En
las próximas elecciones se juegan dos modelos de país. Por un lado el país
continuista, el país que no quiere cambios, que lo único que aspira es a
castigar a quien más trabaja, el país del acomodo internista en donde si la
inmoralidad más inconcebible viene de “un
compañero” vale todo, pero si la recriminación crítica viene del otro
sector, que no es el de ellos, lo único que se saben hacer es descalificar
políticamente al adversario, y si viene de la Suprema Corte de Justicia, se dan
el lujo de despotricar contra la separación de poderes, el país de un
vejestorio que lo único que sabe decir es “lo viví, lo viví, lo viví”, aunque
lo único que en verdad haya vivido, fue la patada enorme que en su momento le
dieron.
El
país que no sabe qué hacer ante el robo y el delito y sólo le interesa el
derecho humano de 116 personas de hace cuarenta años atrás, porque tú derecho
humano, para estudiar, trabajar y salir a flote en la vida, les importa muy
poco.
El
país de aquellos que mientras Argentina más lo ataca al Uruguay, más contentos
se ponen, y más le conceden cosas hasta el punto de dejar a muchísima gente sin
trabajo.
Un
país signado por gente resignada, apocada, que les acepta todo. Un país de
cuarta, una nebulosa; la Provincia Argentina que Brasil precisa para negociar
con el peronismo.
El
país de los mediocres y los borrachos, gente que cuando le hacen ver algo dice “tengo
que hablarlo con el partido”, “necesito un informe de Central”, porque de su
cabeza, no sale una sola idea propia y personal.
El
país del bichicome mental, que cuando engorda hasta niveles inconcebibles, te
sale diciendo que como te dice esto, te dice lo otro, como si la palabra no
valiera nada en la vida. Engordan, pero no crecen.
El
país de un sindicalismo enriquecido y corrupto que lo único que sabe decir es “A
la huelga”, aunque después no le vaya nadie.
Ese
país te va a obligar a trabajar en dos lados y te va a cobrar en impuestos
hasta el aire que respiras y todo eso, para darle derechos al mismo que al
salir de tu trabajo te roba, te asalta y te veja.
Ese
modelo de país, continuista, oficialista, a lo único que te puede conducir es a
tu esclavitud, tu degradación y tu descomposición como persona humana.
Por
el otro lado está el modelo que plantea el Partido Nacional.
Un país basado en la educación al mejor
estilo de la gente que lo quiso al Uruguay, como Finlandia, que vino al Uruguay
y apostó a nuestra gente. Finlandia se jugó por nosotros ante la prepotencia
argentina y como mínimo tenemos el deber moral de aprender un poquito de ellos,
básicamente en educación, que es donde han alcanzado los niveles mejores de
Europa.
Un
país abierto al mundo, fundamentalmente a la Alianza del Pacífico, porque allí
están los que realmente han combatido la pobreza.
Un
país ético, basado en la familia como la unidad básica de la sociedad.
Un
país que le devuelva al Uruguay el respeto y la autoridad a quienes realmente
la tienen. En donde “quemarse las pestañas” estudiando, signifique algo en la
vida.
Una
sociedad de oportunidades, en donde el Uruguay, pueda mirar al futuro con
optimismo, aunque las condicionantes sean duras, porque tiene en su gente el
capital humano, técnicamente preparado para más en la vida.
Un
país en donde todos podamos participar, opinar y decidir en los asuntos
públicos. Un país a la medida de lo que los uruguayos queremos.
Probablemente
te resulte difícil entender esto, pero hoy por hoy, aquí y ahora, solo el Partido
Nacional es el fiel de la República.