jueves, 12 de octubre de 2017

El signo de los tiempos que corren

        Mientras la agencia de calificación de solvencia Standard&Poor's amenaza con degradar el ‘rating’ de Cataluña a nivel de Zambia, Camboya, Jamaica, Ruanda o Camerún, en el correr de estos días ya se fueron prácticamente 400 empresas de Cataluña. Degradar el rating de Cataluña a B implica hundirla más en el bono basura. Si persiste el conflicto seguirá bajando la calificación precisamente por el riesgo de que esta escalada pueda afectar la coordinación y la comunicación entre los dos gobiernos, que es esencial para que Cataluña pueda cumplir con sus obligaciones de deuda en tiempo y forma. Lo que está indicando una recesión económica en ciernes, aunque el escenario de la independencia no llegue a consumarse, tal como lo he venido sosteniendo en anteriores contribuciones al Blogger.
        Según S&P el próximo paso serán elecciones anticipadas. La conflictividad de acuerdo a los analistas de dicha agencia pone en cuestión la refinanciación de los instrumentos de deuda a corto plazo, y socava la eficacia del apoyo financiero estatal, en un momento en donde Cataluña necesita en noviembre refinanciar un vencimiento de deuda de 290 millones de euros y otros 540 millones en enero de 2018.
        Ya se está sosteniendo que Cataluña no tiene la estructura de funcionarios necesaria para ser una República independiente y que el sector público catalán no es capaz de gestionar el país. De esta forma los trabajadores públicos que realizan funciones en el Instituto Nacional de la Seguridad Social, en la Tesorería General, las oficinas del Documento Nacional de Identidad o en Defensa son trabajadores del Estado español, y por ende, en caso de que se independice Cataluña,  el nuevo gobierno tendría que formar y capacitar nuevos funcionarios para llenar esos puestos. Por ejemplo, la recaudación tributaria depende exclusivamente del Estado y Cataluña tendría que formar personal adecuado para tal fin, adquirir conocimientos para poder hacerlo y contar con las herramientas necesarias.
        En la actualidad cuentan con unos 200 mil funcionarios públicos, de modo que para funcionar como país desarrollado tendrían que contratar otros 200 mil.
        Tarde parecen estar entendiendo que una cosa es declararse independiente y otra muy diferente es conquistar la independencia. 5 años de propaganda intensa sobre la creación de las estructuras del Estado conducen ahora a esta amarga convicción. Los independentistas catalanes nunca previeron que España está dispuesta a pagar un costo económico para defender su proyecto político y en esa tensión quien más pierde es Cataluña.
        Tomando otra situación igualmente rupturista, pero con un carácter diferente, Theresa May encuentra que las negociaciones del Brexit están en un punto muerto. Según Michel Barnier: “Estamos en un bloqueo preocupante en las cuestiones financieras”. Van por la quinta ronda de negociaciones y el balance no es muy positivo.
        Falta concreción de los derechos de los europeos en el Reino Unido, claridad en las propuestas para Irlanda del Norte, pero sobre todo hay un choque en las cuestiones de dinero y de estrategia. Tarde están comprendiendo que el peor acuerdo, es la falta de acuerdo. Esta inseguridad condujo a una caída inmediata de la libra que perdió en torno al 1 por ciento en su cotización frente al dólar y pasó de 1326 a 1328.
        Ante esta situación de inestabilidad Theresa May da la callada por respuesta y su silencio refleja la encrucijada en la que han caído los británicos. Con su premier cuestionada, su Gobierno dividido, la economía congelada y la negociación con la UE encallada, May no sabe cómo salir del atolladero. Los británicos nunca previeron que la Unidad Europea está dispuesta a pagar un costo económico por defender su proyecto político y en esa tensión quien más pierde es Inglaterra.
        La situación de Inglaterra y Cataluña es indudablemente el signo de estos tiempos, pautado por un choque de debilidades. Ni Carles Puigdemont puede independizarse a la torera, ni Mariano Rajoy puede impedir lo que hará de cualquier modo. Ni Europa puede negarle a Inglaterra que formule otras reglas económicas de juego, ni Inglaterra puede darle carácter global a sus propuestas.
        En cualquiera de los dos casos caminan bordeando el precipicio. Por rara coincidencia ni Carles Puigdemont puede contestar con claridad si declaró o no la independencia, ni Theresa May quiere decir qué es lo que votaría en un segundo referéndum sobre el Brexit.



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