“Sí, se puede”, dice Evelyn Matthei,
contenta por haber podido pasar a la segunda vuelta, pero hay un hecho en la
historia universal de los ballottages, y es que cuando la diferencia entre los contendientes
sobrepasa el 5 por ciento, el que va primero es quien tiene todas las chances
de ganar.
Acá la diferencia es de un 22 por
ciento. Lo que indica que las cartas ya están echadas. Si Bachelet no ganó por
amplia mayoría absoluta es porque de los ocho postulantes a La Moneda, seis
tienen un discurso político coincidente con el suyo. Lo cual, sea cual sea el
resultado, no deja de ser preocupante, porque cumpla o no con sus promesas Bachelet
nunca dejará contentos ni a tirios ni troyanos y menos a tirios de izquierda
con tirios más a la izquierda. Amén del hecho de que cuatro años no es tiempo
suficiente para tantos ambiciosos proyectos de cambio, en donde la reforma
constitucional parece ser el más suave de todos, Nueva Mayoría alcanzaría el
umbral para aprobar leyes simples y de quórum limitado, pero no podría
modificar leyes orgánicas constitucionales, ni reformar la Carta Magna.
Si bien los comicios fueron pacíficos,
hubo un hecho que puede ser indicador del futuro de Chile y fue en la tarde,
cuando una veintena de estudiantes ocuparon por unas dos horas el comando de
Bachelet, que se encontraba semivacío. Los estudiantes reafirmaron sus demandas
por una educación pública, gratuita y de calidad y advirtieron que seguirán
protestando el próximo año, tal como en 2011, cuando irrumpieron en las calles
con multitudinarias protestas. Todo un aviso de los desafíos que le esperan a
Bachelet, que parece ser rehén de ellos. Hay que ver como entre promesas
incumplidas y memorias frágiles, logra domesticar ahora la furia callejera y
eso en el marco de un escenario más amplio signado por una baja en la
proyección de crecimiento (sólo alcanzaría el 4% en 2014), una segura estrechez
fiscal y la desconfianza del empresariado ante los alcances de la reforma
tributaria. Así como Evelyn Mattthei tuvo que jugar en “la cancha de la
izquierda” es ahora Michelle Bachelet quien debe jugar “en la cancha de la
ultra izquierda” y los estudiantes se lo están reclamando.
No puede, por tanto extrañar que los
grandes triunfadores de esta elección sean Camila Vallejo, Karol Cariola,
Giorgio Jackson y Gabriel Boric, los estudiantes que lograron un lugar en el
Parlamento. Lo que está expresando que detrás de la agitación estudiantil, lo
que verdaderamente existió desde el comienzo es la pura ambición electoral.
En la Florida, la ex presidenta de la
FECH, Camila Vallejo, obtuvo un 43,68%, lo que le asegura un cupo en la Cámara
de Diputados, junto a Karol Cariola con un 39,7%, ambos representando al
Partido Comunista, que al parecer le dio muy buen resultado la coalición. Es
evidente que el aislamiento lo vino dañando durante todo este período y
expresarse como partido indirecto lo favorece. Esta vez logró duplicar el
tamaño de su bancada. Junto a ellos por el movimiento político Revolución
Democrática el ex presidente de la FEUC Giorgio Jackson, en Santiago, obtiene
un 48.14%. Nace la bancada estudiantil.
Para llegar a eso movieron cielo y
tierra hasta el último rincón del país. No falta quien diga que la lucha paga, paga cargos parlamentarios, por los cuales ahora el Partido Comunista Chileno en vez de tres diputados, tiene seis y el haber duplicado la bancada es todo un logro de estudiantes enfurecidos y usados como carne de cañón, que ahora exigen que se cumplan con las promesas.
Lo que alcanzó Chile en estos últimos 25
años ahora parece que lo va a perder. Las caras del descontento, de la
indignación, de aquellos que pusieron en jaque el gobierno de Piñera son los
verdaderos ganadores hoy día. Hay que tener en cuenta que este triunfo de
Bachelet se enmarca en la más baja participación electoral desde el retorno a
la democracia (6,7 millones de votantes para un padrón de 13,5 millones), lo
que significa que hay un sector de opinión inflado por un enorme voluntarismo
bajo la más absoluta indiferencia del resto de la población. El abstencionismo
alcanzó al 44% de la gente. El escepticismo y la desesperanza fueron los dos
jugadores ocultos de la jornada.
En materia económica, Chile con Piñera
creció a un promedio del 5,5% anual; la inflación se contuvo y está por debajo
del 3%, y el desempleo bajó del 9,6 a sólo 6%. Pero el gran problema de Piñera
es que falló en hacerles ver a los chilenos que esos logros fueron el
resultado, en parte, de su capacidad de gestionar los recursos públicos, de sus acciones políticas, de su determinación al negociar ley por ley buscando el equilibrio de sectores que no coincidían en nada. No supo demostrar que si
hay abundantes reservas en el Banco Central no es solo, pura y exclusivamente, por obra y gracia de la
Providencia.
Más allá de su falta de carisma y
empatía con la gente, de sus metidas de pata, los analistas coinciden en que
Piñera hizo un buen gobierno, pero fue un mal líder
Aquí se puede mirar lo del vaso medio
lleno y medio vacío. Por un lado solo una fe religiosa puede creer que Evelyn Matthei
puede triunfar y por el otro, no ver que el casi triunfo de Bachelet le
pone un freno al voluntarismo arrasador con que se ha venido presentando, es
infantil. A Bachelet el ballotage le complica la vida porque se ve obligada a
fundamentar sus planteos, que fue precisamente lo que no quiso hacer, al negarse
a discutir durante la campaña. La emotividad de los que oyen lo que quieren oír
es típica del sector que la vota.