Este
mes se cumplen 100 años de la Revolución Rusa lo que, si bien fue un hecho
desgraciado, conmovió el mundo y marca un antes y un después.
Se ha dicho que en el marco del despotismo asiático el
leninismo fue la forma que allí adoptó la entrada en el siglo XX. De Pedro el
Grande a Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido por su pseudónimo 90, como
Lenín sería ese el derrotero último que conduciría allí el proceso de
industrialización.
Sin embargo, cuando durante los años ’90 vimos todos en qué
condición estaba la ex Unión Soviética, se me vuelve difícil la afirmación de
que así fueron las cosas en aras del progreso científico‑técnico, como les gustaba
decir.
No se sabe en qué etapa estaban. Lo que significa que aquel
etapismo de los planes quinquenales eran mentiras que ni ellos mismos se
creían.
Alvin Toffler sostiene en El Cambio de Poder, que el colapso
por implosión que se dio en el socialismo real responde a la manera rusa, al
hecho de saberse inferiores tecnológicamente.
Ni lo uno, ni lo otro. Ni la industrialización en el
despotismo asiático, ni el colapso implosivo por inferioridad tecnológica.
Nunca existió tecnología rusa. Lo que si existió fue tecnología
alemana que tuvo que abrirse hacia Europa del Este y la ex Unión Soviética,
porque en la época de los mercados cautivos, Inglaterra y Francia la marginaba
a Alemania.
Cuando Lenín toma el poder, pide asesoramiento
norteamericano, que le es dado a Rusia hasta las grandes purgas del ’36. En el ’17
ya había un desarrollo capitalista importante en Petrogrado, hoy San
Petesburgo. El único desarrollo científico‑técnico significativo que hubo, fue
el plan quinquenal del ’28, con un repunte después de la Segunda Guerra
Mundial, el así llamado por ellos, proceso de reconstrucción socialista.
Lo que se vio con meridiana claridad en los años ’90 era el
gran atraso semi feudal en que estaban, con pueblos enteros que aún hoy
comercian a lo Persa y con conflictos de carácter nacional que recuerdan las
guerras del siglo XIX.
Nadie ha sabido caracterizar lo que Emilio Frugoni en La
Esfinge Roja denominaba el enigma de lo que allí ocurrió.
Así por ejemplo recuerdo que en un reportaje que la
televisión española le hizo al célebre escritor argentino, Jorge Luis Borges, en un momento dado dice: “Yo
en el ’17 era comunista” y el periodista en plena dictadura franquista le dice:
“¡Usted Borges era comunista!” y éste le contesta: “Lo que pasa que en aquellos
años no se lo veía como después se lo vio, como una dictadura brutal. Se lo
veía como libertario, emancipador”.
Siempre hubo un desenfoque a la hora de caracterizar qué fue
lo que ocurrió y también hay falencia para entender por qué colapso.
Sería un tema académico entrar en este terrero, pero hay que
decir un par de cosas.
La Revolución Rusa triunfó por la descomposición que generó
la guerra del ’14. Lenín, como demuestra Curzio Malaparte planificó el arte de
la insurrección como parte de un proceso putchista. Fue un golpe técnico subido
a un ejército que quería ponerle fin a la guerra, como ocurrió con la La Paz de
Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918.
Ya en los años ’20 el comunismo estaba liquidado y los
últimos textos de Lenín confirman que estaba arrepentido. La NEP –nueva política
económica‑, es la expresión más clara de que no puede construir ni la etapa
socialista, menos la otra, que sería la comunista.
El hecho de que en el ’36 comience la decapitación de toda la
dirigencia bolchevique está marcando claramente que la maquinaria de terror que
generaron terminó matando al inventor.
La retórica del régimen, como demuestra Hebert Marcuse en El
marxismo soviético, apela siempre a una teoría, cosa que desde la perspectiva
occidental resulta curioso. Si es una dictadura lisa y llana, porqué una teoría
nueva cada plan quinquenal. Según Marcuse es así por las características que
tiene gobernar sobre un territorio tan amplio. No se puede especificar, hay que
poner una teoría.
Si a eso se agrega el hecho de que tenía partidos comunistas
en absolutamente todos los países del mundo, el teoricismo se le volvía
imprescindible.
Que todo esto es alienación en el sentido clásico.
Mixtificación, falsa conciencia y engaño deliberado, es harina de otro costal,
porque un dato curioso que en occidente cuesta entender, es el hecho de que
cuando atacaban furiosos el capitalismo, en realidad estaban mandando a una
purga a una tendencia interna.
Golpeaban a la derecha, porque les era fácil, para dar un
codazo a la izquierda interna, que les era más difícil.
No obstante todo este conjunto de monstruosidades podrían
haber logrado algo parecido a lo que alcanzó la China de hoy: Desarrollo
técnico bajo el despotismo asiático. Sin embargo no fue así. Lo que está
indicando que la crisis del socialismo real en Rusia además de una cuestión
ideológica en decadencia, era básicamente, una crisis por mala gestión de los
recursos. Trabajo a desgano, fabricas que no coordinaban con nada, grandes
astilleros y falta de infraestructura necesaria para captar inversiones de
porte, a lo que es hoy la inversión internacional directa.
Fueron de la colectivización forzosa con Lenín y Stalín, a la
privatización indiscriminada con Borís Yeltsin. Siempre a la rusa, sin pensar
lo que se hace.