miércoles, 11 de octubre de 2017

Unidad Europea le dice pito catalán al separatismo

        En ese reino de la ambigüedad, en donde no se sabe si una cosa es o no es,  para poder tomar una medida concreta Mariano Rajoy le pidió al Ejecutivo de Cataluña que aclare de aquí a 5 días,  si ha declarado o no la independencia, de modo que en caso de que así sea, aplicar el artículo 155 de la Constitución española.
        Nadie sabe si la marcha atrás del gobierno catalán con su imprecisa declaración de independencia, en realidad es un paso al costado para un gran salto adelante y la imprecisión de la declaración una forma de comprar tiempo para ganar la batalla de la opinión pública mundial. Declarar la independencia y suspenderla es un gesto que no acaba de entenderse. Según Rajoy es “una insostenible situación de confusión”, a lo que le pone plazo hasta el 20 de octubre. Por eso le exige una “respuesta clara e inequívoca”.
        Mariano Rajoy es un hombre que camina sobre seguro y no le gusta mover un pie, sin consultar el otro, de modo que quiere, como ha dicho “ofrecer certezas y claridad a los españoles y a los catalanes”. Como nada de lo que se ha hecho hasta ahora pasó por la aprobación del Parlament de Cataluña, también Pedro Sánchez del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), le pide a Carles Puigdemont que aclare “negro sobre blanco” que fue lo que en verdad aconteció en el Parlament. La incertidumbre social y económica que viene rodeando la escalada de tensión separatista se agrava a medida que los acontecimientos van entrando en un limbo tan indefinido, como desconocido.
        Aquí está en juego la legalidad española que ha sido sustituida por la legalidad catalana y Rajoy no quiere “excusas tramposas”  para un doble discurso que mientras suspende los efectos de una declaración, se posiciona buscando un acuerdo desde fuera de la legalidad, como si Cataluña y España fueran dos naciones que acuerdan y no una sola que busca una solución. Todos quieren el acuerdo, pero esta palabra tan bonita –acordar‑ tiene alcances diferentes cuando se procesa dentro de la legalidad a cuando opera con quienes se han puesto en la vereda de enfrente de la Constitución. Si Cataluña no reconoce otra Constitución, Parlamento, Tribunales e instituciones que no sean los suyos, acordar en esas condiciones es salirse de la legalidad existente.
        Evidentemente hoy se vive la hora de las definiciones. Lo que ahora está en cuestión es la Constitución española que devino de la transición que permitió salir de la dictadura de más de cuatro décadas de Francisco Franco y consagró el sistema de las autonomías.
        Aquí hay un hecho que no se suele tener en cuenta cuando se justiprecia el separatismo y se buscan mediadores internacionales al conflicto como lo pretende Cataluña. Hoy España no puede emitir moneda, ni firmar tratados internacionales, ni imponer controles fronterizos. Alemania y Francia tampoco. Esas competencias fueron voluntariamente transferidas a la Unidad Europea. Para tener este nivel de independencia que hoy tienen los Estados de la Unidad Europea dejaron de serlo en gran parte.
        Ante esta situación: ¿Qué sentido tiene aceptar más Estados si no van a poder emitir moneda, ni controlar sus fronteras y sus relaciones exteriores? Si los países europeos ya no tienen soberanía es absurdo pretender una entidad nueva soberana. ¡Por qué Cataluña quiere ser independiente, cuando hasta la mismísima España tampoco lo es! Esa es la causa por la cual la Unidad Europea les respondió a los separatistas con un pito catalán. Al independentismo le sobra entusiasmo, pero le falta caracterización concreta del mundo en que viven hoy en Europa los hombres del siglo XXI.
        Todo esto se traduce en el temor de los ahorristas y de los empresarios que abandonan la región, en la alta volatilidad que marca en estos días las decisiones de los inversores, ante la falta de una solución clara. En la sospecha por un posible corralito de parte de los independentistas para evitar la fuga de depósitos, el salirse de la Eurozona y perder el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD). Alejarse del paraguas protector del Banco Central Europeo (BCE) es perder la supervisión del sector financiero comunitario y sencillamente quedarse sin liquidez. Una gestión irresponsable, que no mide las consecuencias de sus decisiones, no garantiza tampoco ninguna seguridad jurídica a los capitales. El goteo de capitales va a seguir continuando mientras nada quede claro y el daño que se le está haciendo a la economía catalana ya va resultando ser irreparable. Y todo esto en el marco de una probabilidad casi nula de independencia para Cataluña.
        Como lo he venido sosteniendo en anteriores post, si la dinámica de la fragmentación continúa, el efecto contagio se ha de extender por toda Europa.   
        Esperemos que la crisis catalana no anticipe un posible conflicto que anuncie el colapso del modelo de integración que se ha venido llevando hasta ahora.



Si no puedes verlo haz click aquí