Más allá de los anuncios económicos, hay una contundencia
personal por parte de Mauricio Macri.
Inaugura algo inédito en la Argentina: haber convertido el
gradualismo en un reformismo permanente.
Si bien todo el foco de las medidas está centrado en
disminuir la pobreza, la amplitud y complejidad que tienen exige un respaldo
político importante.
La sociedad argentina hoy demanda construir consensos sobre
el rumbo a seguir.
Si se lo mira desde el punto de vista político, es evidente
que hubo un cambio cultural en lo que va de diciembre de 2015 a la fecha, que
demuestra que las posiciones maximalistas, ultristas y destituyentes cada día
van quedando atrás.
Hay una demanda de despolarización.
La gente se cansó de la frustración, de una mentalidad que
busca los culpables en los manuales de historia de hace 50 años y que siempre
le está echando la culpa a los de afuera, como si no hubiera responsabilidad
alguna por parte de la dirigencia local.
El discurso de barricada tan eficaz en los ’70 y los ’80 ya
no da más resultado.
Falta ahora que la dirigencia política, sindical, empresarial
sepa construir consensos sobre temas básicos. Después habrá que ver cuál es la
mejor caja de herramientas para alcanzar esos objetivos.
El desafío que Macri se auto impuso es ambicioso y complejo.
Busca justamente romper un esquema de prebendas, privilegios, impuestos
distorsivos y reglamentos inaplicables.
De las críticas que le hace la oposición hay una en la que
está de acuerdo. El endeudamiento vuelve insostenible las políticas a largo
plazo.
El eje de la política de Macri es abrir la Argentina al mundo
y para eso tiene que bajar el costo país.
La experiencia del proteccionismo dejó un país más pobre, más
chico y atrasado tecnológicamente.
Este giro político importante que se está dando en toda la
región, es equivocado verlo desde el punto de vista ideológico, porque lo que
está mostrando es que la gente quiere resultados concretos que le den mayor
calidad de vida, bienestar, trabajo, salud, vivienda, educación.
También en el plano judicial ha habido un enorme avance con
la prisión de De Vido, que apunta al corazón del esquema de corrupción
kirchnerista. Ahora con la detención del ex Vicepresidente Amado Bodou, se
visibiliza con más nitidez el hecho de que Cristina Kirchner pueda ir presa.
Una página se va cerrando en el vecino país.