En un escenario cargado de conflictividad en las
negociaciones con la Unión Europea (UE), al Reino Unido se le hace cuesta
arriba negociar el nuevo relacionamiento que tendrá después del Brexit.
Si nos atenemos a la Oficina Nacional de Estadística el Reino
Unido es 490.000 millones de libras, unos 645 mil millones de dólares más pobre
a su salida de la Unidad Europea.
Según esta Oficina, Gran Bretaña ya no tiene una reserva neta
de activos extranjeros y, por lo tanto, ningún margen de seguridad económica.
Si se lo mira en términos de Producto Bruto Interno estos casi 645 mil millones
de dólares equivalen al 25 por ciento.
El Reino Unido pasó de un superávit de 469 mil millones de
libras ‑617 mil millones de dólares‑, a un déficit de 22 mil millones de
libras, casi 29 mil millones de dólares.
Para hacerse una idea de lo que está ocurriendo en el Reino
Unido, la inversión por parte de empresas e individuos extranjeros cayó de 120
mil millones de libras de superávit a un déficit de 25 mil millones en apenas
un año.
Esta estampida de la inversión extranjera comenzó a darse a
mediados de agosto de 2016. El referéndum fue en junio de dicho año.
Junto a esto, los compradores de deuda que negocian con la
volatilidad de la libra esterlina están hoy desapareciendo.
Ahora que Londres está en un punto muerto y la sombra del no
acuerdo comienza a sobrevolar, hay quienes como la OCDE recomiendan un segundo
referéndum, ante el hecho de la cantidad de arrepentidos de haber votado la
salida de la Unidad Europea.
Ya comienzan a existir marchas anti Brexit, la gente está
dividida y muchos cambiaron de opinión. Apoyados por el partido
liberal-demócrata, con su nuevo líder Vince Cable como gran abanderado de la
campaña, miles de personas siguen manifestándose para no tener que abandonar el
club comunitario al que llevan perteneciendo durante más de 40 años.
El país se encuentra dividido en dos mitades y cada mitad en
un conjunto de fragmentos. El sector anti Brexit ve en la ruptura total, sin
salida ordenada, el fracaso del Brexit.
Esto ocurre en el marco de una situación en donde por ahora
todavía el Reino Unido no salió de la UE, porque tiene que volver a legislar
sobre los acuerdos comerciales que tenía en el estatuto anterior de miembro de
la Unión, sobre el Tribunal Europeo de Justicia, el finiquito financiero, los derechos de los
ciudadanos y la frontera irlandesa,
Lo que se discute es a partir de cuándo se dará formalmente
la separación. Mientras para el Ministro de Relaciones Exteriores Boris Johnson
la desvinculación completa debe ser desde el 29 de marzo de 2019, para Theresa
May debe haber un período transitorio de al menos dos años.
El Reino Unido según la Primera Ministra británica seguiría
contribuyendo al presupuesto comunitario con unos 20 mil millones de euros,
unos 23 mil 700 millones de dólares, pero según los expertos lo que debe
contribuir es entre tres y diez veces más de la cifra propuesta por May.
El acuerdo financiero es la piedra fundamental de la
discordia en las negociaciones. Mientras el Reino Unido no acepta seguir
pagando una vez que haya abandonado el Club en un año y medio, Europa sostiene
que los “contribuyentes a 27 no deberían asumir las obligaciones generadas a 28”
y que hay garantías a largo plazo que el Reino Unido ha asumido dentro de la UE
con países terceros que deben ser respetadas. Lo que el Reino Unido quiere a
toda costa evitar es tener que pagar una cifra que los expertos estiman en 70
mil millones de euros. La última vez que se pusieron números sobre la mesa casi
50.000 millones de euros separaba lo que reclamaría Bruselas (unos 70.000
millones de euros) de lo que pretende pagar el Gobierno británico (20.000
millones). A esto se agrega el gran tema del Banco Europeo de Inversiones
(BEI), del que son accionistas los países miembros y que es un tema técnico
sumamente complejo. Las “bonanzas del no acuerdo” consisten justamente en irse
de la UE, sin pagar por ello.
Hasta ahora las rondas han sido un desastre, al punto que en
Bruselas piensan si no será esa la estrategia de negociación como forma de
exasperar a los otros. La debilidad política de Theresa May no responde
exclusivamente a ella en sí, sino al bloqueo político que hay en los
conservadores y también en los laboristas que están todos desconcertados.
Theresa May insiste en la unidad de acción, pero cuando
alguien habla tanto de unidad, es dable pensar que hay diferencias
irreconciliables en el equipo de gobierno. Dice que “todos tenemos un mismo
destino a la vista: es lograr un buen acuerdo.”. El tema es que no todos
visualizan de la misma forma lo que sería un buen acuerdo y muchos ni siquiera
quieren acuerdo alguno.
Así el ministro británico de Exteriores Boris Johnson, ya
empezó a preparar el terreno diciendo que «debemos prepararnos para la
posibilidad de que no haya un acuerdo». Boicotea toda posibilidad de acuerdo
sosteniendo que sus representantes hicieron todo lo posible “en forma clara y
útil”, pero que no se llegó a nada por la intransigencia europea. Algo parecido
a la política de Puigdemont con Rajoy.
Los británicos se aferran a lo que llaman “pasividad
constructiva” y pretenden una mayor flexibilidad por parte de Europa. Al igual
que en Cataluña, no son conscientes de la gravedad que tiene la decisión de
abandonar la UE.
Michel Barnier, el negociador por la parte europea, sostiene:
«El lunes ya expresé mi preocupación porque cada día que pasa nos acerca más al
29 de marzo de 2019 a medianoche, que es cuando se producirá la salida del
Reino Unido de la UE y todavía no podemos decir si será una salida ordenada o
si se producirá sin acuerdo». A Europa le irrita la inconsciencia de un Brexit
desordenado. «Al ritmo actual el proceso de las conversaciones sobre el
divorcio está lejos de constatar un progreso suficiente», sostiene.
Mientras el Reino Unido se sigue considerando liberal y
aperturista y ferviente partidario del libre comercio, Barnier les contesta que
«han decidido salir del mercado único y de la unión aduanera y eso tiene
consecuencias que no se si han sido suficientemente discutidas en el Reino
Unido».
Según Barnier en lo único que hubo auténtico progreso fue en
el área común de viaje entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, en el
estatus de los trabajadores fronterizos, en la validez y el reconocimiento de
las cotizaciones a la seguridad social y la continuación de los procesos en
curso ante el Tribunal de Justicia de la UE cuya jurisdicción Londres pretende
abandonar.
El Brexit parece hasta ahora un partido de tenis infinito,
inacabable, pero tiene un momento de finalización que es en marzo de 2019. Van cinco rondas y ya Bruselas alerta que las
negociaciones así como van están en un callejón sin salida. El caos es de tal
magnitud que mientras el Ministro de Economía, Phillip Hammond explicaba en el
«The Times» que no hay dinero preparado para este escenario, Theresa May decía en
el Parlamento que se empleara la cantidad necesaria en el proceso de salida.
La rebelión que la Primera Ministra británica tiene en sus
filas le impide también aprobar leyes del Brexit para ir preparando la ruptura.
A medida que el tiempo avanza el nerviosismo comienza a surgir en todos los
agentes implicados en este proceso. Esta situación de indefinición por parte
del partido de gobierno es lo que le da alas al movimiento pro Europa, anti
Brexit.
Michel Barnier definió la situación con la palabra francesa “impasse” que traducida al
inglés quiere decir callejón sin salida. Ya tendrían que estar en la primera
etapa del acuerdo, pero para el negociador europeo todavía no se arribó a nada.
Todo esto crea incertidumbre jurídica en las empresas, como
lo terminó reconociendo el Ministro de economía británico, Phillip Hammond en
la Conferencia Anual del Partido Conservador.
El regionalismo tiene estos problemas. Después no se puede
dar marcha atrás. Por eso siempre son preferibles los Tratados de Libre
Comercio, a las Uniones Aduaneras, porque no se trata de formar parte de una
unidad espiritual territorialmente más amplia, lo que importa es comerciar,
vender y comprar.