Hoy por hoy, este gobierno vive una crisis
muy difícil de explicar a cualquier observador extranjero que quiera
interpretar la realidad uruguaya.
Por
un lado, tiene delante de sí a una Argentina que va inexorablemente gane quien
gane a un ajuste de la paridad monetaria, eso que vulgarmente se le llama
devaluación de la moneda y un Brasil que ya hizo ese ajuste dejando a toda la
campaña, como se dice comúnmente, con el trasero al aire.
Por
otro lado, crece su oposición interna en un proceso de balcanización y
atomización partidista, sectaria y corporativista de su fuerza política, que
negocia en el Presupuesto Nacional como los antiguos capangas del 900':
“Si no me das esto, no te voto aquello” y así sucesivamente.
Por
primera vez en muchos años le nace al Frente Amplio una izquierda a su
izquierda, y otra a esa izquierda, como si estuviéramos en el 900',
discutiendo entre bakuninistas y prohudonianos.
Estamos
delante de una Intendencia Municipal de Montevideo, que en 1900 se la dieron
con 16 millones de dólares de superávit y que hoy tiene 400 millones de déficit
después de 25 años de gobierno frentista. Con entes como ANCAP que arrojan una
pérdida de 800 millones de dólares, en un país en dónde aumenta el combustible
cuando en el mundo baja el petróleo.
Estamos
hoy al borde del precipicio y salen desesperados a emprenderla contra las
librerías y las ópticas, en un acto de ceguera fiscal propio de aquellos que
viven en una nube de privilegios, canonjías y prebendas a expensas del
contribuyente que calladamente los costea.
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robando a cuatro manos, Martínez mintiendo en la campaña electoral y
reconociendo que fue una irresponsabilidad prometer 500 millones de dólares
cuando solamente hay en danza 250 millones y como regalo la inefable Irma
Leites sale de su madriguera a romper autos y vidrieras. Este es el tiempo que
se nos avecina.
El
tiempo del desprecio, ese que lo tiene anonadado a Yerdú Pardiñas.