Argentina
vivió en el período comprendido entre 1880 y 1920 un crecimiento espectacular
bajo los auspicios de lo que los historiadores llaman “El Estado Liberal”.
Llegó a ser en 1918 la octava potencia comercial del mundo.
A
partir de Hipólito Yrigoyen ingresa la clase media en la vida política del país.
La expansión económica que experimentó la Argentina durante el periodo conocido
como República Radical, sigue siendo hasta hoy en día el ciclo de mayor
crecimiento económico en la historia argentina, pero durante su segundo mandato
ocurrió el crack de la crisis del 29’.
El
gobierno no pudo manejar la situación y el 6 de septiembre de 1930 fue
derrocado por el primer golpe de Estado en la etapa constitucional de la
Argentina, comandado por José Félix Uriburu.
Inmediatamente
de derrocarlo, Uriburu le pide a los agentes económicos que no retiren el dinero
del país y se cuenta que por ese año no hubo transferencias financieras al
exterior. Fue la única vez en la historia argentina que los operadores
económicos confiaron en la palabra del Presidente de la República.
A
partir del año 30’ se inicia lo que los historiadores llaman “la década infame”.
Fueron años de ajuste generados por las consecuencias que trajo la crisis del
29’ y fue de carácter regional con Getulio Vargas en Brasil y Gabriel Terra en
el Uruguay.
En
el 45’ muchos creyeron ver en Juan Domingo Perón la continuación del
yrigoyenismo.
En
ese momento Argentina vivía un apogeo de post guerra y se daba el lujo de
regalarle por ejemplo, trigo a la España franquista.
El
peronismo lo que vino a generar es una fractura muy grande en la sociedad
argentina, una dilapidación de las reservas y una sustitución de importaciones
que volvió irrentable la producción.
Argentina
siempre sufrió una dicotomía entre los industriales y los estancieros. Éstos no
querían trabajar para el mercado interno y veían con desconfianza la generación
de fábricas sin rentabilidad a expensas de los recursos que ellos generan.
El
peronismo en el 54’ deja el Banco Central sin divisas y Perón debe refugiarse
en la Cañorera Paraguay, mientras los aviones bombardeaban Plaza de Mayo.
Lo
otro es historia conocida. Durante 17 años de exilio “del tirano depuesto”,
como se le decía, Argentina tuvo un crecimiento muy bueno que llega hasta la
época de Lanusse y la política económica de Aldo Ferrer basada en lo que se
llamaba “el compre argentino”.
Vuelve
primero Cámpora y luego Perón y se inicia nuevamente la noche en el vecino
país. Celestino Rodrigo, el Ministro de Economía de Perón, fue el primer
ministro peronista que sufrió una huelga de la CGT, un poco antes de su caída. Nuevamente
Argentina quedaba sin divisas.
Durante
la dictadura militar, el proceso plancha el dólar con la política de Martínez
de Hoz y genera una burbuja artificiosa de retraso cambiario, también llamado
como de “plata dulce”.
Cuando
viene la democracia Alfonsín crea el “Plan Austral” tratando de que una nueva
moneda, el austral, pudiera valer lo mismo que el dólar. En el 89’, el derrumbe
de dicho plan le obligó a traspasar el gobierno antes de terminar su mandato.
Con
Menem viene el plan del 1 a 1, la convertibilidad convertido en ley y Argentina
en un primer momento comienza a mejorar la economía y los servicios públicos,
pero al precio de “vender las joyas de la abuela”.
Cuando
Menem le traspasa el poder a De La Rúa nuevamente Argentina se quedaba sin
divisas y al disparar en un helicóptero de la casa de gobierno, se inicia lo
que se llamó el corralito y el corralón.
Lo
demás es historia conocida. A partir de agosto de 2003, con un dólar
competitivo comienza a crecer imparablemente a razón de un 7,5 por ciento
anual.
Hoy
después de 12 años nuevamente carece de divisas.
Se
calcula que en lo que va de los años 80’ a la fecha, la fuga de capitales en el
vecino país asciende a 80 mil millones de dólares.
El
gran problema argentino es la terrible ausencia de incidencia política de los
operadores económicos en el proceso legislativo y de gestión de los recursos
públicos.
Hoy
los operadores económicos sienten un shock de confianza, lo que está indicando
que se cierra el ciclo de la politiquería al servicio de fabricar pobres y
robar a cuatro manos, y se inicia la época de oro del Estado Liberal.
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