas al Poder Judicial y como no pudieron lo asfician presupuestalmente.
     Aprendimos que después de 25 años en la Intendencia Municipal, que en 1990 la tomaron con 16 millones de dólares de superávit y que ahora tiene un agujero de 400 millones, para la ciudad más cara y más sucia de todo el país, la culpa de todo la tienen los blanquicolorados, que cuando se inicia la década del 90’ le dieron el Municipio.          
      Quisieron refundar la democracia y cambiar el futuro manipulando el pasado. Se beneficiaron con enormes recursos y desperdiciaron una oportunidad histórica, por desconocer reglas básicas de la gestión de los asuntos comerciales, monetarios y financieros. No se dieron cuenta que para gobernar no se necesita saberse al dedillo la vida del Che Guevara, lo que sí se precisa es entender un poco de Derecho Constitucional y Derecho Administrativo.
     Aprendimos como se degrada el lenguaje, la convivencia, la tolerancia entre las personas y las mismas instituciones republicanas.
        Los hechos sin embargo son tozudos. En Economía se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias”, decía John M. Keynes.
        Recibieron un país que venía creciendo desde agosto de 2003 y luego de agobiar como nunca antes en nuestra historia impositivamente a quien más trabaja dejan un déficit fiscal de 3,5 por ciento y un déficit en ANCAP de 800 millones de dólares y en PLUNA de 300 millones de dólares.
        Solamente falta ahora en el Uruguay, aprender desde el pluralismo democrático a coordinar esfuerzos, para una superación de esta amarga situación histórica en la que nos encontramos.

 

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