La campaña electoral que estamos
viviendo, no hay que perder de vista, es una interna partidaria en donde el
ciudadano no tiene la obligación de ir a votar.
Por ese motivo, quienes participan son
aquellos que se sienten llamados a la actividad política.
El perfil de este sector para el cual
votar es una obligación de deber cívico, sea o no obligatorio hacerlo, tiene
características específicas y particulares que no suele tener el electorado en
su conjunto.
La Constitución actual impone una
especie de examen que hay que salvar para poder ser candidato único. Hay que
ganar la interna. Es todo un desafío; dirigirse a la opinión pública en su
conjunto en una competencia de carácter intestino.
Lo que la Constitución anterior
planteaba, le decían doble voto
simultáneo, pero en realidad era un triple voto simultáneo. Ese día se votaba Presidente, legisladores
e Intendente, todo junto a la vez. Lo
de ahora plantea instancias comiciales diferentes en cada momento.
El Uruguay no ha tomado conciencia plena
de las nuevas reglas de juego que la Constitución actual viene a generar y los politólogos no ayudan, porque son expertos
en adelantarse. Cuando lo que está en juego es junio, se adelantan a
octubre y cuando lo que se define es octubre de adelantan a noviembre, cuando
no en muchos casos razonan como si ya estuviéramos en noviembre. La idiosincrasia
del sistema político está más preocupada por quien será o no el próximo
Presidente de la República que por ver, comprender o pujar por espacios
políticos creíbles para los diversos electorados.
Esa es hoy la causa por la cual no hay
lugar para la descalificación de lo que la gente vota acusando de ignorantes a
los demás, porque para llegar al sillón presidencial hubo que sortear pruebas
decisivas, la de la interna y ser candidato único, la de la opinión pública en
su conjunto y en el caso de no existir mayoría en ninguno de los contendientes,
un eventual balotaje. Por fuera de eso vienen luego las elecciones municipales,
de modo que por más inculto que se sea, hay todo un proceso de calentamiento
político que tiñe el período electoral en absolutamente todo el mundo. Esa es una de las causas por la cual el Uruguay es uno de los países del mundo con bajísima abstención, cuando las elecciones son obligatorias.
La sintonía con las mayorías electorales
la da el mapa político que deviene de junio. Recién allí el candidato ganador
debe volverse catch all, esto es,
agarra todo.
El perfil del hombre que vota en una
interna, sin tener la obligación de hacerlo, es claramente la del individuo
politizado. El que lee un diario casi todos los días, profundiza en algún
semanario, escucha los informativos y sigue el acontecer político.
Ese individuo no quiere medias tintas,
indefinidos, “blandos” o candidatos que a su entender no tienen las cosas
claras. Su percepción de los presidenciables puede ser totalmente equivocada y
lo que a él le parece “blando” no ser tal cosa, pero hay que entender que es la
manera de ver la política del hombre politizado y partidizado.
Esa
es la causa por la cual la interna se gana desde posiciones radicalizadas y una
vez que se triunfa, el candidato único de cada partido, modera el discurso.
Porque pasada la interna que no es obligatoria, la de octubre si lo es, y allí
el fiel de la balanza es el hombre menos comprometido con la actividad
política: el mozo de bar, la empleada de una tienda, la cajera de un
supermercado, esto es, aquel sector que se maneja sin ningún nivel de
politización porque su misma actividad así lo exige.
Así fue el modo político de proceder
desde que rige esta Constitución actual, lo que está por verse es si las
posiciones moderadas en cada partido logran imponerse en una interna.
Las internas, al menos hasta ahora, se
ganan dirigiéndose a la minoría politizada, motivándola para que participe en
una instancia que no es obligatoria y luego se modera el discurso, para ser
accesible a sectores que son el fiel de la balanza electoral.
Si se entiende esto, se puede ahora
entonces comprender lo que le está pasando al Frente Amplio, la desesperación
de que Constanza Moreira supere a Vázquez o, peor que eso, que le gane Vázquez,
pero raspando.
Los desencantados del Frente Amplio son
más de lo que parece y muchos no lo votan más, al punto de expresar su rechazo
anulando o votando en blanco. Constanza Moreira no convence a los desengañados,
sino al sector del aparato frentista que se quedó sin gente para ensobrar
listas.
Si los Ministros de este gobierno y el
mismo Presidente de la República tienen que moverse en los límites de la
Constitución -no están interviniendo en una interna, dicen, son simplemente
peticiones de deseo-, es porque ven que el ciclo frentista de crecimiento
imparable concluye, aunque Vázquez gane la interna y las nacionales con
balotaje.
Vázquez se volvió una máquina de decir
cualquier cosa soberbiamente para gente dogmatizada, porque se está dirigiendo
a una interna en donde aún ganando, le va a ser difícil encontrar “ultras”
para ensobrar gratuitamente las listas. No la resuelve ahora con la fórmula frentista clásica que se llama: "Manija pa' la colada".