lunes, 6 de noviembre de 2017

A 100 años de los diez días que conmovieron al mundo

        Este mes se cumplen 100 años de la Revolución Rusa lo que, si bien fue un hecho desgraciado, conmovió el mundo y marca un antes y un después.
        Se ha dicho que en el marco del despotismo asiático el leninismo fue la forma que allí adoptó la entrada en el siglo XX. De Pedro el Grande a Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido por su pseudónimo 90, como Lenín sería ese el derrotero último que conduciría allí el proceso de industrialización.
        Sin embargo, cuando durante los años ’90 vimos todos en qué condición estaba la ex Unión Soviética, se me vuelve difícil la afirmación de que así fueron las cosas en aras del progreso científico‑técnico, como les gustaba decir.  
        No se sabe en qué etapa estaban. Lo que significa que aquel etapismo de los planes quinquenales eran mentiras que ni ellos mismos se creían.
        Alvin Toffler sostiene en El Cambio de Poder, que el colapso por implosión que se dio en el socialismo real responde a la manera rusa, al hecho de saberse inferiores tecnológicamente.
        Ni lo uno, ni lo otro. Ni la industrialización en el despotismo asiático, ni el colapso implosivo por inferioridad tecnológica.
        Nunca existió tecnología rusa. Lo que si existió fue tecnología alemana que tuvo que abrirse hacia Europa del Este y la ex Unión Soviética, porque en la época de los mercados cautivos, Inglaterra y Francia la marginaba a Alemania.
        Cuando Lenín toma el poder, pide asesoramiento norteamericano, que le es dado a Rusia hasta las grandes purgas del ’36. En el ’17 ya había un desarrollo capitalista importante en Petrogrado, hoy San Petesburgo. El único desarrollo científico‑técnico significativo que hubo, fue el plan quinquenal del ’28, con un repunte después de la Segunda Guerra Mundial, el así llamado por ellos, proceso de reconstrucción socialista.
        Lo que se vio con meridiana claridad en los años ’90 era el gran atraso semi feudal en que estaban, con pueblos enteros que aún hoy comercian a lo Persa y con conflictos de carácter nacional que recuerdan las guerras del siglo XIX.
        Nadie ha sabido caracterizar lo que Emilio Frugoni en La Esfinge Roja denominaba el enigma de lo que allí ocurrió.
        Así por ejemplo recuerdo que en un reportaje que la televisión española le hizo al célebre escritor argentino,  Jorge Luis Borges, en un momento dado dice: “Yo en el ’17 era comunista” y el periodista en plena dictadura franquista le dice: “¡Usted Borges era comunista!” y éste le contesta: “Lo que pasa que en aquellos años no se lo veía como después se lo vio, como una dictadura brutal. Se lo veía como libertario, emancipador”.
        Siempre hubo un desenfoque a la hora de caracterizar qué fue lo que ocurrió y también hay falencia para entender por qué colapso.
        Sería un tema académico entrar en este terrero, pero hay que decir un par de cosas.
        La Revolución Rusa triunfó por la descomposición que generó la guerra del ’14. Lenín, como demuestra Curzio Malaparte planificó el arte de la insurrección como parte de un proceso putchista. Fue un golpe técnico subido a un ejército que quería ponerle fin a la guerra, como ocurrió con la La Paz de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918.
        Ya en los años ’20 el comunismo estaba liquidado y los últimos textos de Lenín confirman que estaba arrepentido. La NEP –nueva política económica‑, es la expresión más clara de que no puede construir ni la etapa socialista, menos la otra, que sería la comunista.
        El hecho de que en el ’36 comience la decapitación de toda la dirigencia bolchevique está marcando claramente que la maquinaria de terror que generaron terminó matando al inventor.
        La retórica del régimen, como demuestra Hebert Marcuse en El marxismo soviético, apela siempre a una teoría, cosa que desde la perspectiva occidental resulta curioso. Si es una dictadura lisa y llana, porqué una teoría nueva cada plan quinquenal. Según Marcuse es así por las características que tiene gobernar sobre un territorio tan amplio. No se puede especificar, hay que poner una teoría.
        Si a eso se agrega el hecho de que tenía partidos comunistas en absolutamente todos los países del mundo, el teoricismo se le volvía imprescindible.
        Que todo esto es alienación en el sentido clásico. Mixtificación, falsa conciencia y engaño deliberado, es harina de otro costal, porque un dato curioso que en occidente cuesta entender, es el hecho de que cuando atacaban furiosos el capitalismo, en realidad estaban mandando a una purga a una tendencia interna.
        Golpeaban a la derecha, porque les era fácil, para dar un codazo a la izquierda interna, que les era más difícil.
        No obstante todo este conjunto de monstruosidades podrían haber logrado algo parecido a lo que alcanzó la China de hoy: Desarrollo técnico bajo el despotismo asiático. Sin embargo no fue así. Lo que está indicando que la crisis del socialismo real en Rusia además de una cuestión ideológica en decadencia, era básicamente, una crisis por mala gestión de los recursos. Trabajo a desgano, fabricas que no coordinaban con nada, grandes astilleros y falta de infraestructura necesaria para captar inversiones de porte, a lo que es hoy la inversión internacional directa.
        Fueron de la colectivización forzosa con Lenín y Stalín, a la privatización indiscriminada con Borís Yeltsin. Siempre a la rusa, sin pensar lo que se hace.