sábado, 2 de agosto de 2014

Salamín, salamín con pan, un poquito de infancia.

El sordo la tiene clara y supo venderle la pastilla a Vázquez, para que Tabaré se ponga contento y entonces Ramón sueñe con un mundo de Rosas.
       Estos ya son otros tiempos, hoy no son tiempos de Rosas.
       La gente está cansada que Tabaré y Ramón hagan la revolución para que después, todos los demás, ‑los Vázquez, los Rosas-, paguen impuestos no de una renta, sino de su salario, que ya es decir, mientras jugando a Savonarola, lo único que sabe mover, son las raíces de los cementerios.
        El sordo, día que pase, va a dejar de mentir, por la sencilla razón de que la mentira piadosa hacia Vázquez, ya cumplió su función.
       Decirle la verdad en política, lo enfurece al doctor.
       Las campañas electorales son un poco lo de la canción infantil Antón Pirulero; que cada cual atienda su juego, porque si no, paga una prenda de amor y la queda.
       Como Tabaré Ramón Vázquez Rosas es un hombre sin infancia, porque ya de chiquito gritaba “Hasta la Victoria Siempre” y jugaba a Che Guevara, conviene darle este vídeo para que lo mire.
       Otros jugaban a la bolita, a la payana, a las escondidas, al ladrón y poli, al yo-yo, al trompo, al canguro. Vázquez en cambio a lo único que jugaba cuando era chiquito era al médico y el paciente y después a Che Guevara.

       No haber tenido infancia hace que hoy, haya que recordar cosas muy ciertas de nuestra niñez.