miércoles, 3 de septiembre de 2014

No se quejen del socio local

        Hay veces en donde la política exterior norteamericana erra el camino de lo pragmático, de lo que interesa en verdad defender, desde el punto de vista del comercio exterior y las inversiones realizadas.        
         Realpolitik, decía aquel gran demócrata que era Henry Kissinger, es lo pragmático, lo no ideológico, el acuerdo puntual y concreto, a diferencia de la olpolitik alemana, que en todo lo que hace necesita primero un encuadre filosófico.
        Estados Unidos tiene un problema con su política exterior cuando ya no responde a sus intereses económicos, sino a propósitos estrictamente políticos. Suele ocurrir esto, cuando un gobierno está mucho tiempo en el poder y por comodidad administrativa, se ponen a realizar campaña a favor de dicha gente.
        En esos casos, no sabe dar con el punto neutral exacto, o porque son muy jóvenes o porque tienen una visión superficial del país en que están.
        Estamos hablando de una potencia que tiene un nivel de información calificada, que es un conocimiento privilegiado.
        No es cualquier información: Es información para la toma de decisiones, que es lo difícil de obtener y por eso, nadie entiende, porqué muchas veces, equivoca su política exterior.
        Hay un dato de la realidad que nadie suele tener en cuenta.
        Cuando se tiene tanto poderío, al final no mandan los jerarcas, sino cualquiera que se subió al caballo y empieza a hacer lo que se le ocurre o le parece.
        En el Uruguay, que juega el mismo rol que Lisboa o Puerto Rico, hay un aparato allí adentro, que en vez de hacer la realpolitik, hace lo que le da la real gana.
        Ya Wilson Ferreira nos alertaba de ese hecho.
    Cada vez que se equivocan, en vez de asumir su responsabilidad por la metida de pata, le echan la culpa al socio local, esto es, el empresario, el industrial, el comerciante, el exportador, o sea, la burguesía nacional.
      En el caso uruguayo, con Tabaré Ramón Vázquez Rosas, no se entiende cuál puede ser la razón por la que le declararon abiertamente la guerra a los operadores económicos ligados al mercado interno y junto a ellos, a la clase media administrativa y profesional, verdadera mano de obra calificada por la educación gratuita brindada por el Estado.
        Algo bastante parecido a lo que le hicieron a Fulgencio Batista cuando lo dejaron solo y desautorizado.
        Estaban enojados con el socio local en Cuba y prefirieron el advenimiento del agente super secretísimo, Fidel Castro Ruiz.
        Lo mismo ocurrió en Venezuela y mandaron al pobre Pedro Carmona, como se dice vulgarmente, a la paliza.
        Honduras en cambio, es un duro recordatorio de hasta donde pudo llegar Manuel Zelaya, cuando se puso a toquetearle el nido a la burguesía interna.
        El Chile de Allende es otro recordatorio, hoy muy lejano en el tiempo.
        No soy quien para decirles lo que hay que hacer, pero me parece, es una sensación térmica que estoy viviendo en la cantidad de cosas raras que están pasando en mi vida, que con esa tirria anti blanca, van muy, pero muy descaminados en lo que es una política exterior pragmática.
        Nadie les va a hacer lo que la dictadura le hizo a Lyle Franklin Lane. Pero más allá de eso, no se entiende cuál puede ser la causa que los conduce a jugarse de esa manera por el Frente Amplio, cuando todos sabemos que no tiene un solo sector del empresariado de su lado.
        Sabrán por qué.
        Son 25 años de chupindanga, a expensas de los nabos de siempre, los contribuyentes.