El conflicto catalán y el manejo que hace el gobierno de
Rajoy van llevando las cosas a un punto peligroso de no retorno. Es de hecho un
diálogo de sordos. Pretender que Cataluña negocie de nación a nación con
España, es tan inconstitucional, como inadmisible. Tendría que haber un
referéndum de toda España y no solamente en Cataluña.
El Tribunal Constitucional en este punto sostiene: "Ni el pueblo de
Cataluña es titular de un poder soberano, exclusivo de la Nación española
constituida en Estado, ni puede, por lo mismo, ser identificado como un sujeto
jurídico que entre en competencia con el titular de la soberanía
nacional".
Con respecto al referéndum el TC afirma: “Lo que a todos
afecta, es decir, la permanencia o no de ese Estado común en que España quedó
constituida, no podría, llegado el caso, sino ser reconsiderado y decidido
también por todos; lo contrario entrañaría, con la ruptura de la unidad de la
ciudadanía, la quiebra, en términos jurídico-constitucionales, de la Nación de
todos".
La prisión a Jordi Cuixart y Jordi Sànchez, presidentes de
ANC y Òmnium respectivamente, por haber promovido el asedio a la Guardia Civil
el 20 de setiembre; la prisión preventiva para el mayor de los Mossos
d'Esquadra, Josep Lluis Trapero y para la intendenta Teresa Laplana, por la
pasividad permisiva de la policía autonómica es la primera señal de un proceso
de encarcelamiento en marcha. El Código
Penal español califica estos delitos como de rebelión, sedición, prevaricación,
malversación de caudales públicos e incitación al odio.
El tema de fondo radica en el hecho de que si el gobierno no
procede escarmentando de alguna forma, a la larga el triunfo es del
independentismo.
Mientras Carles Puigdemont le dice por escrito a Rajoy: “La
prioridad de mi gobierno es buscar con toda intensidad la vía del diálogo.
Queremos hablar, como lo hacen las democracias consolidadas sobre el problema
que le plantea la mayoría del pueblo catalán que quiere emprender su camino
como país independiente en el marco europeo.”, éste lo intima a que defina si
declaró o no la independencia.
El requerimiento del gobierno dice que «El presidente de la
Generalitat confirme si alguna autoridad de la Generalidad de Cataluña ha
declarado la independencia y/o si su declaración del 10 de octubre de 2017 ante
el pleno del Parlamento implica la declaración de independencia al margen de
que esta se encuentre en vigor o no».
Puigdemont lo emplaza a Rajoy a dialogar en nombre de una
mayoría que por las cifras de participación anda en un 39 por ciento
aproximadamente y Rajoy lo emplaza por una definición clara de si se declaró
independiente o no. En tal caso aplica el artículo 155 que suspende
temporalmente la autonomía catalana.
Acá el tema no pasa por “el diálogo sincero”, cuando el punto
de partida del emplazamiento es totalmente espurio. El requerimiento del gobierno
exigía una respuesta clara por sí o por no y aclaraba además que una respuesta
ambigua no evitaba la aplicación del artículo 155.
De aquí hasta el jueves 19 a las 10 horas de España (cinco de
la mañana en Uruguay), todo indica que la indefinición de Puigdemont ha de
continuar y a medida que avance el vencimiento del plazo, el gobierno se va a
ver obligado a tomar medidas previas al artículo 155 de la Constitución
española.
Lo que ocurre parece una gran tomadura de pelo que se
sostiene en el tiempo para acumular fuerzas. La tesitura dialoguista emplazando
a otro de aquí a dos meses, cuando se firmó la independencia, pero el
parlamento no la votó, no tiene sustento válido. No son dos países los que, al
menos por ahora, negocian.
Estamos en una semana clave desde el punto de vista político.
Otra partida de póker jugada con las cartas marcadas y una campaña de
victimismo para ganar la batalla de la opinión pública mundial.
Creer que el Estado español va a reaccionar de una forma que
le muestre al resto de Europa todo lo malo que es, significa jugar
temerariamente con fuego al victimismo irresponsable. Pensar que tras una
declaración de independencia se puede negociar de igual a igual, linda en el
primitivismo ideológico más asombroso.
Lo que estamos viendo tras esta pavorosa sensación de
improvisación es la crónica de una derrota anunciada.