El
partido comunista del Uruguay o en el Uruguay, vaya uno a saber, que se
considera esencialmente frenteamplista o frentista ¡Qui lo sá! Hoy por hoy, aquí y ahora, solo mientras tanto, no está
en condiciones materiales concretas y subjetivas mínimas –estoy expresándome
correctamente con ideología-, para hacer frente con tendencias democráticas
avanzadas en el plano nacional.
Plantearle,
pongamos por caso, a sectores de la burguesía nacional y liberal, esto es, al
pequeño y mediano productor, al ama de casa, al jubilado, al pensionista, a doña
Juana, a doña María, a don José, un
Frente bien Amplio, grande, pluriclasista, pluripartidista; un gran cauce por
donde caben todas las voces en ese río caudaloso de la liberación social y
nacional, resulta que ahora le es sumamente difícil.
Como
diría Massera, “le falta teoría científica” para eso, porque no es así no más
que se hace; el programa mínimo ya es el programa máximo. No se lucha por
abstracciones idealistas, se da la pelea por cosas mínimas concretas, porque
eso apunta directa o indirectamente a todo lo demás.
Simón
Bolívar quería Patria Grande y no boba, en cambio los comunistas uruguayos,
quieren Frente Vivo y no Bobo.
La
tuvieron siempre clara: Un tiro adelante y otro al costado.
Para
subir al cielo, decía Pablo Neruda, buena ficha que también la tenía clara, la
operación no es nada fácil y tiene que enfrentar la diversidad de exigencias
raras que eso implica.
Decía
el autor de 20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada::
Para subir al cielo se necesitan
dos alas,
un violín.
Y cuantas cosas
sin numerar, sin que se hayan
nombrado,
certificados de ojo largo y lento,
inscripción en las uñas del almendro,
títulos en la hierba en la mañana.
Como
cualquiera entiende subir al cielo, no es moco de pavo.
La
clase obrera no va al paraíso. Ellos no usan smoking.
Los
comunistas uruguayos han vivido muchos años condenados a paciencia perpetua,
llevan un siglo de contradicciones en la frente, vienen como Valenti, de lontano,
abren la muralla, cierran la muralla, aunque el Muro de Berlín hace rato que se
haya caído, trabajan para un mundo de “leche y de miel”, pagando en
especies y comprando en dispensarios públicos o tickets alimentación.
En
lo que va del último período han recibido el Okey ya sabemos de quien, y entonces todos suspiramos aliviados,
porque dijimos: “Las condiciones
materiales objetivas se hacen con tecnología norteamericana, pero las
subjetivas mínimas –dirección,
organización y conciencia-, pueden estar en manos de los pobres del mundo,
sin que Soros y Rockefeller miren ese proceso de ojo revirado”.
Además
de todo esto, paralizar la mano armada del invasor cooptando sectores afines de
allá, no es una mala política internacional, al contrario permite acumular
fuerzas hacia adentro, destruyendo la clase media, con autorización superior.
Pese
a todo este prodigio de la táctica y la estrategia, es sin embargo un partido
que está más allá del tiempo y el espacio, como diría ese gran Maestro
ascendido que fue Fulcanelli, es una morada espiritual más.
Tienen
sin embargo, un problemita grave que nunca logré comprender del todo: Cuando
alguien deja de ser blanco o colorado y se hace del Frente Amplio, tiran
cohetes de alegría y entre pitos y flautas, lo reciben en andas. Le dan eso que
el tonto útil precisa, notoriedad, aplauso fácil, popularidad. En cambio,
cuando alguien se va del Frente Amplio, inmediatamente aflora en esa lengüita
viperina, la palabrita traidor.
Conocen
al rebelde y el súbdito, no conocen el ciudadano.
Conocen
al traidor, no conocen el disidente.
Conocen
al guerrillero, no conocen la resistencia pacífica a la opresión.
Conocen
las movilizaciones populares –foquismo de masas-, no conocen el valor de la
palabra para hacerse respetar.
Conocen
la huelga y la negociación, no conocen la sociedad de oportunidades que le
permite a un negro ser Presidente de los Estados Unidos.
Conocen
el insulto que descalifica moralmente al otro por su manera de pensar y no por
lo que hace, pero no conocen el debate en el plano elevado de las ideas, con todo el mundo y no hacia adentro.
Conocen
la retórica de aquellos tratados de la elocuencia del año 30’, de los cuales
Fidel Castro Ruíz es un ejemplo tan brillante, como inservible para vivir, pero
no conocen el valor de la argumentación, poniendo premisas y sacando
conclusiones para ser convincente en lo que uno dice.
Conocen
la acción política permanente, más allá de las instancias comiciales en que la
gente participa en las elecciones, pero no conocen como se encara una campaña
electoral cuando en la vida, hay que navegar a mar abierto y hacerse entender a
pesar del viento en contra.
Le
piden al aliado circunstancial que les resuelva eso, mientras siguen de
internismo, chucuchucu, cosocoso y dale que te va, ahí en donde hay que ser
serio en política y no vivir en pedo
tísico haciendo el cuatro, sin después saber dónde se pone el siete.
Conocen
la teoría científica a través de la cual la mercancía genera plusvalía y la
ganancia, más allá de cierta caída tendencial, va a parar a manos del
empleador, pero no conocen la economía de servicios, que es la que permite que
las cosas salgan adelante.
Conocen
al obrerito calificado y no conocen al que le está dando trabajo y creen que se
puede pagar salario, más allá de la rentabilidad de un negocio, en una economía
como la nuestra, que si bien no tiene inflación de demanda, tiene en cambio
inflación de costos, porque depende fisiológicamente, de los insumos
importados.
Van
alegremente a la ocupación de fábricas, mientras llaman a la inversión
extranjera y creen que a nivel internacional van a venir inversores a comprar
un problema, en un país como el Uruguay, en donde Argentina y Brasil no nos dan ni
el saludo.
Se
pasaron la vida con la palabra “Aumento Salarial” en la boca y
luchando todo el día por lo de siempre
y no se dieron cuenta que el primer perjudicado con el Impuesto a la Renta de
las Personas Físicas, es el trabajador a cualquier nivel de la escala salarial
y que los que más ganan, es por algo, no porque sí. Dicho en términos marxistas, porque juegan un rol objetivo en la producción.
Ahora,
quieren comprar el silencio, como quien compra lechuga en el Supermercado y
creen que los otros, los nabos de siempre, los contribuyentes, tenemos que
callarnos la boca, bajo intimidaciones diversas.
En
política nada es gratuito. No hay almuerzos con Soros que salgan gratis.
Llegaron
a la Intendencia de Montevideo. Durante 25 años hicieron lo que se les dio la
real gana. Podían haber ganado sectores de la burguesía o de la buguechía, que les da eso que se
necesita para gobernar, en una economía mixta como la uruguaya, conformada por
el sector público y el privado.
Tener
la Capital del país, no es poca cosha como
diría Seregni y sin embargo, hacer alianzas para un Frente que mantenga la
mitad más uno, les es hoy virtualmente imposible, ni por derecha –Vázquez,
Astori-, ni por izquierda –Constanza-.
Se
pasaron la vida insultando a todo el mundo, como una bocanada proletaria de
agravios propios de un mercachifle de la “verdadera libertad” y resulta que
ahora que son gobierno, no se les puede decir nada, ni siquiera en un post chiquititico, como el pajarito de
Maduro, con fotos y vídeos ilustrativos de lo que se quiere expresar.
No
será mucho, mi Comandante comediante.
Se
quejan de que los demás no son objetivos hacia ellos en la crítica que les hacen,
lo cual puede ser cierto, porque nadie está obligado a leerse las Obras
Completas de Lenín, Stalín, Marx y Engels y vivir metido en un sindicato con
temas, que ni la prensa aborda, pero ellos, que la tienen tan clara, porqué entonces, viven agrediendo a las patadas de burro, cuando se les cuestiona
cosas elementales.
¡Son
acaso, objetivos hacia los otros!
El
tren de la revolución ya pasó, porque a la vuelta de la esquina hay un menor
delincuente y no una rosa y un clavel. Pero quedaron como en los versos de
Carriego, el de la vecina aquella que se olvidó de amar y quedó para siempre, esperando el último tren.
Tuvieron
suerte con Vázquez, porque trajo otro tren distinto: un tranvía llamado deseo.
Fue
duro largar la esponja cuando la caída del Muro de Berlín, con un Valenti llevándose
todo, hasta la ideología; ahora es duro largar la papa.
No
se dan cuenta que si están llamados a enfrentar una ola de juicios como la que
se viene, gane quien sea, porque el déficit de la Intendencia de Montevideo es
escandaloso, lo más inteligente es dar un paso al costado.
De
ganar el Partido Nacional los trabajadores –dije bien, dije los trabajadores, los que
pagan Impuesto a la Renta por ganarse el pan con el sudor de su frente-,
van a dejar de sufrir un castigo bíblico, que ni Jehová tenía planteado, no
van a perder sus conquistas, al contrario van a estar mucho mejor, los que si
van a tener que rendir cuentas son los grandes vivos de la robolución sociolista.