sábado, 13 de julio de 2013

Ese Chile nuestro


            Recuerdo que cuando derrocaron a Salvador Allende, Juan Pablo Terra – senador del Frente Amplio y miembro de la Democracia Cristiana Internacional- escribió una editorial del diario Ahora dando su opinión sobre lo que ocurría allí.
            Lo que decía ahí –lo leí varias veces- era aproximadamente lo siguiente. Chile vivía un proceso de cambios y de transformaciones sociales importantes, pero sostenía Juan Pablo Terra que no se hacen revoluciones con mayorías circunstanciales.
            En ese momento la discusión era sobre el tema de la mitad más uno.
            Una tendencia sostenía que se hacen revoluciones solamente con la mitad más uno y la otra afirmaba que si se pretende eso, sería imposible un proceso de cambio.
            Rodney Arismendi era un enemigo acérrimo de la tesis de la mitad más uno como factor de cambio, pero en vastos sectores de la izquierda era muchísima la gente –incluso dentro del partido comunista- que sostenía que es imposible un proceso de cambio, si no está de acuerdo con eso, la mitad más uno.
            Juan Pablo Terra lo que sostenía es que no se puede imponerle al resto de la sociedad una cosa, si no hay un acuerdo amplio sobre las reglas de juego bajo las cuales esa cosa ha de operar.
            Decía: “Le hemos dicho hasta el cansancio –a los defensores del camino único, a los que creen que hay una sola forma de hacer las cosas- que no se hacen revoluciones con mayorías circunstanciales-, porque después vienen los problemas”.
            Palabras más, palabras menos, era eso lo que decía Juan Pablo Terra, en ese momento.
            El artículo, por lo que tuve entendido en aquella época, cayó muy mal en aquel partido demócrata cristiano izquierdizado y radicalizado. Un partido camilista, guerrilleril como si Juan Pablo Segundo, por el solo hecho de haber dicho que lo suyo era la opción preferencial por los pobres, por esa sola causa, de Medellín a Puebla, estuviese de acuerdo con las barbaridades que ocurrían.
            Había gente como Hugo Assman y Héctor Borrás, que le buscaban el caroso  a la cebolla, pero eran la minoría de la minoría.
            Juan Pablo Terra –que era un hombre respetado por la Democracia Cristiana Internacional-, tuvo que enfrentar solo, todo el peso de una política que no le era propia. No aguanto más la presión internacional y se fue del Frente Amplio, cometiendo el error de hacerlo en dictadura.
            Hoy está sucediendo una cosa similar, que exige, creo  yo, análisis concreto.
            Hay un Chile nuestro que está en problemas.
            Las encuestas dicen que  si  las elecciones presidenciales fueran este domingo, un 39% votaría por Michelle Bachelet y un 25% por Pablo Longueira. En tercer lugar aparece Marco Enríquez Ominami, representante del Partido Progresista, con un 7%, seguido por el independiente Franco Parisi (6%) y Marcel Claude (2%) del Partido Humanista.
            Lo que está indicando que de ganar Michelle Bachelet lo haría con la minoría mayor.
            El tema de fondo está aquí, con una mayoría circunstancial ¿piensan llevarse a los demás por delante?
           Están en una línea política temeraria y el sindicalismo –como lo demuestra la huelga reciente, viene a darles una mano de bleque, que consiste en apagar el incendio con gasolina­­­-.
            Probablemente la burguesía chilena se lo merezca por inepta. No nos olvidemos por favor que es el fracaso de un sistema económico, que ha sido exitoso y del cual todos quieren morder. No quisiera que sea ese, el único argumento. Porque si la supuesta ineptitud de la burguesía chilena en tanto socio local es el único argumento, horas trágicas se aproximan. Chile con la Razón y con la Fuerza sabe cómo hacerlo solo.
           No es el sistema el que está mal, sino la falta de liderazgo.