Como se dijo en el post anterior, el manejo político que hizo
Rajoy del conflicto con Cataluña, además de ser de una torpeza increíble,
terminó apagando el incendio con gasolina.
Hoy todo el mundo destaca la desconexión emocional y política
con un partido de gobierno que tiene en este momento virtualmente un apoyo nulo
en la población de Cataluña. ¿Cómo va a gobernar en esas condiciones?
Una imagen vale por mil palabras decían los chinos y por más
razón constitucional que el gobierno central tenga en este tema, la foto que
recorre el mundo apela a gente que quiere democráticamente votar y la policía de
Madrid los apalea, cuando la policía catalana permite que se haga. Incluso
discusiones ríspidas entre ambas policías.
Hoy las redes sociales viralizan los acontecimientos y ya no
es la época en donde se podía negar alegremente actos vandálicos o de represión
salvaje. La población en Cataluña estaba conectada a las redes sociales en el
proceso de esconder las urnas para sacarlas el día de la votación burlando la
determinación del gobierno central de que no hubiera referéndum.
Sin recursos humanos ni técnicos para impedir un referéndum las
medidas represivas de Rajoy lo ponen en una posición de total vulnerabilidad,
porque si algo expresan, en las condiciones sociales en que fueron tomadas, es
la profunda debilidad del gobierno central.
Hoy el poder ya no es lo que era. En la nueva era digital lo
emocional, lo visual y lo sentido determinan la victoria o la derrota de un
gobernante.
Rajoy pone a su partido y a los que no están con la causa
independentista en una situación compleja que les hace perder credibilidad y
sostén.
Ante esto el mercado económico no quedó al margen de la
conflictividad política y los principales perdedores fueron las empresas
catalanas. Los bancos Caixabank y
Sabadell sufrieron una caída del 4,5 por ciento, y por si esto fuera poco la
prima de riesgo cayó un 10 por ciento. El Ibex 35, el índice promedio de bolsa
madrileño, cayó el 1,21 por ciento.
Esto marca una inflexión en la realidad que se daba porque
hasta ahora la política no interfería en la economía y marchaban por
andariveles diferentes sin coludir entre sí. Si bien es cierto que todavía es
temprano para sacar conclusiones de los acontecimientos, lo ocurrido pone una
importante señal amarilla, no solo para el Reino de España y sus diecisiete autonomías
sino para el resto de Europa también.
Hoy Barcelona está en una movilización itinerante y la gente
va de un punto al otro. Rajoy ya no manda en Cataluña. Así se fabrica la
dualidad de poderes que conduce a los procesos revolucionarios. Un conflicto
político por lo que fuere, unos dirigentes vanguardistas, “iluminados” que
toman decisiones temerarias y liberticidas, una muchedumbre que les cree y
compra la idea que les venden, un Presidente o un Rey que pierde autoridad y el
control de la situación y una mecánica de decisiones políticas desde lo alto a
cuan más equivocada. Los errores cometidos por Rajoy son de manual de lo que no
hay que hacer para evitar un conflicto grave.
Recuerda la Comuna de París, cuando los insurgentes tomaron
el cielo por asalto durante 90 días y nadie pensaba en el día después, tampoco
en dar marcha un paso atrás del precipicio. Después de esta huelga masiva los
jacobinos del separatismo forzaran al Parlamento a declarar la independencia y
nadie sabrá con qué moneda se van
a manejar, qué Ejército, Marina y Aviación propia van a tener, tampoco con
quien harán comercio exterior si la Unión Europea, como ya lo ha dicho, no los
acepta. Un conflicto así en el siglo XIX podía tener futuro, pero hoy es
virtualmente imposible. Lo más sensato en la realidad histórica de
globalización en la que hoy vivimos, no es pedir autonomía, sino más autonomía
que son dos cosas diferentes.
Para entender la
magnitud económica de lo que está en juego desde el punto de vista comercial e
industrial, Cataluña representa el 20 por ciento del Producto Bruto Interno
español. Los empresarios temen que el resto de España les haga un bloqueo
económico. Pero el resto de España también se verá afectado por un proceso continuo de huelga y parálisis de
la economía. Del inicial “España nos roba”, al actual “España nos pega”, ambas
tesituras se refuerzan conjuntamente y le da a los independentistas una fuerza
mayor en el reclamo, porque ahora los victimiza. Una cosa es estar contra la
ruptura y otra encogerse de hombros cuando atacan a un vecino. Es verse
arrojado a un conflicto entre dos almas, la catalana y la española.
Las derivaciones que en los días por venir todo esto pueda
tener, no son nada halagüeñas para España, pero fundamentalmente para la
situación de auto aislamiento en la que queda colocada Cataluña.
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