martes, 3 de octubre de 2017

Rajoy: un manual político de lo que no hay que hacer.

        Como se dijo en el post anterior, el manejo político que hizo Rajoy del conflicto con Cataluña, además de ser de una torpeza increíble, terminó apagando el incendio con gasolina.
        Hoy todo el mundo destaca la desconexión emocional y política con un partido de gobierno que tiene en este momento virtualmente un apoyo nulo en la población de Cataluña. ¿Cómo va a gobernar en esas condiciones?
        Una imagen vale por mil palabras decían los chinos y por más razón constitucional que el gobierno central tenga en este tema, la foto que recorre el mundo apela a gente que quiere democráticamente votar y la policía de Madrid los apalea, cuando la policía catalana permite que se haga. Incluso discusiones ríspidas entre ambas policías.
        Hoy las redes sociales viralizan los acontecimientos y ya no es la época en donde se podía negar alegremente actos vandálicos o de represión salvaje. La población en Cataluña estaba conectada a las redes sociales en el proceso de esconder las urnas para sacarlas el día de la votación burlando la determinación del gobierno central de que no hubiera referéndum.
        Sin recursos humanos ni técnicos para impedir un referéndum las medidas represivas de Rajoy lo ponen en una posición de total vulnerabilidad, porque si algo expresan, en las condiciones sociales en que fueron tomadas, es la profunda debilidad del gobierno central.
        Hoy el poder ya no es lo que era. En la nueva era digital lo emocional, lo visual y lo sentido determinan la victoria o la derrota de un gobernante.
        Rajoy pone a su partido y a los que no están con la causa independentista en una situación compleja que les hace perder credibilidad y sostén.
        Ante esto el mercado económico no quedó al margen de la conflictividad política y los principales perdedores fueron las empresas catalanas. Los bancos  Caixabank y Sabadell sufrieron una caída del 4,5 por ciento, y por si esto fuera poco la prima de riesgo cayó un 10 por ciento. El Ibex 35, el índice promedio de bolsa madrileño, cayó el 1,21 por ciento.
        Esto marca una inflexión en la realidad que se daba porque hasta ahora la política no interfería en la economía y marchaban por andariveles diferentes sin coludir entre sí. Si bien es cierto que todavía es temprano para sacar conclusiones de los acontecimientos, lo ocurrido pone una importante señal amarilla, no solo para el Reino de España y sus diecisiete autonomías sino para el resto de Europa también.
        Hoy Barcelona está en una movilización itinerante y la gente va de un punto al otro. Rajoy ya no manda en Cataluña. Así se fabrica la dualidad de poderes que conduce a los procesos revolucionarios. Un conflicto político por lo que fuere, unos dirigentes vanguardistas, “iluminados” que toman decisiones temerarias y liberticidas, una muchedumbre que les cree y compra la idea que les venden, un Presidente o un Rey que pierde autoridad y el control de la situación y una mecánica de decisiones políticas desde lo alto a cuan más equivocada. Los errores cometidos por Rajoy son de manual de lo que no hay que hacer para evitar un conflicto grave.
        Recuerda la Comuna de París, cuando los insurgentes tomaron el cielo por asalto durante 90 días y nadie pensaba en el día después, tampoco en dar marcha un paso atrás del precipicio. Después de esta huelga masiva los jacobinos del separatismo forzaran al Parlamento a declarar la independencia y nadie sabrá con qué moneda se van a manejar, qué Ejército, Marina y Aviación propia van a tener, tampoco con quien harán comercio exterior si la Unión Europea, como ya lo ha dicho, no los acepta. Un conflicto así en el siglo XIX podía tener futuro, pero hoy es virtualmente imposible. Lo más sensato en la realidad histórica de globalización en la que hoy vivimos, no es pedir autonomía, sino más autonomía que son dos cosas diferentes.
          Para entender la magnitud económica de lo que está en juego desde el punto de vista comercial e industrial, Cataluña representa el 20 por ciento del Producto Bruto Interno español. Los empresarios temen que el resto de España les haga un bloqueo económico. Pero el resto de España también se verá afectado por  un proceso continuo de huelga y parálisis de la economía. Del inicial “España nos roba”, al actual “España nos pega”, ambas tesituras se refuerzan conjuntamente y le da a los independentistas una fuerza mayor en el reclamo, porque ahora los victimiza. Una cosa es estar contra la ruptura y otra encogerse de hombros cuando atacan a un vecino. Es verse arrojado a un conflicto entre dos almas, la catalana y la española.

        Las derivaciones que en los días por venir todo esto pueda tener, no son nada halagüeñas para España, pero fundamentalmente para la situación de auto aislamiento en la que queda colocada Cataluña.  




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