jueves, 28 de agosto de 2014

¿Por qué ahora, no discuten con “la derecha”?



          En la interna estaban desesperados por discutir con una supuesta “derecha”, que en el Uruguay no existe y todo con la finalidad de sacarse de encima, las críticas que les hacía Constanza Moreira y ahora que ganaron allí adentro y pueden lanzarse a la lucha en zafarrancho de combate, contra esa “derecha” horrible, no se les ve, brío combativo alguno.
        Lo que sí se vio el 25 de agosto, Día de la Independencia Nacional, mal que les pese a estos Sarratea, fue a todo el Parque Jurásico, haciendo woking. Una Topolansky, que parece que solamente ella lee la prensa y una juventud, que brilla por su ausencia.
        Tienen una debilidad argumental tan grande, y es tanto el servilismo a favor del peronismo infiltrado en el Uruguay, que todo lo que hacen, lo único que pone en evidencia, es la ignominia y la amoralidad de sus jerarquías fassanezcas.
        Ellos creen que están en Provincia Argentina y nos odian a los blancos y los colorados, por nuestra dignidad republicana. Creen que somos sopita boba, como los radicales argentinos.
        Junto a esta forma totalmente equivocada de concebir las relaciones bilaterales, porque no existen países amigos, sino intereses permanentes, se posicionan en el escenario político, como si fueran gente de otra categoría, otro entendimiento más lúcido y más esclarecido que los demás.
        Son tan “inteligentes” que se saltearon esa bolilla que se llama, alternancia de los partidos políticos en el ejercicio del gobierno.
        El Uruguay, que no es Argentina, en donde casi siempre gobierna el peronismo, y muy de vez en cuando el radicalismo, si algo ha demostrado en lo que va de los últimos 30 años, del 85’ cuando La Restauración Democrática a nuestros días, es la alternancia de los partidos en el ejercicio del poder.
        Primero un gobierno colorado opositor a la dictadura, luego uno blanco también opositor, después el mismo colorado, posteriormente otro colorado más opositor a la dictadura todavía, con su dirigente máximo encarcelado en aquellos años.
        A eso, que ya es decir, le siguen dos gobiernos frentistas, que cuando la dictadura, no supieron hacer otra cosa que esconderse debajo de la cama, formados por sectores internos opuestos. El de los iluminados que quería una dictablanda y el de los tupamaros que negociaban contra los partidos tradicionales desde la cárcel.
        ¿Alguien que viva en el Uruguay y esté en su sano juicio, puede acaso querer como el ex Presidente Vázquez, una reforma constitucional, para manipular las campañas desde el Gobierno y reelegirse a lo Cristina Fernández?
        En 5 años en el Uruguay y en 4 en Chile, nadie por malo que sea, puede hacerle a un país el daño que tiene pensado Tabaré Ramón Vázquez Rosas, que se brota cuando oye la palabra restauración, como si no existiera la alternancia de los partidos en el ejercicio del poder y como si los funcionarios políticos, no estuvieran costeados por los contribuyentes.
        Estamos hablando de gente enceguecida, fantatizada, dogmatizada y abroquelada en una barricada de insultos hacia afuera y chucuchucu, cosocoso internista hacia adentro, con un balde en la cabeza, que no discute, ladra, no piensa, repite consignas de Central, que quiere gobernar con ideología y no con pragmatismo, que le preocupa más si es de izquierda este dedo que estoy moviendo y la silla en donde estoy sentado, que la validez intrínseca de lo que estoy diciendo, que le importa muy poco los datos inmediatos de la realidad política para tomar decisiones atinadas.
        Se levantan y se acuestan fabricando la realidad y en vez de imponerse ellos a sí mismos, lo que quieren imponerles a los demás, viven de la boca para afuera diciendo “tal cosa debe ser”, sin importarles la razón por la cual algo es así y no puede ser de otra manera.
        Sabido es que las elecciones se ganan por la positiva, pero si no se pudiera decir lo que se siente y se piensa, la vida carecería de sentido.
        Hoy estamos en un Uruguay diferente al que conocimos en el pasado.
        Da la impresión que la cabeza de cierta gente estuviera golpeada y le faltaran neuronas, como a los boxeadores, que van quedando tarados de tantos golpes en la cabeza. Cada golpe, una neurona menos.
        Un estado de adormecimiento egoísta e irresponsable, parece ser la mentalidad colectiva que generó el Frente Amplio entre nosotros.
        El taxi metrista que agarra para donde se le da la real gana, por 30 pesos más; el mozo de bar que lo llamás y no viene y se olvida incluso, de poner la sal y el aceite; el whisky que pedís y no te dan ni soda, ni algo para picar; la cajera de supermercado que te contesta de mala manera cuando usa tu tarjeta de débito y en realidad el error en la digitación era de ella; la empleada de farmacia que si le pedís el producto no entiende y tenés que llevar la caja y mostrársela para que lo encuentre en los estantes; el empleado que no tiene cambio chico, porque no le enseñaron a hacer un desglose de cuenta y pedirle sencillo al banco; el atolondrado que te pide un cigarrillo y si no se lo das te insulta; el vendedor que se sube al ómnibus y en vez de vender su producto, te atomiza con su desgracia personal; la marimacho enardecida que desde el auto insulta a cualquiera; el delincuente juvenil que te roba y sale corriendo como si fuera La Pantera Rosa; el empleado bancario que primero atiende al celular y después te atiende a ti, como si fuera un favor lo que es su obligación hacer; los empleados públicos que son como 15 detrás de una computadora y trabajan dos y los otros no se sabe que están haciendo junto a la pantalla; el encargado de informe al usuario que está como 15 o 20 minutos explicando una cosa; la médica, profesional universitaria, que para hacerte un diagnóstico clínico, quiere saber cuánto ganás, porque de esa manera determina mejor “los niveles de stress”; el omnibusero  que es chofer y guarda todo junto a la vez y si no le das el cambio justo te insulta; el delincuente que roba en las paradas de ómnibus y  es capaz de matar por 22 pesos; el Uruguay dividido entre los que usan zapato de suela y zapato de goma pa’ salir rajando; los motoqueros que arrebatan a la gente en las esquinas; y eso en medio de un gauchi político diciendo disparates todo el tiempo y un Salamanco gritando pague, pague, pague, mientras vivís en una cueva de malvivientes y bichicomes ensoberbecidos.
        Un país de gente, que alegremente y muy suelta de cuerpo dice: “A mi generación no se les enseñó el valor de la lectura, porque nosotros bla, bla, bla….”; el tarambana que vivió muchos años en Suecia y le parece sensacional el Frente Amplio, como si tuviéramos que pagar, por lo que se nos niega de continuo.
        El tránsito enloquecido en donde cada cual maneja diciendo “sálvese quien pueda”; y hay que cuidarse por uno y por el otro, porque tener razón y llevársela a la tumba, sirve de muy poco.
        Los edificios en Punta del Este construidos arriba de un pozo de agua y hechos de paredes de yeso y habitaciones de utilería, que en cualquier momento pueden venirse abajo.
        Una televisión que se saliva el traste ante todo lo argentino, “porque es más barato” y ahorran costos; importando lo negativo lo que la gente consume son insultos, agravios y guarangadas, envenenando por esa vía, la psicología social de la mujer en las tardes.
        Abogados que le dicen a la otra parte lo que están litigando, violentando con eso el secreto profesional o que agarran ex presidiarios para ocupar casas y defenderlos pasado un año, en donde el que tiene que demostrar todo es el propietario y el delincuente que ocupa, puede incluso destruir la propiedad; estudiantes de UTU que se reciben de anarquistas, de tanto y tanto pelearse con el partido comunista; gente comiendo de la basura en “plena aceleración económica”; estudiantes universitarios que de lo único que entienden es de Antonio Gramsci y la “Revolución”; médicos que atienden a la hora que a él se le antoja, sin importarles el tiempo de trabajo de los demás; un sindicalismo impertinente y anti constitucional, en dónde con total desparpajo no hacen política –ojalá hicieran política-, sino politiquería partidista y electorera de la peor especie.
        Diputados que van con el termo y el mate, vestidos así no más a legislar y quieren que todo el mundo vista de corbata; prostitutas que en realidad son anzuelos de una mafia que viene a desnudarte; una secta de iluminados, que es plenamente consciente de todo esto y al ver lo que ocurre, se permite a sí misma decirle a los demás lo que tienen que hacer, cuando no son capaces de dirigir a los suyos; todo esto, que yo sepa, no existía antes de 2004.